
14/07/2025
La Captura de Atahualpa y la Tragedia del Estadio Nacional (1964)
Durante la tarde del 16 de noviembre de 1532, Atahualpa se presentó acompañado por miles de servidores en la plaza de Cajamarca. “Atahualpa, conducido en su litera de oro, se detuvo en el centro de la plaza. Una vez en ese sitio preguntó por los cristianos. Sus capitanes le dijeron que se habían ocultado de miedo, pero el Inca mandó a unos indios a que lo buscaran. Pronto regresaron diciendo que los barbudos estaban escondidos en los galpones que rodeaban a la plaza. Tenían miedo, no cabía duda”. Atahualpa había ordenado a su general Rumiñahui esperar a las afueras de Cajamarca con hombres para apresar a aquellos hombres barbudos. El Inca no deseaba dejar escapar a los invasores.
Esa tarde el Inca Atahualpa estaba acompañado por miles de sirvientes y Francisco Pizarro tenía solamente a su mando a una decenas de hombres ¿Cómo fue posible la hazaña de capturar al Inca? Pizarro dispuso sus escazas tropas de la siguiente manera: “la caballería, al mando de Soto, Belalcázar y Hernando Pizarro, esperaría oculta en el interior de los galpones que daban a la plaza; la infantería, al mando de Juan Pizarro, saldría después de los caballos y estaría en los mismos galpones; y la artillería, confiada a Pedro de Candía, se emplazaría en el cerro de Rumitiana, lugar inmejorable para observar los movimientos del Inca. El Gobernador, a su vez, con veinticinco peones de infantería quedaría oculto en un templete ubicado en el centro de la plaza, de donde saldría directamente a prender al Inca que, según sus cálculos, estaría en su litera rodeado de una compacta multitud” Pues el gran aliado de los conquistadores fue la sorpresa, la turba y principalmente el miedo. “La apiñada multitud fue tomada de sorpresa y buscando instintivamente una salida empezó a retroceder. Los jinetes arreciaron el ataque, sonaban las trompetas, rugía la artillería, relinchaban los caballos y los infantes invocaban a Santiago (…) El bullicio era indescriptible, el miedo fue imposible de vencer”.
Cuatrocientos treinta y dos años después, en Lima, el 24 de mayo de 1964 las selecciones de fútbol juveniles de Perú y Argentina se enfrentaba por la clasificación para las Olimpiadas de Tokio 1964. La selección de fútbol de Argentina se adelantó en el marcador. Faltaban apenas unos minutos para el fin del encuentro, cuando Víctor “Kilo” Lobatón en una jugada discutida anotó el empate para la selección peruana. El árbitro uruguayo, Ángel Pazos Bianchi, anuló el gol por “jugada peligrosa” de Lobatón. El Nacional se enardeció ante un presunto “robo”. Algunos espectadores invadieron el campo para agredir al árbitro. La policía reaccionó contra uno de los invasores, lo redujeron y empezaron a golpearlo en el suelo. La tribuna se indignó y reaccionó violentamente. La policía lanzó bombas lacrimógenas en la tribuna norte, las puertas del Estadio Nacional estaban cerradas se desató un escenario dantesco el aire era irrespirable por las bombas lacrimógenas los cuerpos se comprimieron el miedo fue imposible de vencer. Según los diarios de la época, murieron trescientos veinte y ocho personas: la mayor tragedia en un Estadio de la Historia.
Al día siguiente de la tragedia en el estadio Nacional, el Dr. Del Busto fue testigo de los resultados terribles: muchas personas fallecidas por la asfixia producida por las bombas lacrimógenas y el miedo. El mismo miedo que los acompañantes de Atahualpa sintieron frente a los estruendos de las armas de fuego y las cargas de los caballos de los conquistadores.
Oliu de Juan B. Lepiani que representa la captura d'Atahualpa en Cajamarca, en la coquista española del imperio incaico en 1532. La obra de arte fue realizada entre 1920-1927 por Juan Lepiani.