11/12/2025
La chica se hizo una prueba de ADN por diversión y descubrió algo aterrador… A veces, la verdad no llama a la puerta; irrumpe en tu vida cuando menos te lo esperas.
La noche había estado llena de risas y el tenue murmullo de la música pop en un apartamento de estudiantes en Miami. Chloe Rogers, una universitaria de 23 años, estaba recostada en el sofá con sus amigas mientras Daniel, su compañero de clase, agitaba una pequeña caja blanca en el aire.
«¡Venga, chicos! ¡Hagámonos todos una prueba de ADN!», dijo sonriendo.
Lucy soltó una risita, echándose el pelo hacia atrás. «¿Te refieres a esos kits de genealogía? ¿Por qué no? Quizá sea de la realeza en secreto».
Chloe rió, dando un sorbo a su vino. «Si yo soy una princesa, Daniel probablemente sea un vikingo». No tenía ni idea de que esa broma se convertiría en el último momento de su vida normal.
Llenaron los tubitos con saliva, los etiquetaron y los enviaron por correo; un simple experimento universitario para matar el aburrimiento. Para Chloe, era una distracción tonta. Su familia había vivido en Nueva Inglaterra durante generaciones; su padre era abogado y su madre profesora de baile. Nunca se había preguntado de dónde venía.
Dos semanas después, se suponía que llegarían los resultados. Chloe no le dio mucha importancia, hasta que una tarde, mientras la lluvia repiqueteaba en la ventana de su residencia, su teléfono vibró.
Correo electrónico: Resultados de su prueba de ADN (URGENTE).
Hizo clic. Pero en lugar de coloridos árboles genealógicos, una advertencia roja apareció en la pantalla:
«Su cuenta ha sido bloqueada. Póngase en contacto con nuestro Departamento Legal de inmediato. Su muestra de ADN coincide con un perfil relacionado con un caso penal sin resolver».
Sintió un vuelco en el estómago. Le temblaban las manos. «¿Qué… qué es esto?», susurró…