19/11/2025
Han pasado dos años y nueve meses desde que la vida decidió llevarse a Gustavo Espinoza Gonzales, esposo, compañero y sostén de la querida señora Vilma Colán Changañaqui, y aún hoy el vacío late con un dolor que parece no tener fin.
En cada rincón de su hogar, en las ausencias que duelen, en las noches que pesan y en los silencios que queman, Vilma ha tenido que aprender a vivir con una herida que ningún tiempo parece dispuesto a cerrar.
Hoy la vemos, a esta mujer chancayana noble y luchadora, enfrentando condiciones duras que jamás imaginó vivir… condiciones que la vida le impuso sin aviso, sin tregua, sin piedad.
La vemos resistiendo sola, con el peso de un duelo interminable, con las manos temblorosas pero el corazón firme, aferrándose a su hija, aferrándose a la memoria de su amado Gustavo, aferrándose a la esperanza, aunque a veces parezca lejana.
Pero incluso en medio de tanto dolor, incluso rodeada por sombras y dificultades, Vilma no se ha rendido.
Porque en lo más profundo de su alma, ella sabe que Gustavo no se ha ido del todo.
Que él vive en cada lágrima silenciosa, en cada recuerdo que la sostiene, en cada paso que da por su hija, por su familia, por la vida que construyeron juntos.
Él vive en su fuerza, en su ternura, en esa valentía inmensa que, aun rota, aun cansada, aún quiere levantarse.
Y ella va a renacer.
Sí, va a renacer.
Como el ave fénix, que renace de sus propias cenizas, Vilma volverá a ponerse de pie.
Volverá a soñar, volverá a luchar, volverá a respirar sin tanto dolor.
No porque el sufrimiento haya desaparecido, sino porque el amor —ese amor que tuvo con Gustavo, ese amor que hoy la sostiene— será más fuerte que cualquier tormenta.
Ella renacerá por su bienestar, renacerá por el futuro de su amada hija, y renacerá en memoria de Gustavo, quien desde el cielo seguramente la mira con orgullo, con ternura, con la misma devoción con la que la amó en vida.
Este no es el final de su historia.
Es el comienzo de una nueva etapa, una etapa en la que el dolor no la destruirá, sino que se transformará en fuerza.
Porque Vilma, con el corazón partido y el alma valiente, nos demuestra que incluso desde lo más profundo del sufrimiento… una mujer puede volver a levantar sus alas.
Y ella lo hará.
Por amor.
Por su hija.
Por Gustavo.
Y por ella misma.