Reflexión, y motivación diaria.

Reflexión, y motivación diaria. Frases de motivación, frases de reflexión y videos de motivación y reflexiones
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01/09/2025
😢 El hombre que se desentiende de su hogar 💔No solo abandona a su mujer…abandona también la oportunidad de ser admirado ...
01/09/2025

😢 El hombre que se desentiende de su hogar 💔
No solo abandona a su mujer…
abandona también la oportunidad de ser admirado por sus hijos,
de convertirse en el héroe de su propia historia.

Cambia el respeto eterno por la comodidad momentánea.
El legado por la negligencia.
Y sus hijos, cuando crezcan, no recordarán lo que hizo…
sino todo lo que no estuvo dispuesto a hacer cuando más lo necesitaban.

Mientras ella se multiplica para suplir su ausencia,
él se encoge hasta volverse un extraño en su propia casa.
Los hijos aprenden a no contar con él,
a no invitarlo a sus planes,
a buscar en otros lo que su padre nunca supo dar.
Su lugar se llena de vacío,
y su ausencia se convierte en costumbre.

La mujer que sostiene un hogar sola,
no es mártir por elección…
es superviviente por necesidad.

Y el día que encuentre la fuerza para decir “basta”,
ese día él descubrirá que no perdió solo a una mujer extraordinaria…
sino también la oportunidad de ser el padre y el hombre que su familia necesitaba.

El hogar seguirá en pie,
porque ella aprendió a sostenerlo sin él.
Pero él se quedará con la verdad más amarga:
👉 Que lo tuvo todo…
y lo dejó escapar por egoísmo, por comodidad,
por dar por sentado lo que jamás debió darse por hecho. 💔

Amén 💗🙏
01/09/2025

Amén 💗🙏

🦠La vida nos da una lección e aquí su  moraleja.🦠Al llegar a esta etapa de la vida, el león ya no puede cazar, no puede ...
01/09/2025

🦠La vida nos da una lección e aquí su moraleja.🦠

Al llegar a esta etapa de la vida, el león ya no puede cazar, no puede matar ni defenderse. Vaga y ruge hasta debilitarse, entonces, será rodeado por las Hienas, mordisqueado y devorado. Ni siquiera lo dejarán morir para ser desmembrado.

La vida es corta, lo que sucede con el león, sucede también con nosotros los humanos.

No siempre seremos jóvenes
No siempre seremos los más fuertes.
No siempre estaremos en la cima.
No siempre seremos el jefe.
No siempre seremos el rey de la selva o rey de la vida.

Mientras la vida nos dé oportunidades, seamos humildes. Porque tarde o temprano, la vida nos pasará factura y vamos a cosechar justamente lo que sembramos.
El umbral de nuestra vida siempre vendrá.
Mira cómo vas y enmienda tu vida, aún estás a tiempo.
Un abrazo para tod@s.

𝐄𝐥 𝐇𝐎𝐆𝐀𝐑 𝐄𝐒 𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐄𝐌𝐏𝐑𝐄𝐒𝐀.Y si no funciona… no funciona nada.Porque escúchame bien: No puedes construir un imperio ...
01/09/2025

𝐄𝐥 𝐇𝐎𝐆𝐀𝐑 𝐄𝐒 𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐄𝐌𝐏𝐑𝐄𝐒𝐀.

Y si no funciona… no funciona nada.

Porque escúchame bien:
No puedes construir un imperio en la calle mientras tu casa es un campo de batalla.
No puedes hablar de riqueza si tu pareja y tú ni siquiera saben cuánto entra y cuánto sale al mes.
No puedes soñar con libertad financiera cuando en tu propia cama reina el caos, el desorden y las discusiones por dinero.

El hogar funciona con las mismas reglas que cualquier empresa seria:
Presupuesto.
Metas claras.
Estrategia financiera.
Compromiso total de los socios.

Una sola economía. Una sola visión. Un solo plan.

Si tu pareja piensa “lo mío es mío y lo tuyo es tuyo”...
Están jugando a ser solteros con contrato de matrimonio.
Eso no es un hogar. Eso es un experimento destinado al fracaso.

Y cuidado con esto:
Hay infidelidad física, sí.
Pero también existe la infidelidad financiera.
Y es igual de destructiva.

