26/10/2025
El 11 de febrero de 2019, un helicóptero cayó sobre una autopista en São Paulo.
Entre el humo y el fuego, murieron el periodista Ricardo Boechat y el piloto.
El camión contra el que impactó ardía en cuestión de segundos, con su conductor atrapado entre el metal.
A su alrededor, decenas de hombres observaban. Algunos gritaban, otros grababan con sus teléfonos.
Y entonces, una mujer corrió hacia el incendio.
Su nombre era Leiliane Rafael da Silva, una trabajadora común que ese día iba de camino a casa.
Sin pensarlo, trepó sobre la cabina del camión, apartó los restos de metal y ayudó a liberar al conductor.
Las llamas rugían. El calor era insoportable.
Pero ella no se detuvo.
Cuando los rescatistas llegaron, Leiliane estaba cubierta de hollín, temblando, pero viva.
El conductor también.
Había salvado una vida.
Los videos del accidente se hicieron virales, pero pocos miraron más allá de la tragedia.
Pocos notaron que, entre el caos, la verdadera historia no era la del helicóptero ni la del periodista,
sino la de una mujer que eligió actuar cuando todos miraban.
En un mundo donde los héroes a menudo llegan después, Leiliane llegó primero.
Sin uniforme, sin aplausos. Solo con valor.