Uandari Revista Digital

Uandari Revista Digital REVISTA INFORMATIVA REGIONAL

14/10/2024

Se fue el verano y con él la lluvia,
llegó el otoño y con él tu sonrisa,
te vi salir entre la niebla,
tus pies descalzos pisaban la hojarasca fresca,
el viento meneaba tu cabellera negra,
tus ojos se entrecerraban,
el primer viento anunciaba
la proximidad del invierno frio;
tu vestido largo dejaba entrever
tu silueta femenina,
de mujer hermosa, de eterno atardecer.
Tus brazos extendidos parecían llamarme,
tu voz llegaba a mi en un eco muy lejano,
se perdía entre los besos promisorios,
tu sonrisa enloquecía a mi pensamiento,
tus pechos parecían estallar en mil fragmentos,
agitados, como pidiendo un eterno beso.
El viento arrastraba las hojas
alfombrando tu camino,
mientras aves y mariposas
revoloteaban a tu alrededor,
la libélula azul volaba sin parar,
los grillos saltaban al ver salir el nuevo sol,
cuyos rayos dibujaban tu silueta entre la arena.
Y te alejaste de mi
en aquel tierno otoño con olor a humedad,
con olor a ti, con tu perfume de rosas,
rosas color de rosa, rosas color de amor.
(Arturo Ceja Arellano. Otoño de 2024).
Zamora, Michoacán, México.

10/10/2024

Almohada II
Te abracé suavemente,
de mis ojos escurrían lágrimas,
tu cuerpo estaba tibio,
el viento soplaba lentamente
y se escurría por la ventana,
mezclado con la luz de la luna;
el búho cantaba su melancólica canción,
las estrellas titilaban sin descanso;
permanecías quieta, tranquila, como siempre.
Escuchaste mis sollozos,
consolaste el celerado palpitar de mi corazón,
trajiste en mí, tu calma.
Mi beso fue tu beso,
acariciaste mis mejillas como siempre,
secaste mis ojos,
alborotaste mi plateada cabellera,
y juntos recordamos los ayeres enredosos,
con amores, desamores, lágrimas y sonrisas,
dolores y querencias,
cuando perdí mi inocencia,
cuando probé a Dios-Ostia,
entre agonizantes cirios,
entre rezos incoherentes,
con olor a incienso,
y el tañer de las campanas;
cuando amé estrujando cuerpos,
besando labios, acariciando pechos.
Hoy, con los años ya perdidos,
los que llegaron y se fueron,
mis noches son inmensas
y a veces dolorosas,
con intensos despertares
y amaneceres inciertos.
Cuando al fin puedo abrir mis ojos,
otra vez te veo ahí, tranquila,
serena, reconfortándome siempre,
aunque te estruje y te cause arrugas,
mi amada almohada… (Arturo Ceja Arellano, amanecer del
Día 10 de octubre de 2024).

PERIODISTA, CRONISTA, ARCHIVISTA, ESCRITOR, POETA, BUEN AMIGO Y ABUELO, SERÉ POR SIEMPRE... ¡MUCHAS GRACIAS! Y FELICITAC...
28/08/2024

PERIODISTA, CRONISTA, ARCHIVISTA, ESCRITOR, POETA, BUEN AMIGO Y ABUELO, SERÉ POR SIEMPRE... ¡MUCHAS GRACIAS! Y FELICITACIONES HOY, A TOD0S LOS ABUELOS.

27/08/2024

Hojarasca
Con paso lento, ya muy lento,
me salgo por las noches a buscar un destino,
levanto la hojarasca al arrastrar mis pies,
son las hojas ya caídas, arrancadas por el tiempo;
las estrujo entre mis manos
y trato de voltear hacia atrás,
pero el sendero iluminado me lo impide
y sigo caminando paso a paso.
Me arrulla el canto del búho,
el de la chicharra y hasta el de los grillos.
Enfrente las siluetas danzan grotescas,
me llaman con sonrisas malévolas,
pero pienso en Dios, siempre clavado
en su eterna cruz.
Las hojas secas siguen cayendo,
se estrellan en mi frente con caricias suaves,
mientras veo titilar a las estrellas;
el cometa viaja, siempre de prisa,
dejando su luz tendida,
como un manto que quiere cubrir al universo.
Mis pies levantan polvos aromáticos,
huele a tierra bañada de perfume de pétalos.
Las plantas, pequeñas y grandes,
se mueven al son de la música del viento,
que baja de las montañas, frío por su soledad,
viaja y viaja buscando amor…
Mientras la obscuridad me baña,
le pregunto a las arenas,
si te han visto pasar;
y le pregunto a las espumas del ruidoso mar;
pero me dijo la luna que te ha visto llorar,
que tus pasos también son lentos
y que te mira temblar.
Se me hace eterna la noche,
Me abraza el aullido del viento al pasar,
levanto las hojas, las llevo hasta el mar;
le pido a los dioses me dejen pasar,
quiero en tus ojos volverme a reflejar;
recordar tu sonrisa y volverte a besar.
Mis pies pisaron las cuentas del rosario,
que rodaron al desprenderse de él,
mis dedos se negaron a empuñarlo,
ya no quiero rezar,
no se escucharon mis súplicas,
te quise mucho, pero no te pude amar,
la lluvia iluminada por el relámpago,
se impactaba sobre el altar,
donde el Cristo agachado
no me quiso mirar.
Mis pies ya encallados
se negaban a caminar,
mientras la luz en el fondo
me invitaba a ir tras ella.
Y recojo la hojarasca
entre la negra oscuridad.

