12/10/2025
No todas las madres han tenido la fuerza interior, la salud mental o el amor disponible para cuidar a sus hijos de forma sana.
Algunas madres también cargaron con carencias, dolores no resueltos, traumas y heridas que no supieron ni pudieron sanar… y que muchas veces descargaron sobre sus hijos.
Por lealtad ciega o por miedo, solemos normalizar lo que no es normal: el maltrato, la indiferencia, el abuso, el abandono emocional.
A veces crecemos creyendo que “es tu mamá, debes soportar” … y esa creencia puede atarnos a un dolor profundo.
Una cosa es el vínculo, que es sagrado e inalterable, porque de mamá nos viene la vida.
Otra muy distinta es la relación, que puede ser cercana, lejana o incluso nula cuando la salud física o emocional así lo requiere.
Se puede:
Tener un buen vínculo sin relación cercana.
Tener relación pero un vínculo herido.
Sanar el vínculo en el corazón, aunque la relación no sea posible.
Sanar el vínculo significa atravesar el duelo: por lo que fue y por lo que no pudo ser. Es reconocer que la madre que tuvimos fue exactamente como pudo ser, y aceptar el dolor que eso trajo.
A veces, poner distancia es cuestión de vida o muerte para el alma.
No es traición. Es cuidado. Es poner un límite sano.
Para sanar:
Reconoce, honra y acepta tu dolor.
Agradece la vida que recibiste de mamá.
Libérate de la expectativa de lo que no pudo ser.
Y toma tu lugar en la vida, para vivirla con dignidad y amor.
Sanar el vínculo no significa justificar el daño, sino liberar el peso que te ata al dolor.
Cuando uno sana, se libera a sí mismo y también a quienes le siguen.