09/09/2025
La última vez que tuve una discus1ón con mi papá fue apenas ocho días antes de que partiera… y todo por un detalle tan mínimo como mi cabello.
A mí me gustaba llevarlo largo, pero a él no le agradaba. Me dijo que no me veía bien y, con mis 18 años y esa rebeldía propia de la edad, le respondí de forma muy dura. Jamás imaginé que esa sería nuestra última conversación. Durante cinco años cargué con una gran culpa, repitiéndome: ‘¿Cómo pude contestarle así?’.
Con el tiempo entendí que estas cosas suceden, que nadie está preparado para despedirse, y que el amor de un padre no se mide por un mal momento.
Hoy siento que nuestro lazo es incluso más fuerte que cuando estaba aquí. Es difícil de explicar, pero percibo que me acompaña y me impulsa desde donde esté. Recuerdo con especial cariño que, en sus últimos meses, ya no quería manejar, así que yo lo llevaba hasta la terminal de buses.
En una de esas ocasiones me dijo que había escuchado una canción nueva mía; fue de las pocas veces en que reconoció mis logros como artista. Nunca me pedía nada, pero cuando estábamos con familiares o amigos, solía llamarme: ‘Juan Esteban, toque algo con la guitarra’. Y yo lo complacía feliz. Esa es la memoria que guardo para siempre: él disfrutando de mi música, mientras entendía que el amor verdadero se encuentra en esos gestos simples que, al final, se vuelven eternos.