26/08/2025
Este capítulo 66 de Isaías es el último del libro, donde el profeta Isaías ofrece una profunda reflexión sobre la verdadera naturaleza de la adoración a Dios, contrastando la falsa religiosidad con la fe genuina. Se abordan temas como el juicio venidero sobre los impíos y la restauración gloriosa de Israel. Es un capítulo que enfatiza la soberanía de Dios y su deseo de que su pueblo viva en santidad y obediencia, y no en rituales vacíos.
En los versículos 1-2 Dios no habita en templos, sino en corazones humildes “El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies…”. Dios recuerda que ninguna obra humana puede contener su grandeza. Lo que Dios busca no son edificios, sino corazones quebrantados y humildes. Lo que agrada a Dios no son solo rituales o religiosidad, sino un corazón que tiembla a su Palabra. Podemos tener iglesias hermosas, pero si no hay humildad y obediencia, Dios no se agrada.
En los versículos 3-6 El culto falso frente al verdadero y el juicio sobre los rebeldes. Los sacrificios sin obediencia son abominación: sacrificar sin fe era como matar un hombre u ofrecer sangre inmunda. No basta con asistir a la iglesia o cantar, si el corazón está lejos de Dios, el profeta anuncia juicio sobre los rebeldes y gozo para los justos. El pueblo fiel sufría burlas y persecución, pero Dios promete defenderlos. Los que permanecen firmes en la fe serán reivindicados y consolados, aunque hoy sean despreciados.
En los versículos 7-9 el profeta Isaías usa la imagen de una mujer que da a luz de manera sobrenatural y repentina. Jerusalén, que parecía estéril, será madre de muchos hijos. Esto apunta al restablecimiento del pueblo de Dios y a la expansión del Evangelio entre las naciones. Lo que parece imposible para los hombres, Dios lo hace realidad en un instante. En los versículos 10-14 consuelo y paz para Jerusalén. Dios compara su cuidado con el consuelo de una madre: “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo”. Promete paz como un río y prosperidad como un torrente. Dios no solo corrige, también consuela. El creyente encuentra en Él un amor tierno, lleno de paz.
En los versículos 15-21 Juicio con fuego contra los rebeldes y todas las naciones verán la gloria de Dios. Jehová vendrá “con fuego” para juzgar a toda carne. Los que practican idolatría y pecado recibirán destrucción. Esto nos enseña que el juicio de Dios es real y vendrá. No podemos vivir en pecado pensando que Dios no juzgará. Dios reunirá a todas las naciones y enviará mensajeros para anunciar su gloria. De entre los gentiles, Dios tomará también sacerdotes y levitas. Esto nos enseña que la salvación no es exclusiva de un pueblo, sino para todas las naciones. Hoy la iglesia es llamada a ser testigo en todo el mundo.
En los versículos 22-24 Cielos nuevos y tierra nueva, gloria y juicio eterno. Dios promete un orden eterno: nuevos cielos y nueva tierra donde morará la justicia. Pero también muestra el destino de los que se rebelaron: un castigo eterno, donde “su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará”. Esto nos enseña dos destinos eternos: vida con Dios o separación eterna. Cada persona debe decidir.
Isaías 66 cierra el libro mostrando el carácter de Dios: santo, justo y lleno de misericordia, que mira al humilde y contrito, pero que juzga al rebelde y al hipócrita. Esto nos enseña que, lo que Dios busca es un corazón humilde que tiemble a su Palabra, y que al final habrá solo dos caminos: la vida eterna con Él o el juicio eterno. Nosotros decidimos, ¿Cuál elige usted?.
