13/08/2025
Un día como hoy 13 de agosto de 1857 en Quiulacocha - Cerro de Pasco, en estas elevadas estribaciones, como una expresión del imponente y albo paisaje del Ande peruano, surge a la vida Daniel Alcides Carrión García. Desde su infancia, el preclaro espíritu de Carrión, como colocado por la Providencia en las cimas cordilleranas, tiene la visión de la grandeza telúrica del amplio horizonte que le rodea, con dimensiones de infinito y de eternidad, paisaje que contribuye a forjar el temple humanístico y heroico de Carrión, que más tarde habría de cristalizarse en sacrificio.
Su existencia plena de inquietud y orientada hacia la verdad, se desenvuelve en ese período 1857 - 1885 en que la filosofía fría, puramente racionalista, sucede a la filosofía de la naturaleza. El amor a “lo natural" conduce al romanticismo y a la exaltación del sentimiento que, en su plenitud, se concretó en el idealismo filosófico. La espiritualidad de Carrión, alimentada por las fuerzas morales de la filosofía de su tiempo, deviene así en renunciamiento de su propia vida, al inmolarse conscientemente en bien de la humanidad, en afanosa búsqueda del ideal y de la verdad.
Existencia admirable y ejemplar, la de este Prócer de la Ciencia Médica, cuya vida, pasión y muerte, se extiende a lo largo del camino romántico, en la misma época en que Werther, el personaje de Goethe se suicida por amor, y el corazón generoso de Carrión deja de latir por amor a la humanidad.
En las postreras horas del 5 de octubre de 1885, brotan de sus labios moribundos estas palabras: "Aun no he mu**to amigo mío, ahora les toca a ustedes terminar la obra ya comenzada, siguiendo el camino que les he trazado". Bella y poética admonición la del héroe, que explica su presencia y perennidad espiritual en todos los tiempos de nuestra Patria, de América y del mundo.
Sublime ejemplo que debemos enarbolar orgullosos la de aquel gran pasqueño, hermano nuestro, símbolo auténtico del Perú, como bandera de esperanza y de fe, al cumplirse hoy 168 años desde la fecha en que se encendió en los cielos de América, esa gran luminaria, que perdurablemente señalará, a sucesivas generaciones, la ruta del ideal, del bien y de la verdad.
VIVA CARRIÓN