02/09/2025
LA CASA DE CÉSAR VALLEJO ESTÁ IMPREGNADA EN SUS VERSOS
Así lo relata un visitante que conoció la humilde morada del escritor más grande que haya tenido el Perú.
-En el 2008 visité por primera vez la casa de César Vallejo, ubicada en Santiago de Chuco. Ni bien ingresé a la hermosa morada por el segundo portón, sentí la sensación de que sus diversos ambientes estaban impregnados con sus versos.
- Luego de observar el famoso zaguán (espacio cubierto situado dentro de una casa, que sirve de entrada a ella y está inmediato a la puerta de la calle), me detuve en el “cuarto verde”, donde nació el 16 de marzo de 1892, y me pareció escuchar su voz que no era más que un reclamo: “Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo”.
- Ya en el patio empedrado, rodeado por unos espacios angostos que bien podríamos decir que serían las veredas, recordé los siguientes versos: “Me esperará el patio, / el corredor de abajo con sus tondos y repulgos / de fiesta”; al ver el pequeño pozo de agua, llegaron a mi mente posibles imágenes de su niñez: “Ya no tengamos pena. Vamos viendo / los barcos ¡el mío es más bonito de todos! / con los cuales jugamos todo el santo día, / sin pelearnos, como debe de ser: / han quedado en el pozo de agua, listos / fletados de dulces para mañana”; frente a un poyo hecho de barro, semejante a una banca, los versos que escribió tras la muerte de su hermano Miguel: “Ahora yo me escondo, / como antes, todas estas oraciones / vespertinas, y espero que tú no des conmigo. / Por la sala, el zaguán, los corredores” y “Hoy estoy en el poyo de la casa, / donde nos haces una falta sin fondo!”.
- Cuando llegué a la cocina, me pareció un lugar en el que se había detenido el tiempo: allí el fogón, el cuyero, los utensilios, los batanes y el pequeño horno.
- Aquí el poeta solía atizar el fuego y recibir de vez en cuando algunos panecillos de María de los Santos, su madre, a quien por ese calor inextinguible de amor que le brindaba llegó a llamarla con cariño: “Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos / pura yema infantil innumerable, madre”.
- Cruzando al otro lado de la casa me encontré con un amplio jardín, y a la izquierda estaban dos ambientes importantes: la sala y el oratorio. En la “Sala de recibo” se observaban varias fotografías del vate y su familia, así como carteles en los que pude leer una interesante y extensa cronología de su vida, y recordé este significativo verso donde el poeta nos daba a entender que su madre solía obsequiarle en este lugar unos ricos panecillos: “En la sala de arriba nos repartías / de mañana, de tarde, de dual estiba, / aquellas ricas hostias de tiempo”.
Por fin llegué al oratorio, el espacio sagrado donde el poeta inició y desarrolló las bases de sus creencias religiosas ligadas al catolicismo que, aunque de manera heterodoxa, las mantuvo hasta los últimos días de su vida.
- A este lugar solía acudir con su madre cuando era niño; de ahí que años más tarde escribió arrepentido: “Ya no reiré cuando mi madre rece / en infancia y en domingo, a las cuatro / de la madrugada por los caminantes, / encarcelados, / enfermos / y pobres”.
- Visitar la casa de nuestro gran poeta peruano y universal ha sido lo mejor que me ha ocurrido en la vida. Allí me di cuenta de la importancia que tenía seguir escribiendo una biografía sobre su trajinada y significativa existencia.
- También me convencí de que Vallejo seguía vivo en esta hermosa casona, y que su memoria permanecerá eternamente gracias a su poesía.
Fotografías: Casa de César Vallejo. Santiago de Chico.