14/08/2024

Día del Abuelo en México, 28 de agosto.
Las sillas mecedoras estaban vacías, permanecía una frente a la otra, fijas hacia el poniente, hacia donde se oculta el sol tras rosar la montaña con sus últimos rayos, que dibujan las siluetas de las garzas que, gallardas vuelan hacia sus nidos.
Las vi mecerse solitarias con las caricias del viento, que esa tarde soplaba con lúgubre aliento, moviendo las viejas y empolvadas cortinas de la ventana de madera, que se azotaba una y otra vez, en forma lenta pero permanente, empujada por el viento que arrastraba el polvo que levantaba de la vereda sin pasto, mientras las hojas caían de los árboles formando alfombras que iban de allá para acá, de aquí para allá, provocando el revoloteo de los grillos y de la libélula que iba en busca de su flor para resguardarse de la moche, que amenazaba con ser calurosa. Las macetas que colgaban de la viga, parecía que disfrutaban el vaivén, provocando rechinidos que vestían el ambiente con nostalgia.
En el costado de una de las mecedoras yacía un puro chupado a medias, apagado, sin fuego; era arrastrado también por el viento hacia los lados, sin rumbo fijo. El periódico se había deshojado y era levantado con vuelos cortos. Ahí estaba el viejo sombrero españolado, forrado de pana, que tapaba la cabeza calva del abuelo.
En la otra mecedora se encontraba la servilleta con flores a medio tejer, con las agujas ensartadas y el dedal sobre la manta. El viejo reboso de rallas grises descansaba en el respaldo. Los lentes de la abuela habían caído al piso, los cubría el polvo sin misericordia. El gato runruneaba paseándose por el largo balcón, que era acariciado por las hojas de las ramas del añejo naranjo agrio. Levantó la vista y me miró con indiferencia; luego restregó su cuerpo sobre mi pantorrilla y maullaba débilmente.
Había pasado mucho tiempo, no sé cuánto desde que me fui de casa, que ahora yacía abandonada; no hacía mucho que había sido habitada por los abuelos, pero ya no estaban. Abrí la puerta de vieja madera lentamente, provocando rechinidos. En la sala los muebles estaban cubiertos con polvorientas sábanas cafesosas por la tierra. En el centro de la pared pendía un Cristo, cabizbajo, sin fuerzas para levantar la cabeza, las veladoras estaban apagadas y un rosario yacía tirado en el piso de tierra. Las sandalias de los abuelos permanecían a un costado de la cama, como esperándolos para llevarlos a caminar. Afuera de la casa ladraba un perro, lo vi por la ventana, estaba flaco, muy flaco.
En el buró había una carta, estaba dirigida a mí, su final estaba firmado por los abuelos, ella y él escribieron ahí sus últimas letras, con las que me recordaban lo mucho que me quisieron. Ellos me criaron y me educaron como si hubiera sido su hijo, fueron los padres que jamás conocí. Me dijeron que no me arrepintiera de haberlos dejados para irme pál norte en busca de trabajo.
Mientras leía la carta el viento soplaba más fuerte, levantando todo lo que encontraba a su paso.
Un hombre y una mujer, ya de edad, llegaron para decirme dónde había sepultado a los abuelos, que murieron juntos, intoxicados con el humo de la chimenea que habían dejado encendida antes de dormir.
Debajo de su árbol favorito, un viejo zapote blanco, se encontraba la tumba donde yacían sus cuerpos desde hacía poco menos de un año. Sobre ella planté rosales de flores blancas, sus preferidas.
Poco a poco me retiré de la casita que, triste destacaba encima de la loma, desde donde veíamos el atardecer, donde esperábamos la salida de la luna cubierta de estrellas titilantes; donde me contaban sus cuentos, sus cuentos del ayer… (Arturo Ceja Arellano. 14/8/2024. En México se celebra el Día del Abuelo. Vaya para ellos mi homenaje).

