19/08/2025
CUMBEMAYO.
En lo alto de la sierra andina, cerca de Cajamarca, yace un vestigio de piedra que parece desafiar al tiempo: el acueducto de Cumbemayo.
Tallado hacia el 1500 a. C., este complejo de canales zigzagueantes y muros de piedra revela un conocimiento sorprendente de ingeniería e hidrología. Sus constructores no solo desviaron el agua de una cuenca a otra con precisión asombrosa, sino que también dotaron a su obra de un carácter simbólico y ceremonial, como si cada surco en la roca dialogara con el cielo y la tierra.
Los canales, esculpidos en roca volcánica, fueron diseñados con tal detalle que controlaban la erosión y la pérdida de agua, reflejando una comprensión profunda del entorno. La utilidad práctica se entrelazaba con la espiritualidad, y el agua —fuente de vida— fluía bajo un orden que era tanto técnico como sagrado.
Alrededor, formaciones rocosas semejan figuras humanas y animales, guardianes pétreos que acompañan al acueducto y refuerzan la idea de que Cumbemayo no era solo un sistema hidráulico, sino también un espacio ritual.
Durante mucho tiempo fue considerado el monumento megalítico más antiguo de Sudamérica. Hoy, más allá de debates arqueológicos, permanece como un recordatorio del ingenio y la cosmovisión de aquellos pueblos andinos, que supieron unir ciencia, arte y espiritualidad en un mismo cauce de piedra.