09/07/2025
🟥🟥 Ernesto Ramos Fanola, uno de los últimos íconos de un periodismo con dignidad, de palabra firme, sin rodillas ante el poder ni precio en la conciencia. Su sola presencia frente a un micrófono inspiraba respeto, incluso entre quienes no compartían sus ideas. Maestro de generaciones, guía desde la ética, voz que enseñó que sí se puede informar sin arrastrarse.
Desde la radio, la televisión y la función pública, dejó huellas imborrables: gestionó como teniente alcalde la creación de la Caja Municipal Cusco y EMUFEC, pilares de desarrollo para la ciudad. Y como decano del Colegio de Periodistas, no se escondió cuando tocó decir verdades incómodas.
Pero como toda historia, esta también tiene su reverso.
Mientras Ramos Fanola enseñaba a no venderse, otros convirtieron el periodismo en un simple negocio. El canal que rechazó —CTC— se hundió en el descrédito. Allí Alejandro Soto dirigía un programa donde el libreto lo escribía quien mejor pagaba. Y no lo dice el rumor, lo prueban los videos.
Peor aún, el hijo del dueño de ese medio y uno de sus trabajadores fueron capturados cobrando S/ 4,000 como adelanto de una extorsión de S/. 10,000.00 ¿Periodismo? No. Chantaje con luces, cámaras y descaro.
No es coincidencia que Soto asesorara al exalcalde Luis Flores García, conocido por llenar tanques de gasolina de “periodistas” en vez de responder preguntas incómodas. En ese contexto, ser prensa significaba callar a cambio de favores.
Y fue precisamente Ramos Fanola quien alzó la voz cuando quisieron premiar a ese alcalde con una medalla honorífica del Colegio de Periodistas que el dirigió en dos ocasiones consecutivas. Su frase aún retumba:
“No estamos para premiar a autoridades por cumplir su trabajo. Yo hice lo mío sin sueldos, y jamás pedí una medalla.”
Su denuncia obligó al alcalde a devolver la medalla. Un gesto que recordó a todos que la dignidad no se regala: se ejerce.
Hoy, Cusco despide al maestro. Y al hacerlo, se mira al espejo.
Porque Ramos Fanola fue testimonio de que sí es posible hacer periodismo sin arrodillarse. Su legado es incómodo para los que siguen cobrando en sobres cerrados. Su voz sigue interpelando a los que prefieren callar por conveniencia.
Descansa en paz, Ernesto. Que tu ejemplo no muera con tu cuerpo, sino que incomode a los vivos… hasta que se atrevan a hablar con la frente en alto.