31/08/2025
LA COLA DEL DIABLO DE LA CATEDRAL
Por Pablo Nicoli Segura.
En lo alto de las catedrales góticas de Francia, la leyenda de la gargouille —un monstruo con forma de dragón que fue arrojado al Sena— dio origen a esas figuras de piedra que escupen agua y custodian los templos. La tradición medieval no hablaba de simples serpientes, sino de un demonio con alas, fauces y cola retorcida, como lo describe el Apocalipsis al referirse al Dragón que arrastra estrellas con su cola.
En Arequipa, esa memoria pétrea francesa parece haber viajado del viejo al nuevo continente. El púlpito barroco de la Catedral con su diablo de madera tallado guarda un detalle que muchos observadores confunden con una serpiente enroscada. Pero no es una serpiente. Es la cola del diablo, el remate de un dragón apocalíptico, emparentado con la gargouille francesa, símbolo de la lucha eterna entre la Palabra que se proclama desde el púlpito y la bestia que acecha bajo sus pies.
Fue, precisamente, el escultor galo Charles Buisine-Rigot quién por encargo talló el púlpito con su demonio en la ciudad francesa de Lille y lo envió a Arequipa en 1879, llegando a la ciudad en diciembre de ese año.
La piedra arequipeña, como la madera europea, habla en silencio: enroscada en esa columna que aplasta no está la astucia del reptil, sino la furia del Dragón con sus alas que tampoco son de murciélago como algunos creen.
Y quizá, cuando el eco de los rezos se extingue en la penumbra del templo, esa cola tallada y triangular recuerda al creyente que el Dragón nunca fue vencido del todo, y que su sombra aún aguarda, agazapada, en los rincones de la fe.
Fotos Nicoli, tomadas a la réplica del diablo de la catedral en una casa de Ferroviarios -propiedad de la familia Calle- hace más de una década y que muestra los detalles.