29/09/2025
LUTO EN EL PUERTO, MURIÓ CONPOSITOR DEL HIMNO
Chimbote ha despertado con un silencio que no le pertenece, un vacío tan vasto como el rumor de su propio mar.
Dicen las gentes de buen corazón que este domingo, justo cuando el sol prometía una mañana de descanso, la vida se le escurrió de las manos al maestro Luis Murillo Cuba en el frío sosiego del Hospital III de EsSalud de Laderas del Norte. Y al irse, don Luis no se llevó solo el aire de sus pulmones, sino una hebra esencial del alma de esta tierra.
Fue el profesor Murillo, el trujillano que adoptó el puerto y se hizo más chimbotano que las gaviotas, quien le dio a esta ciudad el tesoro inmaterial de su himno. Una partitura que no es solo música, sino la respiración colectiva, el grito de orgullo que se anudó a la garganta de miles de almas.
Su melodía se ha quedado flotando en el aire, resonando en los pasillos de SIDERPERU, donde un día sus manos no solo administraron, sino que también hilvanaron sueños entre el hierro y el acero.
Desde aquel lejano 1984, cuando su letra triunfó entre cien murmullos a nivel nacional, la música de Murillo se volvió parte de la ciudad. Él, que traía el arte en la sangre, hijo de Ismelda Cuba y Luis Manuel, transformó la vocación en destino, asentándose en esta bahía desde 1973 para sembrar su arte.
Hoy, la Municipalidad Provincial del Santa ha arriado la bandera a media asta, reconociendo la magnitud de la obra que ahora pertenece a la eternidad. Pero son los ciudadanos, los amigos, los colegas—aquellos que vieron su vida dedicada a la docencia cívico-cultural tras su retiro voluntario de la empresa en 1991—quienes sienten el verdadero peso de la ausencia.
Se ha ido el hombre, el músico, el compositor de versos que se hicieron parte de la piel en Chimbote.
Pero queda su eco, un milagro cotidiano que se repite cada vez que un niño, un pescador o un obrero cantan su himno. Porque don Luis Murillo no falleció del todo; él simplemente ha comenzado a sonar con una orquesta más grande, la de la memoria, donde su obra se ha convertido en el símbolo inmortal de la identidad y el orgullo chimbotano. .
Y así, en el corazón de un puerto que llora, su música vivirá por siempre