13/10/2025
🌙 La niña que duerme entre fronteras
El sueño de Camila (nombre figurado) no es ficción, es un hecho real: las aves 🐦, cual depredadores, se asientan cerca del lugar donde pernoctan; una bebé 👶 descansa en los brazos de su madre venezolana 🇻🇪, en el corazón de un refugio para migrantes en Panamá 🇵🇦.
Quizá no muchos se han puesto a pensar 🤔: ¿en qué lugar duerme la niñez migrante? Para Camila, el contraste entre la inocencia del sueño y la crudeza del entorno convoca a una pesadilla 🌌😔.
El 20 de enero, madre e hija quedaron atrapadas en la encrucijada de un bloqueo que les impedía avanzar 🚧. La migración inversa, como fenómeno inesperado, supuso un desafío no solo para las autoridades, organismos y ONG 🏢, sino también para la seguridad de quienes retornaban.
El refugio en Las Blancas, Darién, parecía un mal sueño: olores fuertes 😷, ruidos constantes, rostros agotados 😩.
Adrianyela, la madre de Camila, rememora:
“Dormíamos en casitas de madera; pusimos cartón y las cobijas que nos daban 🛏️. El calor era insoportable 🌡️. Mi hija desarrolló una pañalitis muy fuerte, parecía una quemadura. Había muchos zancudos 🦟, basura acumulada 🗑️, malos olores y hasta culebras 🐍 alrededor. Estuve 22 días allí. En general, la condición era deplorable”.
El regreso a la selva del Darién 🌳 fue un golpe inesperado. Madre e hija en un albergue temporal, sin poder salir 🚪, mientras esperaban decisiones del gobierno panameño para ajustarse a las medidas anti-migratorias impuestas por Estados Unidos 🇺🇸. Cada día se sentía interminable 🕰️.
La alimentación era precaria 🍽️: arepas duras con huevo frío, jamón y queso; muchas veces la comida le caía mal a la niña 🤢. Los fines de semana no había personal médico 🏥🚫, lo que agravaba cualquier emergencia.
La pequeña enfermó varias veces 🤒🤧, con fiebre, tos y la dolorosa pañalitis que sangraba. Adrianyela hacía lo posible para aliviarla: la bañaba, le quitaba el pañal, le daba leche 🍼 y la entretenía con el teléfono 📱, mientras veía a otros niños jugar con el personal de UNICEF.
Y así, entre zumbidos de mosquitos 🦟, platos repetidos 🍛 y miradas perdidas 👁️, Camila seguía durmiendo. Soñaba, aunque su entorno fuera más pesadilla que descanso 💭🌫️.
Otro “sueño americano” fallido 🇺🇸💔 golpeó la vida de una niña de dos años, como también la de 3 717 menores de edad que cruzaron Panamá hasta septiembre de 2025, sin comprender el miedo ni el agotamiento que cargaban sus padres 🛤️👨👩👧.
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La historia continúa con trayectos por selvas 🌿, lluvias intensas 🌧️, barro, cruces peligrosos ⚠️, cuerpos sin vida 💀, ayudas humanas inesperadas 🤝, hambre 🥖, esperas eternas 🕓 y regresos en barco ⛴️ entre olas turbulentas 🌊.
Camila encontró pequeños respiros jugando en el mar 🌅, abrazada por su madre ❤️, hasta regresar a Venezuela donde el reencuentro con su abuela fue entre lágrimas y alegría 😢🤗.
Hoy, Adrianyela trabaja 💪, reconstruyendo su vida con fe 🙏 y resiliencia 🌻, mientras su hija vuelve a dormir tranquila 🛌✨.
Pero las huellas emocionales de la migración permanecen, invisibles pero profundas 🧠💔, recordándonos que migrar no es un delito, y que la infancia merece protección real 🕊️👧.
✍️ Por Grisel Bethancourt y Sharon Pringle Félix