Lucerito TV

20/08/2025

Valora en vida a tu madre, después será demasiado tarde 😭

09/08/2025

¡Mamá! ¿Por qué siempre usas la misma mochila vieja?
Camila, de 9 años, miraba con curiosidad la mochila descolorida que su madre llevaba todos los días al trabajo.

—Porque aún sirve, hija —respondió la madre, con una sonrisa cansada—. No necesito más.

Camila no dijo nada en el momento. Pero esa noche, mientras todos dormían, fue a buscar entre sus cosas un dibujo que había hecho en la escuela: una nueva mochila con colores vivos, con un corazón al centro.

Al día siguiente, lo escondió en el interior de la mochila de su madre, sin decir nada.

Horas después, la madre, al llegar al trabajo y abrir su bolso, encontró el dibujo y un pequeño mensaje que decía:

> “Cuando sea grande, quiero ser como tú: fuerte, valiente y con el corazón más bonito del mundo.
Pero mientras tanto… mereces una mochila más linda que esta.”

Esa tarde, la madre llegó a casa con lágrimas en los ojos.
No por el cansancio… sino por saberse vista.
Porque a veces, quienes más se esfuerzan, son los que menos esperan reconocimiento… pero lo necesitan más que nadie.

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💭 Muchos héroes no llevan capa, llevan mochilas gastadas, zapatos viejos y una sonrisa que esconde cansancio.
Agradece en vida, porque el amor que se reconoce… también sana.

09/08/2025

¡Profe, no quiero leer en voz alta! —exclamó Sofía, abrazando su libro con fuerza.
Estaba temblando frente a sus compañeros de clase. Su voz se cortaba solo de pensarlo.

La maestra se acercó, se arrodilló a su altura y le susurró:
—Sofía, ¿sabes qué es lo más valiente que puedes hacer? Intentar, aunque sientas miedo.

Sofía negó con la cabeza, con lágrimas asomando en sus ojos.
Entonces la maestra sacó un dibujo de una mariposa con las alas aún cerradas.

—Mira esta mariposa. Pasó mucho tiempo en la oscuridad de su capullo.
Si nunca hubiera intentado abrir sus alas, jamás habría sabido lo hermosa que podía ser al volar.

—Pero… ¿y si me equivoco? —preguntó Sofía con voz temblorosa.
—Entonces habrás aprendido algo nuevo. Equivocarse no es fracasar, es crecer.

La maestra le tomó la mano y dijo con cariño:
—Tu voz es como esas alas. Hoy es un buen día para abrirlas, aunque sea poquito.

Sofía respiró profundo. Con voz bajita, empezó a leer.
Y cada palabra, aunque temblorosa, fue un paso más hacia el cielo que le esperaba.
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💭 El miedo solo desaparece cuando te atreves a enfrentarlo.
Las alas más fuertes nacen de los primeros intentos, por pequeños que sean.

05/08/2025

No quiso recibir la biblia como regalo y perdió una gran bendición que venia de Dios

04/08/2025

¿Por qué nadie quiere jugar conmigo, papá?
Diego, de 7 años, se sentó cabizbajo en un banco del parque mientras observaba a los demás niños correr y reír juntos.
Su papá se sentó a su lado, en silencio. Sacó un papel y comenzó a dibujar un círculo grande con muchos puntos dentro.

—Mira, hijo —dijo mostrándole el dibujo—. Este círculo representa la vida. Cada punto, una persona que conocerás.

—¿Y yo cuál soy? —preguntó Diego, curioso.
—Tú eres este punto aquí, especial y único. Algunos puntos se acercan y se quedan a tu lado mucho tiempo. Otros pasan rápido, casi sin notarse. Y algunos más… se alejan porque todavía no saben ver lo valioso que eres.

Diego miró el dibujo con atención, mientras su papá continuaba:

—No te preocupes por los que hoy no quieren jugar contigo. Tu valor no depende de si alguien te elige.
Tu valor existe porque eres tú.
El mundo está lleno de puntos… y los correctos, los que sepan ver tu brillo, llegarán.

Diego sonrió un poco, se levantó y corrió a lanzarse por el tobogán.
Ese día entendió que quien no ve tu luz no significa que no brilles; significa que no todos tienen ojos para verla.

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💭 No todas las personas que encuentras en tu camino verán tu verdadero valor… pero nunca cambies para agradarles.
Sé tú mismo. Quien deba quedarse, se quedará por lo que eres, no por lo que finjas ser.
゚

03/08/2025

¡Mamá, no quiero ir a la fiesta!
Julián, de 12 años, se agarraba fuerte al marco de la puerta.
Se negaba a entrar al salón donde sus compañeros celebraban un cumpleaños.

—¿Por qué, hijo? —preguntó su madre, sorprendida.
—Porque todos se burlan de mí cuando hablo… tartamudeo y se ríen. Prefiero quedarme aquí solo.

La madre lo abrazó con fuerza.
Sacó de su bolso un pequeño espejo y se lo puso frente al rostro.

—¿Ves esto?
—Sí… soy yo —dijo Julián, bajando la mirada.

