16/06/2025
STRIGOI (VAMPIRO)
La noche, es el momento que utilizamos para descansar; intentando relajar el cerebro de las diferentes actividades que al veces nos agobian durante el día. Pero también, es refugio de todo tipo de entidades, que deambulan entre las sombras, persiguiendo deseos ajenos que solo satisfacen, cuando dañan a los que estamos vivos.
……………
Corría el año 1656 en Kringa, un pueblo ubicado en la península de Istria a orillas del mar Adriatico; según se cuenta, una noche el párroco Giorgio, salió a su recorrido nocturno para asegurarse que las puertas del templo estén aseguradas con el fin de evitar robos.
Cuando de pronto, entre las calles contiguas al templo, vio deambular a una sombra vacilante que se asomaba de puerta en puerta, como si se tratara de un fisgón. Giorgio, pensando que podría ser un delincuente, decidió acercarse con su lampara para tratar de asustarlo.
Pero la sombra, al percatarse de la luz del farol, huyo inmediatamente entre los recovecos de las calles, al amparo de la oscuridad. Giorgio creyendo que había logrado hacerlo huir, solo atino al día siguiente a avisar a la guardia sobre las tropelías nocturnas de un ladronzuelo.
Es entonces, que a partir de esa fecha, empiezan a ocurrir calamidades en Kringa, comenzando por el fallecimiento de vecinos que vivían contiguos al templo; mucha gente pensó que podría tratarse de la peste, otros pensaron que era un ajuste de cuentas, esto debido a que la mayoría de víctimas presentaban cortes diminutos en diferentes sitios del cuerpo.
Cierto día, mientras Giorgio meditaba en la iglesia la causa de tales muertes; se acerco una señora que vivía en las afueras del pueblo, se trataba de la viuda de Jure Grando Alilović; un hombre que había fallecido hace semanas, al cual Giorgio realizo una misa para su funeral.
La viuda solicito hablar dentro del templo con el sacerdote, y ya acomodados en el recinto, ella empezó a contarle de su marido, que no la dejaba tranquila, que la visitaba de noche y comenzaba a maltratarla. Giorgio algo absorto al escuchar tal relato, no podía creerlo, porque Jure Grando estaba mu**to y enterrado 2 metros bajo tierra.
Ella siguió con su narración y acoto, que sospechaba que su esposo se había convertido en un STRIGOI, y que estaba casi segura que era el culpable de las muertes que estaban sucediendo en Kringa; debido a que ella, lo había visto de madrugada regresar del pueblo en dirección al cementerio, jadeando y con la boca manchada de sangre.
Giorgio algo confundido y asustado, solo atino a darle a la viuda algunos consejos referentes a la bendición de su hogar; luego, toda la tarde estuvo pensando en cómo probar que el pueblo estaba siendo atacado por un vampiro, sobre todo un STRIGOI.
Así que tomó la decisión de quedarse en una de las casas, donde recientemente había mu**to un vecino; previamente ilumino todos los ambientes con velas, después mando al resto de los miembros del hogar al segundo piso, y luego él se escondió en un armario de la sala, donde espero toda la noche.
Cuando las velas ya se habían consumido algo más de la mitad, Giorgio escucho unos pasos, y por una hendidura del armario pudo ver a un hombre encorvado parado de espaldas, luego este al voltear hacia el armario, mostro su rostro al párroco.
Giorgio se quedó estupefacto, era Jure Grando Alilović, estaba vivo…. o eso pensó en un primer momento, porque observándolo detalladamente, el párroco se dio cuenta de la increíble palidez de su rostro y manos, con unos ojos desorbitados y vidriosos, y una sonrisa en sus labios teñidos de sangre seca.
El sacerdote inmediatamente salió de su escondide, y con un crucifijo en la mano le grito:
“¡He aquí a Jesucristo, vampiro! ¡Deja de atormentarnos!”.
El grito alerto a las demás personas del segundo piso, y estas bajaron armadas con lo primero que encontraron. Entonces la criatura al verse rodeada, solo atino a realizar una sonrisa más grotesca en su rostro, dejando ver sus encías negruzcas, y con una rapidez antinatural se escabullo por la puerta.
Al día siguiente, Giorgio y los demás testigos del suceso, fueron al ayuntamiento a hablar con el prefecto Miho Radetić, dando testimonio de lo acaecido. En el despacho del alcalde, el párroco advirtió que esa entidad no era un vampiro común, sino que era un STRIGOI, que ya se había alimentado durante semanas de la sangre de inocentes, y que mientras más tiempo lo dejaran vivo, más difícil seria de acabarlo y más penurias traería a Kringa, debido a que su fuerza crece en base a la muerte que riega por donde pasa.
