29/10/2025
NO SE NECESITA UN DICTADOR PARA ACABAR CON UNA DEMOCRACIA.
Por: , investigador especializado en estudios latinoamericanos en el Consejo de Relaciones Exteriores.
Artículo publicado en el .
La presidenta Dina Boluarte se convirtió este mes en la tercera persona en cinco años en ser destituida de la presidencia en Perú. Con un índice de aprobación que apenas llegaba al 3 por ciento, se había convertido, según algunos cálculos, en una de las jefas de Estado más odiadas del mundo.
Tras su destitución, cabría pensar que el país estaría de celebración. Boluarte, que asumió el cargo de manera inesperada en diciembre de 2022 tras la destitución de su predecesor, fue ampliamente culpada por los peruanos de no haber impedido la matanza de manifestantes a manos de las fuerzas de seguridad del Estado y, posteriormente, una creciente oleada de violencia de bandas criminales, extorsiones y asesinatos. La toma de posesión como presidente interino de José Jerí, quien era el siguiente en la línea de sucesión como presidente del Congreso, con elecciones generales previstas para abril, parecería indicar que un nuevo comienzo podría estar cerca.
Pero en Perú, importa cada vez menos quién ocupa la presidencia. Durante años, el presidente ha gobernado más en teoría que en la práctica. El poder real de decisión se ha trasladado a una difusa coalición de actores políticos influyentes, muchos de los cuales han sido acusados de tener vínculos con redes de corrupción. Entre ellos se encuentran Keiko Fujimori, hija del último dictador de Perú y probable aspirante a la presidencia; el notorio dirigente partidista, José Luna Gálvez, y el legislador, Waldemar Cerrón, entre varios otros. Los peruanos saben que un nuevo presidente no significa necesariamente un cambio en quien gobierna: incluso después de la destitución de Boluarte, muchos siguen protestando por la incapacidad del gobierno para frenar el crimen organizado. . .
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