Ocultar deudas.
Mentir sobre ingresos.
Esconder compras.
Derrochar a escondidas.
Todo eso es traición.
Todo eso rompe la confianza.
Todo eso destruye familias.

Donde no hay orden financiero, hay peleas, estrés, ansiedad, desconfianza y separación.
Lo que empieza con “nomás me compré esto sin decirle”…
Termina en “esto no funciona, mejor nos separamos.”

Porque créeme…
El amor NO sobrevive cuando la deuda, el caos y la mediocridad se sientan todos los días en la mesa.

Una pareja que no sabe administrar… está condenada a sobrevivir, no a prosperar.

¿Quieres un hogar fuerte?
Que cada peso tenga nombre y propósito.
Que cada gasto se hable.
Que cada decisión se tome en equipo.
Que las metas sean de los dos.

Porque si los dos reman hacia el mismo puerto… el barco avanza.
Pero si uno rema y el otro agujerea el bote… se hunden juntos.

No se trata de quién gana más.
No se trata de quién aporta más.
Se trata de remar juntos, de construir juntos, de proteger el hogar como si fuera la empresa más importante de tu vida.

𝐅𝐢𝐧𝐚𝐧𝐳𝐚𝐬 𝐬𝐚𝐧𝐚𝐬. 𝐇𝐨𝐠𝐚𝐫 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞. 𝐀𝐬í 𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐲𝐞 𝐮𝐧 𝐥𝐢𝐧𝐚𝐣𝐞.

La abuela llegó sin avisar, como siempre.Traía ese aroma que no se olvida: a lavanda, a pan recién horneado… a infancia ...
01/09/2025

La abuela llegó sin avisar, como siempre.
Traía ese aroma que no se olvida: a lavanda, a pan recién horneado… a infancia feliz.

Al entrar, se topó con un caos digno de película: escobas en las esquinas, trapos por el suelo, platos hasta el cielo… y su hija corriendo de un lado a otro como si estuviera por llegar la reina.

—“¡Mamá, qué bueno que viniste! Pero no te sientes… esa silla aún no la sacudí.”

La abuela no dijo nada al principio. Solo observó.
Tenía esa mirada de quien ya entendió que lo importante no se barre.
Vio a su hija angustiarse por cada rincón sucio, como si el valor de su hogar —y de ella misma— dependiera del brillo del piso.

Entonces propuso:
—“¿Y si salimos a caminar? El atardecer está hermoso…”

—“Ay, mamá, no puedo… No quiero que pienses que vivo en el desorden.”

La abuela la miró con una mezcla de amor y verdad. Y le soltó algo que le cambiaría la vida:

—“Hija… no dejes que tus ollas brillen más que tú.”

—“¿Cómo?” —preguntó confundida.

—“Limpiar está bien… pero nunca a costa de tu alegría, tu descanso, tu salud.
Yo también fui como tú: creía que ser buena madre era tener la casa impecable.
Y sí, fui muchas cosas. Pero feliz… no.”

—“¿Por qué?”

—“Porque me perdí momentos que no vuelven. Abrazos, risas, juegos… todo por miedo a que el sillón se ensuciara.
Nadie recuerda el brillo de tus muebles…
pero todos recordarán si estuviste presente.”

Su hija no aguantó y lloró.
—“¿Y si alguien llega de visita sin avisar?”

La abuela sonrió:
—“Entonces verá un hogar real.
Y si juzga… que no vuelva.
Quien te quiere viene por ti, no por tu casa.”

La tomó de las manos y le susurró:

—“Quita el polvo si quieres… pero nunca borres tus ganas de vivir.
El polvo siempre regresa.
La vida… no.”

Esa tarde, la estufa quedó sin limpiar.
Pero el corazón se liberó.

Salieron. Rieron. Comieron helado. Hicieron fotos tontas.
Y al volver, la casa seguía igual: desordenada.
Pero llena de vida.
Y eso…
no se trapea, no se sacude, no se plancha.

Se guarda en el alma para siempre. ✨

EXCELENTE REFLEXIÓNCuando pierdas a tu padre, perderás a la persona que siempre te protegió, la que mejor te entendía, l...
01/09/2025

EXCELENTE REFLEXIÓN

Cuando pierdas a tu padre, perderás a la persona que siempre te protegió, la que mejor te entendía, la que todo lo soportaba, la que te daba valor cuando tenías miedo, la que te buscaba cuando estabas perdido.