Ese mismo día, el alcalde hizo sonar las campanas del pueblo, advirtiendo a todos los habitantes del peligro que acechaba. Y las gentes de aquel lugar, invadidas por el miedo, tapiaron puertas, ventanas y techos, cerrando todos los negocios temprano.
Luego esa noche, Radetíc organizo una compañía de soldados que junto al padre Giorgio, fueron al cementerio a acabar con la criatura, pero cuando abrieron su ataúd…. no encontraron nada. Pensando que había sido la viuda de Jure Grande la que había escondido el cuerpo, fueron a su vivienda, ingresando violentamente en la casa, sin embargo, solo hallaron un gran charco de sangre fresca con despojos humanos.
La sed que el vampiro no sació durante su fallida cacería la noche anterior, la cobró con creces en la sangre y carne de su propia esposa.
La compañía no podía rendirse, sino el STRIGOI terminaría acabando con la población; así que Giorgio se acordó de las palabras que en vida le había dicho la viuda de Jure, que este regresaba al cementerio de madrugada; inmediatamente comunico esta información a los soldados y a Radetíc, y estos tomaron la decisión de apostarse entre las sombras de los cipreses que bordeaban el camposanto, aguardando en silencio mortal hasta que el vampiro apareciera.
Ya en plena madrugada, la compañía estaba estremecida por el frio y otros habían sucumbido al sueño, entonces, se escuchó el sonido de unos pasos en su dirección que cada vez eran más audibles.
De pronto, entre algunas antorchas que habían dejado junto a algunas lapidas del cementerio, pudieron ver a una figura encorvada que avanzaba con movimientos espasmódicos, era el STRIGOI. Este llego al sitio donde estaba su tumba, y con un susurro de madera vieja, la figura se deslizó de vuelta a su ataúd, cerrando la tapa con un golpe sordo, que estremeció el pecho de los hombres presentes.
Inmediatamente, Radetić mando a rodear el nicho con más antorchas y junto algunos soldados quito la tapa. En el cajón, se podía observar a Jure Grando reposando con los ojos cerrados, una sonrisa en la cara y los brazos cruzados sobre su pecho.
El padre Giorgio acercándose, le aproximo un crucifico al rostro del vampiro y le dijo:
“Mira STRIGOI, a Jesucristo, quien nos salvó del in****no y murió por nosotros. Y tú, STRIGOI, ¡no puedes tener paz!”
Después, el párroco empezó predicar algunas oraciones de exorcismo; luego, al estilo de una ceremonia, Radetić coloco una estaca sobre su pecho y con una comba, intento clavarla en su corazón, pero extrañamente la estaca no podía perforar el torso, al parecer el STRIGOI era ya muy fuerte.
Entonces, uno de los soldados de la compañía, cuyo nombre a quedado para la posteridad, llamado Stipan Milašić; se acordó que otra forma de acabar con este tipo de vampiros era mediante la decapitación, así que tomo su hacha de guerra, y de un solo golpe separo la cabeza del torso.
De pronto, un alarido desgarrador provino de la tumba, estremeciendo a los presentes; que luego vieron como la sangre negra y espesa salía a borbotones del cuerpo del vampiro, sangre que había consumido de sus víctimas.
Poco a poco, una calma sobrenatural se extendió por el camposanto. El aire, que momentos antes olía a podredumbre, ahora traía un tenue aroma a hierbas silvestres. Los hombres se miraron entre sí, el padre Giorgio miro a Radetić, y comprendieron sin palabras que aquel silencio era distinto: el STRIGOI había sido purgado. Kringa, al fin, respiraría tranquila.
Enterraron profundamente boca abajo el cuerpo y la cabeza de Jure Grando, y luego con las luces del amanecer partieron al Kringa, a dar la buena nueva. Desde ese momento en los registros del pueblo de Kringa perteneciente al reino de Croacia, quedo estipulado que en “1656: el mal fue vencido”.
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Con el paso de los siglos, la historia de Jure Grando Alilović se fundió con el folclore de la región, transformándose primero en leyenda y después en mito. Hoy, en el pintoresco pueblo de Kringa, en el corazón de Istria (Croacia), su nombre ya no suscita terror, sino curiosidad.
Los lugareños, lejos de esconder su oscuro legado, lo han convertido en emblema para el turismo.
FIN.