28/10/2024
Para muchos, Halloween es simplemente una noche divertida de disfraces y dulces. Sin embargo, desde una perspectiva cristiana, hay preocupaciones más profundas sobre esta festividad que es esencial considerar.
Primero, es vital recordar nuestras raíces. Halloween tiene orígenes paganos y, con el tiempo, ha sido asociado con prácticas y simbolismos oscuros. El cristianismo enfatiza la luz, la verdad y la pureza. "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?" (2 Corintios 6:14). Esta clara admonición sugiere que debemos evitar prácticas que glorifiquen lo oscuro y lo malévolo.
Otro punto a considerar son los símbolos que predominan en Halloween: brujas, fantasmas, demonios, entre otros. Estos símbolos, en muchos casos, representan lo contrario a lo que enseña la Biblia. Efesios 5:11 dice: "Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas". Al participar en festividades que glorifican estos símbolos, podríamos estar indirectamente participando en las "obras de las tinieblas".
También es importante pensar en el mensaje que se envía a los niños. Si bien puede parecer inofensivo permitir que se disfracen y recojan dulces, el trasfondo de Halloween puede enseñarles a trivializar lo espiritual y lo maligno. Como cristianos, se nos llama a "instruir al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Proverbios 22:6). Esto implica guiarlos en la dirección correcta y enseñarles a discernir entre el bien y el mal.
Por último, 1 Tesalonicenses 5:22 nos instruye a "abstenerse de toda forma de mal". Esto no significa que aquellos que celebran Halloween sean inherentemente malos. Sin embargo, como cristianos, nuestra misión es seguir el camino de Jesucristo y ser "sal de la tierra" y "luz del mundo" (Mateo 5:13-14).