05/10/2025
Publicado en Diario Uno el domingo 05 de octubre de 2025
Gnarly Fanzine
JC Montoya - Delirios Pain
¿LA TIMBA O LA VIDA?
Abandone toda esperanza aquel que abrace un trabajo estable en el sistema capitalista. O, lo que es lo mismo, aquel que se lance a ese gran salón del mercado mundial sin saber que no son personas con las que tratará, sino un juego cuyo sistema de reglas es un sinsentido total. En el juego de la vida juega el grande y juega el chico, juega el blanco y juega el negro, juega el pobre y juega el rico.
Como ya hemos analizado en mis publicaciones anteriores, mientras la magnitud de riqueza producida se define en la producción de valor, la magnitud de la apropiación de valor —por parte de cada uno de los agentes de la economía— se define en el mercado a través de los precios. Entonces, la apropiación puede ser más pequeña que la producción. Por ejemplo, si mi apropiación es más pequeña que mi producción quiere decir que hay alguien que, inversamente, tuvo una apropiación más grande que su producción. El juego consiente y legaliza en sus reglas un proceso injusto de transferencia de valor.
El salario que el trabajador recibe es el precio que se paga por la fuerza de trabajo —es una mercancía más— y el precio del salario puede ser más mayor o menor que el valor. Es el precio de la mercancía fuerza de trabajo que determina que los trabajadores se apropien de menor valor del que producen. Pero, aunque sea improbable, la transferencia exacta entre valores puede ocurrir. De hecho, a veces ocurre. En ese caso, cuando la proporción de cambio entre las mercancías garantiza que los dos bandos estén en la misma magnitud de riqueza, significaría que la producción y la apropiación son iguales. Eso sólo ocurre cuando los precios corresponden a las verdaderas magnitudes de los valores. Tal concepto sería el de correspondencia. Aún si la correspondencia se diera, sería un error decir que los precios y los valores son iguales —o distintos— de los valores, porque son cosas totalmente diferentes. Tienen dimensiones diferentes. No hay posibilidad de relación de igualdad entre ellos. Lo que hay es la posibilidad de correspondencia, lo que significaría que los precios garantizan un intercambio de iguales riquezas producidas. La transferencia sería de cero. ¿Por qué no se podría decir que son iguales? Porque la magnitud de valor sí se puede medir en precio más no así la fuerza de trabajo, ya que ésta no puede valorizarse al ser la fuente que crea todo el valor.
Pero en la locura del juego actual, la fuerza de trabajo tiene también un valor y normalmente —sobre todo en los países sudamericanos— los salarios, que son el precio de la fuerza de trabajo, no corresponden a los valores. Casi siempre el salario es inferior al que sería el precio correspondiente al valor, pero hay que tener mucho cuidado porque la plusvalía no se define de esa manera. La plusvalía es otra cosa que no tocaremos aún en este texto. Entonces, aquí lo importante es entender que el concepto de producción es diferente de el de apropiación y de el de transferencia y también hay que entender la teoría de correspondencia entre precios.
Esto significa entonces que los precios de las mercancías pueden distanciarse del valor y de hecho se distancian mucho. La pregunta del millón de dólares —¡literal!—, entonces, sería: ¿Esa distancia puede ser muy grande? Increíblemente la respuesta sería que sí (pero, consideren que estamos en el sistema capitalista en el que las reglas no tienen sentido). Sí, podría ser muy grande. Pero, ¿esa distancia puede ser muy grande por mucho tiempo? Más increíblemente la respuesta es que sí. Pero, el pero es más importante que el sí. Porque resulta que todo eso depende si los precios se distancian pero para ser mayores, de manera que el productor gane más magnitud de valor de lo que su compra de fuerza de trabajo produjo. Entonces, sí es posible que los precios se distancien por mucho tiempo así y ese sería en la práctica el caso de las empresas monopólicas. Pero, una distancia grande no pueden sostenerse en el tiempo si la diferencia es hacia ser menor. Si el valor generado por la fuerza de trabajo tiene menos precio en el mercado que la magnitud que genera no se podría y ello terminaría matando al productor. Esa empresa no se podría sostener porque no generaría incremento de la tasa ganancial para el capitalista. En la locura del sistema no importa la magnitud de valor generada. Si no se genera incremento se acabó el capitalismo.
Pero, si el productor logra salirse antes del sector afectado de esa mercancía y se va a producir otra cosa, entonces, se salvaría. Acabamos de entender cómo funciona la bolsa de valores. ¡Ya podemos ir a jugar! ¿Qué pasaría entonces? Se reduciría la oferta de ese producto y —como ya sabemos como funciona la oferta y la demanda— la reducción de esa oferta implicaría el aumento de sus precios. Y así luego de un tiempo tendríamos otra vez producción ya que el mercado la reclamaría por la baja oferta que generaría el incremento de demanda. Pero —los peros no paran— todo va a depender de si la oferta, por más que suba o baje, tiene aún demanda o no. Y esa demanda va a depender de las condiciones materiales de existencia de la sociedad. Entonces, ¿en la teoría marxiana del valor los precios se determinan por la oferta y la demanda? Sí, pero dentro de ciertos límites que son los establecidos por el valor. Porque si los precios son muy altos en unas sociedades de consumo y producción; es decir, por encima del valor, es porque hay otras sociedades que puede transferir mucho valor para esas otras sociedades que tienen precios muy altos. Si los precios se distancian hacia la baja, tiene que existir la posibilidad de que por lo menos se permita la sobrevivencia de los productores. Entonces, en realidad, la oferta y la demanda determinan los precios pero, para entender todo, se necesita explicarlas con la teoría del valor-trabajo marxiana. Si no se hace así, entonces, nos volvemos tontos —como Menger, von Mises o von Hayek— y pensamos que todo el valor es subjetivo y a la mi**da toda la teoría.
En el juego de la vida nada te vale la suerte porque al fin de la partida gana el albur de la muerte.