08/08/2024

¿A dónde voy?
¿A dónde voy cuando el silencio me acompaña?, cuando me siento viajar entre las olas, hacia el infinito cielo azul; cuando me arrastra el viento sobre suave vaivén de las dunas del desierto; cuando se deja de escuchar el canto de las estrellas, cuando vuelo hacia el lado oscuro de la luna.
¿A dónde voy cuando se enreda tu suave pelo entre mis dedos?; cuando tu sudor se mezcla con el mío, entre el quejido de una oscura pasión de amor; cuando tu lejana voz se pierde entre la mía; cuando mi corazón agitado trata de escapar de mi pecho.
¿A dónde voy cuando mis ojos se reflejan en los tuyos?; cuando el tiempo nos abraza con ternura infinita, perdiéndose en los juveniles y soñadores ayeres, para quedar postrados en el otoño de nuestra existencia.
¿A dónde voy cuando busco sin éxito el perdón de mis pecados?; cuando no sé entender el sufrimiento del hombre que murió crucificado; cuando no acepto que ese hombre también haya amado a su entrañable María Magdalena, el gran amor de sus amores.
¿A dónde voy cuando siento ya el peso de los años ceñirse como yaga lacerante en mi cansado cuerpo?; cuando me da miedo decir “te amo”. ¿A dónde voy?

07/08/2024

Mi mejor amiga
Tú sí eres mi mejor amiga,
puesto que disfrutas de mi risa,
consuelas mi llanto y mi lamento.
No dices nada, pero me reconfortas,
escuchas en silencio mi sollozo,
limpias las lágrimas de mis ojos
y permaneces ahí.
No te burlas, ni te enojas,
soportas mis berrinches y te estrujo;
no dices nada,
pero sé que disfrutas mis caricias.
Casi estoy seguro de que eres tú
quien me transporta al mundo de mis sueños
y eres tú la que me arrulla, quien me alienta.
Cuando enfermo, tu calidez me reconforta,
casi me alivia.
Junto con la tranquilidad,
eres la más suave de mis amigas
y cuando no puedo dormir,
te volteo violentamente
y de dos palmadas te sacudo,
para destruir las imperfecciones
que yo mismo te provoco,
cuando deseo seguir pensando
en el amor de mis amores;
pero la mente se me enreda y me levanto,
y en esa oscura soledad te contemplo,
serena, tranquila y envejeces conmigo,
mi gran amiga, mi almohada. (Arturo Ceja Arellano. Febrero del 2010).

02/08/2024

Hoy quiero…
Hoy, quiero, voy a… y haré lo que quiero y creo aún poder hacer: soñar y soñar ya de madrugada, escuchar el canto del gallo, ver salir el sol y entrar entre la cortina; cerrar los ojos, cubrirme con la cobija y volver a dormir, mientras se despejan las nubes y poder dar la bienvenida al astro sol. Me levantaré hasta que los huesos me duelan, hasta que me haya torcido. Con aquella calma prepararé el café; y mientras doy sorbos a la tasa, despeinado y desganado, respiraré profundo para recordar los ayeres perdidos en el laberinto del tiempo.
Hoy, voy a sonreírle a la vida a pesar de la maldad que cubre a la humanidad, y recordar las sonrisas juveniles que capté entre los senderos que caminé, y arrastraré mis pies sobre la hojarasca de la libertad; jugaré con el confetti formado por las hojas de los árboles desprendiéndose en otoño.
Y recordaré a los amores platónicos que me hicieron temblar de miedo, del temor de ser visto por aquellos ojos que busqué; por el pánico de besar los labios rojos, que sonreían al verme pasar temerosamente entre las dunas formadas por arenas salidas de la mar.
Hoy jugaré con los libros que me aterraban, comeré galletas y jugaré con mi canica azul, sacaré el trompo, el yoyo y el balero; guardaré la resortera en la bolsa trasera del pantalón y las otras bolsas las llenaré de piedras, para arrojarlas con fuerza a los fantasmas que se esconden en el rincón de los tiempos ya lejanos.
Apretaré con mis dedos las cuentas del rosario y me reiré del “yo pecador”, y hasta de los diez mandamientos violentados a placer una, y otra, y otra vez. Al fin y al cabo que voy a taralear el Padre Nuestro y hasta el Ave María, para alejar los pecados que escupirán mi cuerpo, mente y alma, en busca del celestial perdón.
Y veré danzar a los diablillos que saltarán empolvados de la tierra, arrojando lumbre sus pezuñas de cabra, presumiendo sus cuernos retorcidos.
Hoy voy a jugar a la vida, y rascaré la guitarra hasta que truenen sus cuerdas; cantaré hasta que mi garganta arroje flemas rojas; hasta que la luna salga del poniente y se esconda en el oriente, perseguida por cometas y estrellas.
Hoy, quiero y voy a ser lo que nunca fui y jamás seré. Amaré sin amar, gritaré en silencio, hasta dormir otra vez, ahí, en la cama, sin cobijas, como Dios me mandó al mundo y como Dios me retirará de él. (2/8/2024. Arturo Ceja Arellano. Zamora, Michoacán, México).

