Nicoli

Nicoli Nicoli Gestor Cultural, publicaciones sobre ARTE, enigmas y misterios y mucho mas...

Hace un par de décadas, caminando junto a un extranjero, recién arribado a Arequipa, recibo su comentario al cruzar la v...
02/09/2025

Hace un par de décadas, caminando junto a un extranjero, recién arribado a Arequipa, recibo su comentario al cruzar la vía de Siglo XX de que aquel castillo español en medio de la ciudad era una joya y una grata sorpresa...Pero la sorpresa fue mía y, recuerdo haber pensado: "Si supiera que no es un castillo antiguo, apenas de 100 años, por lo tanto no es colonial y, tampoco es un castillo, sino que fungió de cárcel y por dentro está en ruinas y hoy, en parte, es un depósito municipal de desperdicios, pero... me hizo reflexionar de que al menos aquel casco de castillo que los arequipeños vemos a diario, en verdad es hermoso y único, digno de una acuarela y más, tan desperdiciado en su belleza para el turismo que como, el propio extranjero, brilla ante la mirada nueva...(Nicoli)"

LA COLA DEL DIABLO DE LA CATEDRAL  Por Pablo Nicoli Segura.En lo alto de las catedrales góticas de Francia, la leyenda d...
31/08/2025

LA COLA DEL DIABLO DE LA CATEDRAL
Por Pablo Nicoli Segura.

En lo alto de las catedrales góticas de Francia, la leyenda de la gargouille —un monstruo con forma de dragón que fue arrojado al Sena— dio origen a esas figuras de piedra que escupen agua y custodian los templos. La tradición medieval no hablaba de simples serpientes, sino de un demonio con alas, fauces y cola retorcida, como lo describe el Apocalipsis al referirse al Dragón que arrastra estrellas con su cola.

En Arequipa, esa memoria pétrea francesa parece haber viajado del viejo al nuevo continente. El púlpito barroco de la Catedral con su diablo de madera tallado guarda un detalle que muchos observadores confunden con una serpiente enroscada. Pero no es una serpiente. Es la cola del diablo, el remate de un dragón apocalíptico, emparentado con la gargouille francesa, símbolo de la lucha eterna entre la Palabra que se proclama desde el púlpito y la bestia que acecha bajo sus pies.
Fue, precisamente, el escultor galo Charles Buisine-Rigot quién por encargo talló el púlpito con su demonio en la ciudad francesa de Lille y lo envió a Arequipa en 1879, llegando a la ciudad en diciembre de ese año.

La piedra arequipeña, como la madera europea, habla en silencio: enroscada en esa columna que aplasta no está la astucia del reptil, sino la furia del Dragón con sus alas que tampoco son de murciélago como algunos creen.

Y quizá, cuando el eco de los rezos se extingue en la penumbra del templo, esa cola tallada y triangular recuerda al creyente que el Dragón nunca fue vencido del todo, y que su sombra aún aguarda, agazapada, en los rincones de la fe.

Fotos Nicoli, tomadas a la réplica del diablo de la catedral en una casa de Ferroviarios -propiedad de la familia Calle- hace más de una década y que muestra los detalles.

30/08/2025

Los tres ganadores de hoy sábado 30 de agosto de libros y que respondieron primeros y correctamente a las preguntas de cultura general sobre Arequipa.
-Cesar P. Cornejo, ganó el libro Mónica la condenada y otra leyendas.
-Rafael Fernando Montes Rivas, ganó el libro De cuando Vargas Llosa noqueo a Gabo.
-Ioseph Montes Rivas, ganó el libro Presencias.
Los libros podrán ser recogidos de Urb. El Palacio, primera etapa, K,4,A, Sachaca el día de mañana domingo, previa coordinación con la hora. Felicitaciones.
Celular 961790272, Pablo Nicoli.

