20/11/2025
Mi esposo empezó a llegar a la casa oliendo al perfume de mi hermano, y dos meses después me pidió el divorcio.
Desde hace un año, mi esposo había cambiado ciertos hábitos, pero nada tan extraño como lo que empezó a pasar hace unos ocho meses. Llegaba a la casa oliendo a un perfume que yo conocía perfectamente: el perfume que siempre usaba mi medio hermano, el hijo que mi papá tuvo por fuera del matrimonio. Era un aroma fuerte, particular, imposible de confundir. Cada diciembre, cada cumpleaños, cada reunión familiar, ese olor se sentía a metros.
Al principio pensé que era coincidencia, que quizá habían coincidido en la calle o que se lo había pegado en algún saludo, porque mi esposo y mi hermano se toleraban, pero nunca fueron cercanos. No eran amigos, no hablaban por chat, ni se visitaban. De hecho, evitaban hablarse más de lo necesario (o así pensaba yo). Pero las semanas pasaban y mi esposo seguía llegando con ese mismo olor, incluso sin haber tenido reuniones familiares. Cuando le pregunté, me dijo que “debió ser alguien del trabajo”. Yo quería creerle.
Dos meses después de eso, él llegó una noche serio, distante, frío. Me dijo que quería divorciarse. Que no estaba enamorado, que no quería pelear, que ya no podía seguir conmigo. Yo me arrodillé, lloré, supliqué, le pedí que fuéramos a terapia, que por lo menos intentáramos hablar, pero no cedió. Hizo las maletas en una semana y se fue. Yo creí que había otra mujer.
Pasaron seis meses separados. Seis meses en los que yo traté de rehacer mi vida mientras él hacía su vida lejos de mí. Hasta que un día, en una reunión familiar, una prima me dijo al oído que había visto a mi ex esposo muy seguido con mi medio hermano. Que se veían “raro”, como demasiado unidos, demasiado cerca. Que él había empezado a aparecer en el barrio de mi hermano, y que incluso lo habían visto bajándose de su carro a media noche. Ahí fue cuando ese perfume volvió a mi mente.
Las alarmas se encendieron todas. Recordé cada llegada de él con el olor de mi hermano, cada excusa, cada frío repentino. Y aunque intenté ignorarlo, las señales ya eran demasiadas. Semanas después, comenzaron los rumores más fuertes: que ellos dos se estaban viendo sentimentalmente, que mi hermano lo presentaba como “alguien muy especial”, que mi ex esposo incluso iba a almorzar donde mi hermano vivía.
Hasta que un día, sin que yo preguntara nada, mi propio ex esposo empezó a mostrarse públicamente como la pareja de mi hermano. Dejaron de esconderse. No sé si fue porque ya estaban cansados de ocultarse o porque ya tenían tiempo estando juntos sin que yo lo supiera.
Yo no sentí rabia. Sentí una mezcla entre traición, incredulidad y dolor. No por la orientación de él, sino por cómo lo hicieron, por la mentira, por el desorden emocional, por la forma en que se burlaron de mí mientras yo intentaba salvar un matrimonio que en realidad ya no existía.
Ahora lo entiendo: ellos comenzaron algo mucho antes de que él me pidiera el divorcio. Mucho antes de que yo sospechara algo.
La verdad no sé cómo logré superarlo.
Historia anónima de una seguidora