25/07/2024

Ella…
Ella, yacía silenciosa en su lecho, donde parecía disfrutar su último sueño; su rostro se veía sereno, sin miedos reflejados; mientras figuras con desasosiegos se paseaban con risillas nerviosas, cabizbajas, en un constante ir y venir que solo presagiaban desarticulaciones en mentes turbadas por el egoísmo, por un odio emanado de corazones lacerados por toda una vida rencorosa y desamores acumulados.
Lentamente me acerqué a ella y aunque no fui de sus favoritos, me senté en ese, que al final fue su lecho de muerte. Metí mi mano por detrás de su cabeza, que recargué en mi cuerpo, con la otra la abracé y la arrullé, como cuando se trata de dormir a un bebé.
Le hablé a su oído; tal vez ella no me escuchó, pero le dije lo que en algunas ocasiones le repetía: “te quiero mucho”. Y le hablé de lo tanto que mis hijos la quisieron; cómo amaron a la abuela dura y silenciosa.
Las figuras demoníacas continuaron con sus paseíllos turbadores, como esperando la fatal noticia en cualquier momento; atisbaban y escudriñaban, esculcaban en busca de hacer suyo lo que jamás les perteneció.
Le repetí mi gran amor por ella. Su respiración se hacía cada vez más pausada; sus ojos ya no se abrieron para presumir su color azul. Sus labios permanecieron unidos, sin dejar escapar ningún gemido. Sentí cuando apretó mi mano y exhaló su último suspiro. Su cuerpo se aflojó cuando las fuerzas lo abandonaron.
Fue entonces cuando murmuré: “Ya se fue”. De mis ojos escaparon débiles lágrimas que surcaron mis mejillas, hasta abandonar mi rostro y desaparecer en mi pecho. La seguí arrullando mientras surgía el lúgubre palabrerío convocado por el derruido rosario, de cuentas aplastadas por dedos tenebrosos.
Los hipócritas llantos sonaban alrededor del cuerpo. Las arpías trataban de buscar un perdón muy lejano de encontrar, pues su daño ya estaba hecho; y su daño seguiría lacerándose en sus puntos de atención.
Permanecí allí mientras pude, para luego levantarme poco a poco, con el placer de abandonar muy despacio el lecho de muerte; mientras callosos abrazos se repetían una y otra vez, de quienes compartieron odio, irracional. Los hombres no atinaban a emitir palabra alguna, con un pesar muy lejano de sentir, inhalaban cigarro tras cigarro.
Las arpías, entre sollozo y llanto, maquilaban ya la rapiña, en busca de apoderarse de lo mejor, de lo que nunca les perteneció hasta ese momento.