30/08/2025
EL PRIMER ESPAÑOL QUE PISÓ AREQUIPAEl historiador tacneño Luís Cavagnaro Orellana en su importante obra “Materiales para...
30/08/2025

EL PRIMER ESPAÑOL QUE PISÓ AREQUIPA

El historiador tacneño Luís Cavagnaro Orellana en su importante obra “Materiales para la historia de Tacna”, basado en historiadores chilenos y peruanos, sustentado en crónicas de la época y documentos de archivo, nos dice que el primer español que estuvo en Arequipa en 1533 fue un soldado llamado Pedro Calvo de Barrientos o según otros, Gonzalo Calvo de Barrientos, quien estando en el valle de Jauja cometió delito de hurto y razón por la cual le mandaron a cortar las orejas, esto hizo que lo conocieran también con el apelativo del “desorejado”, esta situación de delincuente, acosado y molestado hizo que nuestro personaje pidiera al Inca, entonces cautivo, lo ayude y proteja, enviándolo a alguna parte de su reino, sin españoles y distante de Jauja. El Inca, muy recomendado y con su borla real como pasaporte lo mando en andas y junto a una mujer andina de quien el desorejado se había enamorado, al reino del actual Chile, en ese momento era un territorio distante, escondido y poco frecuentado.

FINAL PARA EL CUENTO DE JULIO CORTÁZAR: CASA TOMADA.Por Pablo Nicoli Segura.Nunca miramos hacia atrás. Caminamos sin rum...
22/02/2025

FINAL PARA EL CUENTO DE JULIO CORTÁZAR: CASA TOMADA.
Por Pablo Nicoli Segura.

Nunca miramos hacia atrás. Caminamos sin rumbo fijo, las calles desiertas, el aire fresco de la noche que no alcanzaba a disipar un leve temblor en las manos de Irene. Nos detuvimos en una esquina; la luz amarilla del farol parecía más sucia que nunca.

—¿Y ahora? —preguntó Irene, sin mirarme.

No supe qué decir. Era absurdo pensar en un hotel y sin dinero, o en casa de parientes que ya no estaban. La casa lo era todo. Todo estaba allí. De pronto, el afuera se nos presentaba tan ajeno como si nunca hubiéramos caminado esas calles.
Sin decidirlo, empezamos a caminar hacia Rodríguez Peña. Al doblar la esquina, sin proponérmelo, miré hacia el frente de la casa. Nada. Ninguna luz, ningún movimiento. Una sombra apenas más densa donde estaba el zaguán. Irene también se volvió un instante, pero enseguida bajó la vista.

—¿Dónde vamos a dormir? —preguntó entonces.

Me detuve. Había un banco en la plaza, frente a la casa. Dudé. La idea de alejarnos más me parecía peligrosa, como si la casa pudiera ofenderse. Nos sentamos en el banco. Irene se cubrió los hombros con los brazos, mu**ta de frío. Me miró por primera vez desde que salimos.

—No debimos dejarla.

La miré sin entender. Su voz no tenía reproche, sólo una tristeza tan densa como las sombras de los árboles. Había algo en su manera de decirlo, como si hablara de un pariente que se muere lejos, y uno no alcanza a despedirse.

—No había opción —dije.

Pasamos la noche en la plaza. La ciudad dormía con su respiración uniforme. Irene no volvió a hablar. Al amanecer, el canto de los gorriones rompió el silencio. Me puse de pie, entumecido. Irene permanecía sentada, inmóvil, mirando hacia la casa y unos niños subidos a su carrito de madera al vernos pasaron gritando desaforados y se perdieron en la profundidad de la esquina.

—Vamos —dije.

Ella se levantó sin una palabra. Caminamos lentamente hacia el frente. Me detuve a pocos metros del zaguán. La puerta seguía cerrada, como la habíamos dejado. La llave seguía en la alcantarilla, lo sabía bien. Y sin embargo, una sensación difícil de explicar se apoderó de mí.

—¿La escuchas? —pregunté.

Irene asintió. Apenas un murmullo, como un roce leve contra las paredes, una respiración tranquila. La casa estaba viva, ocupada, plena. Comprendí, con una certeza que me heló la sangre, que nunca había estado tan habitada.

Nos miramos mejor el uno al otro y nos descubrimos con nuestras mortajas puestas, antiguas, manchadas y raídas por el paso del tiempo y comprendimos.

No dije nada más. Tomé a Irene del brazo y seguimos caminando sin volver la mirada rumbo a nuestro nuevo hogar…

La casa, al fin era ocupada por una nueva familia y apellido y nuestras cosas ahora les pertenecían, porque los mu***os no pueden llevarse nada físico al otro lado; solo arrastran ecos, memorias que se disuelven con el tiempo, como el último suspiro antes del olvido.

21/12/2024

Recorriendo bajo la ciudad. Técnica Orson Welles

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