—Cuando hablas, hijo, no solo salen palabras. También sale tu valentía.
Cada sílaba que luchas por decir es un paso más para demostrarle al mundo lo fuerte que eres.
No permitas que sus burlas definan lo que vales.

Julián la miró, con lágrimas acumulándose en sus ojos.
Entonces su madre añadió:

—La vida es como este espejo: si sonríes, te devuelve una sonrisa.
Si te enfrentas a tus miedos, ellos se harán más pequeños cada día.
Pero si huyes… crecerán contigo.

Tomados de la mano, entraron juntos a la fiesta.
Ese día Julián aprendió que el coraje no significa no tener miedo, sino decidir seguir adelante a pesar de él.
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💭 La verdadera fuerza no está en hablar perfecto… sino en atreverse a compartir tu voz aunque tiemble.
Nunca apagues tu luz por miedo a los juicios de otros.

02/08/2025

¡No puedo hacerlo, abuela! ¡Siempre me equivoco!
Mariana, con tan solo 8 años, tiró su cuaderno al piso.
Había estado practicando su caligrafía toda la tarde, pero las letras salían torcidas y borrosas.
Sus lágrimas caían sobre las hojas.

La abuela se acercó, tomó una hoja nueva y con manos temblorosas comenzó a escribir.
Su letra era temblorosa, casi ilegible.
Mariana abrió los ojos sorprendida.

—¿Por qué escribes así, abuelita? —preguntó.
La abuela sonrió, mostrando sus arrugas como mapas de mil historias.

—Porque mis manos ya no son firmes como antes. Pero cada letra que trazo lleva amor y esfuerzo… igual que las tuyas.

La abuela la miró a los ojos y continuó:

—No temas equivocarte, mi niña. Las letras torcidas son señales de que estás aprendiendo.
¿Sabes qué es peor que una línea imperfecta?
No atreverse a escribir nada por miedo a fallar.

Mariana abrazó a su abuela con fuerza.
Ese día entendió que la perfección no es lo que nos hace valiosos, sino el coraje de seguir intentando.
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💭 A veces buscamos que todo sea perfecto, cuando en realidad lo que más nos enseña son nuestros errores.
Equivocarse es parte del camino… y nunca es motivo para rendirse.

02/08/2025

¡Ya no puedo más, mamá! ¡Siempre me hacen sentir menos!
Lucía llegó a casa llorando, tiró su mochila al suelo y se abrazó las rodillas en un rincón.

—Hoy en clase, Carla dijo que yo nunca lograré nada porque soy lenta, ¡y todos se rieron! —sollozaba entre palabras.
Su madre se arrodilló a su lado, acarició su cabello y le dijo con voz suave:

—Acompáñame, hija.

La llevó a la cocina y colocó tres ollas con agua sobre el fuego. En una puso una zanahoria, en otra un huevo y en la tercera, granos de café.
Esperaron en silencio mientras el agua hervía.

Pasados unos minutos, la madre apagó el fuego y dijo:
—Mira, hija. La zanahoria era fuerte, pero el agua caliente la ablandó.
El huevo, frágil por dentro, se volvió duro.
Y el café… el café cambió el agua. La transformó.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —preguntó Lucía, confundida.

—A veces la vida es como el agua hirviendo, hija.
Tú decides si quieres ser como la zanahoria, que se quiebra ante la adversidad…
Como el huevo, que se endurece y se encierra por dentro…
O como el café, que en vez de dejarse cambiar… transforma todo a su alrededor.

Lucía la miró en silencio. Sus lágrimas seguían cayendo, pero ahora eran distintas.
No de dolor, sino de comprensión.

—Sé café, hija —dijo su madre sonriendo—. Que los demás no apaguen tu luz… enséñales a brillar contigo.
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💭 No siempre puedes cambiar lo que te pasa, pero sí puedes decidir cómo responder.
El poder no está en lo que te dicen… está en lo que eliges creer de ti.

01/08/2025

Bienvenido Agosto🙏

25/07/2025

22/07/2025

“El pan de cada día”
Don Ernesto se levantaba cada mañana antes del amanecer. A sus 65 años, no había un solo día en que faltara a su rutina: preparar café, doblar cuidadosamente su uniforme de panadero y salir en bicicleta rumbo a la panadería donde trabajó por más de 30 años.

No era dueño del local, pero lo sentía como suyo. Con sus manos curtidas y su delantal blanco, amasaba no solo pan, sino historias, esfuerzos y sueños. Muchos vecinos decían que el pan de Don Ernesto tenía un sabor distinto, como si llevara algo más que harina y levadura: llevaba amor.

Hace cinco años perdió a su esposa, doña Clara. Desde entonces, cada hogaza que horneaba era una manera de recordarla, porque ella siempre decía: "el pan más rico es el que se comparte".

A pesar de sus dolores y cansancio, nunca dejó de madrugar. Cuando le preguntaban por qué no se jubilaba, él respondía con una sonrisa tranquila:
"Porque cada mañana, cuando abro el horno y siento ese aroma… siento que Clara me sonríe desde algún lugar."