26/09/2025
Una guerra fría y despiadada
Autor: Gabriel Echevarría Ch.
Estamos en un mundo ilógico, superficial, en el que sobrevaloramos trivialidades y minimizamos cosas invaluables. ¿Desde cuándo un gesto sencillo como un obsequio sin ostentaciones, como el tiempo diario, perdieron valor frente a un auto o una membresía de gimnasio siempre pagada a tiempo? ¿Desde cuándo los románticos, apasionados fuimos mal tildados de intensos? ¿Por qué es más fácil aprovecharse de una persona en vez de decir que no hay interés?
Hoy por hoy el mercado del amor se ha vuelto una guerra fría, despiadada y mercantilista; con una sola consigna: “el que se enamora pierde”. Es algo que no logro comprender, ¿Cómo es que el enamorarse se ha convertido en sinónimo de perder? Pero de perderlo todo, tiempo, dinero y sobre todo amor propio. El egoísmo en las personas ha llegado a niveles inconmensurables, que sólo quieren ganar sin arriesgar, sin perder, sin dudar.
Lo cierto es, amigo lector, que el amor es una transacción en la que debes perder, sacrificar e incluso dejar ir una parte de ti. Porque no hay más tiempo de donde sacar, claro que debes sacrificar algunas actividades para dedicarle a esa persona de tu interés romántico o caso no te has visto en el baño, poniendo pausa a la ducha para responder al chat fijado. Claro que perderás tiempo en ir verlo(a); recogerla del trabajo; acompañarlo a su juego de fútbol un fin de semana y yendo a su casa hasta donde ni dios, ni Jesús te acompañará; pero eres tú, tu adrenalina y una fuerza inexplicable que solo te mueve hasta allá sin siquiera pensarlo. Y cuando empezará a fluir todo lo que esperabas claro que te perderás en el/ella porque dejarás de ser esa persona soltera y trabajarás en convertirte en una pareja.
A todos nos gusta ver los detalles antes mencionados y más si es una película romántica con los actores del momento, pero si nos toca pensamos: qué cursi, no acepto un simple café porque yo me lo puedo dar; soy una persona de alto valor, no puedo aceptar menos. Es aquí donde evidencio el egoísmo, la hipocresía y lo despiadado que se ha vuelto el mercado del amor. Se ha convertido en una burda subasta por quién da más en un mundo y sobre todo en un país (Perú) en el que muchos vivimos el día a día; luchamos con nuestros demonios internos, tristezas, ausencias y demás dolencias. Y en vez de darle el valor que se merece esa persona por darnos unos minutos de su tiempo en esta vertiginosa vida, preferimos un buen restaurante, un regalo de marca y un sinfín de objetos vacíos.
A muchas mujeres he escuchado decir que los románticos hemos mu**to, la verdad es que hemos sido “perseguidos, asesinados, y acusados de psicópatas, enfermos o intensos” como si en una cacería de brujas se tratara. Antes que me acuses de misógino, exagerado o de algún otro calificativo, querida lectora, en este artículo dejo de fuera a las personas que no supieron gestionar una negativa y actuaron en contra de como verdaderamente debe proceder un hombre real. Los románticos aún existimos, pero no esperes una persona tibia, fría o distante, somos todo lo contrario: apasionados al nivel que dejamos nuestro corazón en carne viva.
Comprendo que no existen autores para los gustos, que son diversos, pero te aseguro que se gana más estableciendo el nivel de interés desde un inicio y esto va para ambos sexos, porque nadie es santo, ni perfecto y si cometes un error no es de débiles decir: lo siento, pero de verdad, teniendo el nivel de conociencia para comprender en que fallaste y qué hacer para no repetirlo. Es importante tener en cuenta que el amor es un deporte extremo, de alto riesgo y si la otra persona se arriesga al lanzarse sin paracaídas y tu no, no esperes a que vuelva cuando estés decidido(a). Dicen que el amor es ciego y es totalmente cierto, pero siempre las personas dan señales y no pidas a la “persona ideal”, sino pide sabiduría para que puedas identificar dichas señales, porque nada vale más que tu salud mental.
Entonces ¿Qué queda por hacer? Lo que todos dicen: trabaja en ti, pero tranquilo(a) aquí te lo detallo: conócete: aprende qué te gusta y qué no, por qué piensas lo que piensas, cuestiona paradigmas familiares y sobre todo acéptate como eres; Pon límites: cuánto aguantarás para poner un alto y esto aplica en todo tipo de relaciones (amorosas, familiares, amicales, laborales); ve a terapia: es una pieza clave para los puntos anteriores. Como dice un actor, productor y director de teatro mexicano (Odín Dupeyron) “la terapia es parte de la canasta básica: leche, huevos, terapia, muchos huevos para ir a terapia”; trabaja en convertirte en la pareja que quisieras tener y por último, vive: a tu manera, con lo que tengas, como puedas, sin joder a nadie.