30/10/2025
En el imaginario mundial, el Monte Everest ha sido durante décadas el símbolo de la altura y la conquista humana. Con sus 8.848 metros sobre el nivel del mar, es el punto más elevado que puede escalar el ser humano desde los océanos. Pero hay una verdad menos conocida, y profundamente reveladora: el punto más cercano al cielo no está en Asia… está en el corazón del Ecuador.
A más de 6.263 metros sobre el nivel del mar, el volcán Chimborazo se alza en silencio sobre la cordillera de los Andes. Desde lejos parece dormido, cubierto por un manto blanco que refleja la luz del amanecer. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que su cumbre guarda un secreto que cambia la historia de la geografía terrestre.
La Tierra no es una esfera perfecta. Está ligeramente achatada en los polos y ensanchada en el ecuador. Y es precisamente allí, en esa franja que divide el planeta, donde se levanta el Chimborazo. Esa ubicación única hace que su cima se encuentre 2.100 metros más lejos del centro de la Tierra que la del Everest.
Dicho de otra manera: si medimos desde el corazón del planeta, el Chimborazo no solo supera al Everest… lo destrona.
Los científicos coinciden: la distancia desde el centro de la Tierra hasta su cumbre alcanza 6.384 kilómetros, mientras que el Everest apenas llega a 6.382. Dos kilómetros de diferencia que bastan para cambiar la forma en que comprendemos nuestro mundo.
Más allá de los números, el Chimborazo es un símbolo de identidad, fuerza y equilibrio natural. Su presencia domina el horizonte de la Sierra central del Ecuador, y su silueta ha acompañado a pueblos, viajeros y montañistas que lo consideran un guardián del cielo.
Desde su cumbre, el aire se vuelve escaso, la Tierra se curva, y el silencio se convierte en testigo de algo que pocos logran comprender: que el punto más alto del planeta no siempre está donde todos miran, sino donde pocos se atreven a buscar.
Así, en medio de los Andes, el Chimborazo continúa recordando al mundo que la grandeza no se impone, se descubre.