24/07/2024

Blasoneando
La Casa de la Cultura de Jacona

Por Artce
La Casa de la Cultura de Jacona, a mi juicio debe llevar el nombre de “Profr. Martín Rodríguez Solórzano”, como un homenaje en vida, al hombre que le ha dedicado gran parte de su existencia a la promoción cultural en todas sus manifestaciones y expresiones; el hombre que organizó las actividades culturales de las fiestas patrias, 20 de noviembre y en el teatro del pueblo de la feria de la fresa, participando activamente en los juegos florales ya desaparecidos; el hombre que dio su tiempo y esfuerzo en impartir sus conocimientos en planteles educativos; el hombre que trabajó durante las vacaciones escolares en la regularización de alumnos con bajas calificaciones, evitando que reprobaran el año.
Esa institución, actualmente se encuentra trabajando a marchas forzadas, con jóvenes y adultos que trabajan para el municipio, lo hacen a marchas forzadas por la falta de material didáctico y equipo; pero ofrecen diversos talleres a la población, desde niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, conservándose de tal forma el rescate a las expresiones artísticas y culturales.
Abre su espacio también para exposiciones pictóricas y fotográficas, manualidades y artesanías; así como para la presentación de libros, folletos y revistas.
Se trata de un espacio ideal para la presentación de conferencias, charlas y pláticas sobre historia, desde la aparición de los primeros pobladores hasta la invasión española con su evangelización, primeras familias procedentes de España, los frailes franciscanos y agustinos, la creación de colonias, sacerdotes, personajes ilustres, leyendas, cuentos, narrativas, crónicas y absolutamente todo lo que se pueda compartir.
Ojalá que las autoridades de ese municipio pletórico de tradiciones y del Estado, no se preocupen, sino que se ocupen un poquito más en apoyar a espacios como la Casa de la Cultura, pagando un poco el esfuerzo que hacen directivos, empleados y talleristas, para que haya más promoción e inyección de valores que tanta falta hacen a las nuevas generaciones.
Por lo pronto, la Casa de la Cultura de Jacona, carece de micrófonos para utilizarlos durante la presentación de libros y conferencias. Ojalá reviviera el patronato integrado por personas altruistas, que tanto apoyo le dio en un tiempo para su buen funcionamiento.

24/07/2024

Migrante
Amigo migrante continúa con tu paso firme,
no desmayes; hazlo siempre guiado por el lucero,
el que ilumina al universo,
como lo hicieron los reyes magos en busca de Jesús.
Entiendo tu huida del lugar donde naciste,
donde nacieron tus hijos,
donde dejaste tus ilusiones.
Sé que huyes del fuego de las armas,
del robo, del secuestro, de las violaciones
a los derechos más sagrados de los humanos;
sé que huyes de lo irracional,
del salvajismo extremo de la humanidad podrida,
de la violencia y de las dr**as;
sé que buscas un lugar para trabajar
y ver crecer a tus hijos,
un lugar dónde amar a tu mujer sin sobresaltos.
Camina siempre adelante y lleva contigo
a la paloma blanca de la paz,
que va herida del corazón,
a la paloma que ya no lleva en su pico
ni un clavel, ni una rosa, ni un laurel.
Deja atrás a los gobiernos
que se enriquecen con la violencia que generan
hombres y mujeres desalmados,
que son esperados allá, en los infiernos,
por el Can Cervero,
para juzgarlos por sus maldades y horrores,
que hacen de la tierra un lugar
no muy propicio para sobrevivir.
Amigo Migrante, levanta tu mirada
hacia la inmensidad de la esperanza.
No importa de dónde vengas: El Salvador,
Nicaragua, Guatemala, Honduras, Cuba,
Perú, Haití, Ecuador, Venezuela, Ecuador,
Chile, Argentina, Brasil,
de países africanos o europeos;
arrastra tus pies de cansancio,
pero no por humillación;
carga a tus hijos en brazos o en los hombros,
busca la felicidad y quédate donde la encuentres
y porta orgulloso la Bandera de tu nación.
Y recuerda que, “no hay camino,
se hace canino al andar”, como lo dice Serrat.
(Arturo Ceja Arellano. 24/7/24).
Zamora, Mich., México.

23/07/2024

¿Qué quisiera ser... espejo, o tierra?
Quisiera ser espejo para no sufrir engaños ni eludir la realidad, porque frente a él veo la gran verdad cotidiana, como es la transformación que voy sufriendo poco a poco, lentamente.
Veo cómo el padre tiempo me va mostrando un cambio de color en el pelo, al que llamamos canas, que van dejando atrás el negro, castaño o güero, como le llamamos. Y las arrugas van surcando mi piel… Me voy transformando, de bebé a niño, de niño a adolescente, y luego aflora la juventud, para enseguida dar paso a la madurez y finalmente la vejez que me lleva al final de la existencia.
Claro, el espejo me ayuda a simular la edad en todo momento, quiero frenar la transformación que el tiempo provoca en nosotros de manera inevitable.
Frente al espejo no hay engaño, la hipocresía se disuelve, y la cara que mostramos se me queda impregnada en la mente, lo que me obliga a sonreír, o definitivamente a retirarme de ese reflejo que no es otra cosa que la realidad de mi existencia.
¿Tierra?... ¡No!, aunque tierra será finalmente lo que seré…

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