Cuando pierdas a tu padre, nadie te recordará que seas fuerte si estás débil, ni te llamará cada día para preguntarte cómo te va y cuando cometas errores, la gente se molestará y tendrás que disculparte, porque solo tu padre aguantaba tu mal humor y te amaba incluso en tus peores momentos.

Cuando pierdas a tu padre, lo extrañarás cada Navidad y en cada cumpleaños, y cada vez que te suceda algo bueno querrás hablar con él para contárselo y te darás cuenta de que su silla está vacía y que jamás volverá a estar a tu lado.

Cuando pierdas a tu padre habrá personas que te conozcan pero nadie como él, habrá mucha gente que te quiera, pero no te querrán más que a ellos mismos como él te quería.

Cuando pierdas a tu padre el mundo será un poco más triste, más extraño, más pequeño y tú también. 🙏

A veces, el verdadero acto de amor…es cerrar la puertaUn día, una serpiente se metió en la madriguera de unos conejos.El...
01/09/2025

A veces, el verdadero acto de amor…
es cerrar la puerta

Un día, una serpiente se metió en la madriguera de unos conejos.
Ellos se arrinconaron, tensos, nunca antes habían recibido una visita así.
Pero la serpiente habló con voz suave, casi melancólica:

— No me teman… Estoy sola. No tengo amigos. Solo busco un poco de calor. En mí hay siglos de sabiduría que quiero compartir.

Los conejos se miraron. Dudaron. Pero decidieron darle una oportunidad.

Esa noche escucharon sus cuentos, sus leyendas, su tono hipnótico.
Hablaba como una filósofa. Como una de esas almas antiguas que parecen comprenderlo todo.

Y de pronto… mordió a uno.
Y desapareció.

La noche siguiente, volvió.

— No me echen —suplicó—. Ustedes saben que soy serpiente. Me cuesta no morder. Pero lo intento. Los amigos se aceptan con sus defectos, ¿no?

Los conejos, ingenuos y nobles, dudaron otra vez… y otra vez confiaron.
Conversaciones, risas, cercanía… y otra vez: mordió.

La tercera noche, la madriguera estaba cerrada con una piedra.
Desde fuera, la serpiente se enroscaba, silbaba, susurraba:

— ¡Perdón! Esta vez sí cambiaré.
Solo necesito una oportunidad más…

Pero nadie respondió.

Y entonces bufó con amargura:

— ¡En este mundo ya no hay lugar para los que piensan profundo!

Y desapareció entre las sombras.

Porque a veces, las criaturas más venenosas no vienen con colmillos al descubierto…
Vienen con palabras sabias. Con frases lindas. Con promesas de cambio.
Y aun así… muerden. Siempre muerden.

No lo olvides:
Si alguien te hiere una y otra vez —aunque se muestre sincero, aunque hable bonito, aunque cite a Sócrates o a Buda—
no lo dejes entrar más a tu vida.
Incluso si crees que ser bueno es aguantar.

A veces, el verdadero acto de amor…
es cerrar la puerta.

EL HOMBRE QUE NO SABÍA PEDIR PERDÓNLa primera vez que Clara vio a su padre llorar, ya era adulta. Una escena que parecía...
01/09/2025

EL HOMBRE QUE NO SABÍA PEDIR PERDÓN

La primera vez que Clara vio a su padre llorar, ya era adulta. Una escena que parecía lejana, casi inalcanzable, en medio de años de silencios, ausencias y gestos fríos que marcaron su infancia. Para ella, su padre siempre fue un hombre rígido, encerrado en su orgullo, incapaz de mostrar afecto, como si las lágrimas fueran una debilidad que no podía permitirse.

Durante años, sus palabras y gestos transmitieron más silencio que amor. La distancia se convirtió en un muro infranqueable, y en sus recuerdos permanecían respuestas secas, expectativas altas y castigos silenciosos. La imagen que tenía de él era la de un hombre que no sabía cómo decir “te quiero”, un hombre que nunca aprendió a pedir perdón.

Y así, con el paso del tiempo, Clara se fue alejando. Se fue a otra ciudad, se casó, tuvo hijos, y en las llamadas solo aparecían los momentos importantes. A veces, en su interior, le preguntaba a su esposo si alguna vez su padre recordaba su cumpleaños. La respuesta siempre era la misma: “No. Él siempre se olvidaba del tuyo”.

