26/06/2025
🔴 || 🐃 YAWAR SIN FIESTA: CUANDO EL TORO MUERE, MUERE TAMBIÉN LA IDENTIDAD
𝙍𝙚𝙛𝙡𝙚𝙭𝙞𝙤́𝙣 𝙨𝙤𝙗𝙧𝙚 𝙡𝙖 𝙘𝙤𝙧𝙧𝙞𝙙𝙖 𝙙𝙚 𝙩𝙤𝙧𝙤𝙨 𝙘𝙤𝙣 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙩𝙚 𝙚𝙣 𝙎𝙖𝙣𝙩𝙤 𝙏𝙤𝙢𝙖́𝙨, 𝘾𝙝𝙪𝙢𝙗𝙞𝙫𝙞𝙡𝙘𝙖𝙨 - 𝙅𝙪𝙣𝙞𝙤 2025.
Un hecho inédito que resquebraja la memoria colectiva.
Este 25 de junio de 2025, en la monumental plaza de toros de Santo Tomás, capital de la provincia de Chumbivilcas, se quebró algo más que la piel de un toro bravo. Se fracturó la continuidad de una tradición milenaria, se introdujo un modelo ajeno, y se ofendió el corazón cultural de un pueblo que ha hecho del toro su espejo, su hermano, su desafío, pero nunca su víctima.
Por primera vez en la historia viva de esta tierra brava, se ejecutó una corrida al estilo español, con todas las reglas de la tauromaquia con consiguiente muerte del animal como clímax del acto taurino. Lo que para algunos fue un "espectáculo de categoría", para la mayoría fue un acto disonante, casi sacrílego, que no encajó en la sinfonía espiritual de Chumbivilcas, y dejó un silencio pesado en el alma del pueblo.
El toro chumbivilcano: compañero de danza, no enemigo de sangre.
En Chumbivilcas, a diferencia de otros lugares del Perú donde se practica la tauromaquia con espada y estoque, el toro no se mata: se respeta.
Es una presencia totémica. Una fuerza natural que encarna al cerro, al rayo, al abismo y a la vida misma. Así lo entendieron los qorilazos que, por generaciones, se lanzaron a la arena sin otra arma que su poncho, sin más protección que su coraje y la herencia de sus ancestros.
Arguedas, en Yawar Fiesta, capturó con fidelidad este espíritu: “No se le mata al toro por venganza o por dominio, se le enfrenta como a un hermano rebelde. Y si el hombre cae, lo hace como cae el rayo sobre la puna: de pie, con los ojos abiertos al cielo.”
El toro chumbivilcano no es trofeo ni enemigo, es un igual. Y sobre ese vínculo se han compuesto canciones y poemas, se han bordado ponchos, se han contado leyendas, y se ha moldeado el temple del qorilazo.
La poesía que nació del respeto, hoy fue herida por la espada. No se puede entender la fiesta taurina de Chumbivilcas sin oír sus canciones. Sin sentir cómo nuestras bandas típicas al comando del “wacawaqra” se alzan con el viento y nuestras guitarras y mandolinas vibran al latido del corazòn, cómo los versos nacen del alma y no del espectáculo.
“Mapas cacharimuy yana turuykita, soltero punchuchayhuan Sorterapusayki...”
“Torito matrero de una corrida no me anuncies mi mala suerte;
si me anuncias mi mala suerte, sal a la plaza y lidiaremos…”
“No hay mayor felicidad para mí que ver a los toros matreros
en la plaza Chumbivilcas…”
Son cantos que celebran el valor sin violencia, la danza sin muerte, el momento en que el toro y el hombre se miran como reflejos de una misma furia digna.
Hoy, esos cantos fueron silenciados por la agonía, no pudieron desbordar del corazón del Qorilazo. El toro cayó no como en nuestros cantos y leyendas, sino entre aplausos confundidos y una atmósfera ajena, donde la muerte no fue ritual, sino artificio.
El argumento de la categoría no puede justificar la pérdida del alma
Quienes defienden esta forma de corrida dicen que la monumental plaza de toros de Santo Tomás “merece” estar al nivel de las grandes del país. Que se requiere “profesionalización”. Que se debe atraer turismo.
Pero Chumbivilcas no necesita disfrazarse para ser grande. Ya lo es.
Aquí no se mide el prestigio por los aplausos del foráneo, sino por el latido hondo de sus cerros, por la coherencia de su alma colectiva, por la herencia viva de su gente, de su historia. Y esa monumentalidad no está en emular a Lima o u otro lugar del mundo, sino en mantener viva una cultura única en el planeta: la del qorilazo que no mata, pero enfrenta, que no hiere, pero reta, que no busca la sangre, sino la valentía sin barbarie.
Hoy, la fiesta se vistió de luto. Y el Qorilazo bajó la mirada.
Las “tardes de sol y de sangre” —como se llaman poéticamente las jornadas taurinas en Chumbivilcas— hoy no encendieron el pecho del pueblo. Lo apagaron.
El toro no rugió: se ahogó.
La música no vibró: titubeó.
El hombre no danzó: ejecutó.
Y muchos, al salir de la plaza, sintieron un vacío extraño, como si hubieran traicionado algo sagrado. Como si los versos de los abuelos no tuvieran ya sentido. Como si el eco de la montaña y de la historia les reclamara.
Que no se sacrifique la identidad por un aplauso importado.
Modernizar no es matar la raíz.
Profesionalizar no es renunciar al alma.
Y dignificar no es copiar.
Chumbivilcas debe caminar hacia adelante sin dejar de mirar al corazón de su cultura, sin olvidar que su fortaleza reside no en parecerse a otros, sino en defender lo que la hace incomparable.
Porque si el toro muere como en cualquier otro lugar, entonces ya no estamos en Chumbivilcas.
Que el toro vuelva a vivir, para que viva también el Qorilazo.
Que la monumental plaza sirva para consagrar lo propio, no para importar lo ajeno.
Que el toro vuelva a correr libre, bravo, digno.
Que el Qorilazo vuelva a ser símbolo de valor sin muerte.
Que las canciones resurjan con el alma intacta, y que el corazón chumbivilcano no se acostumbre nunca al aplauso de la muerte.
“Allí donde el toro y el hombre bailan su destino sin matarse, hay más verdad que en toda la gloria de la muerte vana.”
📌 José María Arguedas, Yawar Fiesta.