Pero la vida, que a veces cierra círculos de manera implacable, preparaba un final inesperado.

Una noche, su hermano la llamó con una noticia que estremeció su alma: su padre había enfermado gravemente, con una infección que lo mantenía en un hospital, allí, vulnerable, en su lecho de dolor. Clara dudó. No por resentimiento, sino por miedo a enfrentar los años de distancia, a qué decir, a qué no decir. ¿Podría aún existir un puente para llegar a ese hombre que nunca supo cómo amarla?

Finalmente, decidió ir.

El hospital olía a desinfectante y a recuerdos no dichos. Al abrir la puerta de la habitación, vio a su padre más delgado, con los ojos hundidos y un semblante cansado, que parecía cargar el peso de los años y de los silencios acumulados. Cuando la vio, su cuerpo tembló y se removió en la cama, como si su alma quisiese decirle algo que no encontraba las palabras.

—Hola, Clara —susurró, en un hilo de voz.

—Hola, papá —contestó ella, con una mezcla de miedo y esperanza.

Hubo un silencio que pesó en el aire, un silencio que parecía contener todos los años en los que no pudieron decirse nada.

—Estás igual que tu madre —dijo, mirando por la ventana, con una sonrisa triste.

—¿Y eso es bueno o malo? —preguntó Clara, con la voz entrecortada.

Él sonrió con dificultad, y en sus ojos se reflejaba una lágrima que no pudo contener.

—Es… justo.

El tiempo parecía detenerse, y en esa pausa, el corazón de ambos latía con la intensidad de una historia que nunca se había contado.

—Papá —susurró Clara, rompiendo el silencio—, ¿alguna vez te arrepentiste?

—¿De qué? —preguntó él, con una voz rota.

—De no haber estado, de no saber cuáles son mis colores favoritos, de no preguntar cómo me sentía, de no haberte dado la oportunidad de ser un padre de verdad.

Los ojos de su padre se cerraron por un instante, y una lágrima rodó por su mejilla, como si quisiera borrar los años en los que no supo amar, en los que solo conoció el silencio y la dureza.

—No sabía cómo ser padre —confesó, con una voz temblorosa—. Mi propio padre me golpeaba, nunca me dijo que me quería. Creí que ser hombre era ser duro, que no necesitaba nada más que llevar comida a la mesa. Pero ahora sé que eso no fue suficiente... que el amor es lo que realmente necesitamos.

—Pero a veces, papá, no bastaba con eso.

—Lo sé —susurró, con humildad—. Te fallé, hija. No tengo excusas. Solo puedo pedirte perdón... perdón por todos estos años en los que no supe ser tu padre.

Clara sintió un n**o en la garganta, una mezcla de dolor y alivio. Había esperado esas palabras desde que tenía seis años, y ahora, en ese instante, por fin estaban allí, en medio de ese silencio roto por la sinceridad.

—Gracias por decirlo —susurró, con lágrimas en los ojos—. No sabes cuánto lo necesitaba.

Él extendió su mano temblorosa, áspera pero cálida. Clara la tomó. En ese gesto, se fundieron en un abrazo que parecía sanar heridas invisibles, que devolvía la esperanza y la posibilidad de un nuevo comienzo.

—¿Puedo conocer a tus hijos algún día? —preguntó, con voz débil pero llena de amor.

—Claro. Les hablé de ti, aunque no sabía qué decirles... pero ahora sé que ellos también merecen conocer a su abuelo, aquel que está aprendiendo a amar, aunque sea tarde.

Clara asintió, con el corazón lleno de sentimientos encontrados. Sabía que ese momento sería un recuerdo que nunca olvidaría, una lección de vida que aprendió en carne propia: que un solo “perdón” puede sanar una vida entera.

Esa noche, al volver a casa, contó a sus hijos la historia del hombre que no supo pedir perdón, pero que, en su último aliento, logró encontrar la valentía para hacerlo. Y en sus corazones, ella les dejó una enseñanza: que nadie es demasiado tarde para empezar a amar, que nunca es tarde para pedir perdón y que, quizás, en ese acto de humildad, se puede encontrar la verdadera redención.

Porque, al final, lo que realmente importa es el amor que aprendemos a dar y a recibir, sin importar cuán tarde sea el momento.

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