14/12/2023
EL EVANGELIO COMIENZA EN CASA
Por M.F. Vasconcelos - Predica La Palabra
La razón por la que Dwight L. Moody nos dice que no le interesa escuchar a un hombre hablar de cristianismo si no trata bien a su esposa, es porque es una contradicción escuchar a cualquier persona hablar de Dios si NO obedece Su Palabra. Notemos que no se refiere solamente a quienes predican, sino a cualquier cristiano en general. En la Biblia vemos el mandamiento de Dios de como un hombre debe tratar a su esposa y tristemente muchos hombres que se identifican como cristianos ni siquiera ocultan o disimulan su trato áspero y desconsiderado hacia su cónyuge. He tenido la triste experiencia de compartir con hombres que se identifican como creyentes y bromean sobre la “carga” o “castigo” que les constituye estar casados, y esto delante de sus esposas, y aunque estos son “chistes” muy comunes en el mundo, somos la Iglesia de Dios, llamados a salir del sistema pecaminoso del mundo y a renovar nuestra mente por Su Palabra. He notado también que muchos hombres que presumen lo “espirituales” que son sus esposas y tratan de colocar en ella la carga de dirigir espiritualmente a la familia (lo cual va contra el orden establecido por Dios), son autoritarios y prepotentes hacia ellas en todas las demás áreas, de modo que la superioridad espiritual de sus esposas es solamente un indicativo del pobre papel que como cabeza de sus hogares ellos juegan en cuestiones espirituales. Si USTED es marido y padre de familia, Dios NO le dio una “sacerdotisa” en su hogar, le dio una ayuda idónea para que lo respalde, NO para que lo dirija espiritualmente, tampoco para anularla en todos los demás aspectos, y es a USTED a quien Dios pedirá cuentas de su hogar.
En la Biblia vemos que Dios creó al hombre y la mujer para mutua compañía, para procreación, para disfrutar el uno del otro y ayudarse mutuamente. Dios estableció un orden en el cual el hombre es la cabeza o autoridad sobre la mujer, de la misma manera que el Padre es cabeza de Cristo (1ª.Corintios 11:3; Efesios 5:23). Y aunque El Padre y Jesucristo son iguales en deidad y atributos, hay un orden establecido por Dios, en el cual Cristo se sujeta al Padre, el hombre y la mujer son iguales ante Dios, dotados ambos de inteligencia e iguales posicionalmente delante de Dios en salvación, justificación y redención, sin embargo, hay un orden en el cual Dios estableció que el hombre fuese cabeza sobre la mujer. Vemos también que el matrimonio entre un hombre y una mujer es figura de la relación de Cristo con Su Iglesia, esto en el sentido de amor, protección, provisión, autoridad, guianza y cuidado que un hombre debe proporcionar a su esposa y por parte de la esposa en sujeción, respeto y honra que la mujer debe dar a su esposo.
En las instrucciones acerca de la relación matrimonial vemos que se manda al hombre No ser áspero con su esposa (Colosenses 3:19), amarla como a su propio cuerpo (Efesios 5:28), amarla como Cristo amó a Su iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25), vivir con ellas sabiamente y honrándolas como a vaso más frágil (1ª.Pedro 3:7) y a las mujeres les manda sujetarse a la autoridad de su marido EN EL SEÑOR (Colosenses 3:18), de la misma manera que la Iglesia se sujeta a Cristo (Efesios 5:24), amar a sus maridos y a sus hijos (Tito 2:4); y sujetarse incluso a los maridos no creyentes para ganarlos para Cristo mediante su conducta (1a.Pedro 3:1), es claro que aquí se refiere a aquellas mujeres que vienen al Señor después de haberse casado.
Hay tres instrucciones que Dios nos manda en Su Palabra tanto a hombres como a mujeres, la primera está en el Sermón del Monte, y se refiere al adulterio en el corazón que a los ojos de Dios es igual al adulterio en la práctica (Mateo 5:28); la segunda se refiere a no negarse el uno al otro para no dar lugar a la tentación (1a.Corintios 7:5), lo cual nos muestra claramente que la intimidad en una pareja es un acto consentido que NO puede ser forzado u obligado, y la tercera es el mandato de que nos apartemos de inmoralidad sexual y que cada uno sepa tener su propio vaso (cuerpo, algunas versiones traducen “esposa”) en santidad y honor NO en pasiones de concupiscencia (lujuria) como los incrédulos que no conocen a Dios, así mismo manda que nadie peque y defraude a su hermano en este asunto, ya que Dios es vengador en todas estas cosas (1ª Tesalonicenses 4:4-6).
El adulterio en el corazón es un pecado que se ha vuelto más y más común a medida que la moral de la sociedad en que vivimos se va degradando y la televisión y las redes sociales tienen cada vez menos censura. Como hombre y cabeza de su hogar es importante recordar que SUS PECADOS afectan a toda su familia, triste es decirlo muchos ya ni siquiera sienten vergüenza por sus pecados y los exhiben públicamente en sus redes sociales y aun en sus conversaciones, recordemos que de la abundancia del corazón habla la boca, y ahora también sus redes. Guarde su corazón, aparte el pecado de su vida, si su teléfono le es ocasión de caer, reduzca el tiempo que pasa en él, y si USTED ya es un adicto a su celular y este lo lleva a pecar, aplique el mandato del Señor, córtelo y échelo de usted. Recuerde que vivimos nuestra vida en la presencia de Dios.
El mandamiento de Dios es amar a nuestras esposas, así como Cristo amó a Su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25). Si USTED está casado y se identifica como cristiano, es un mandamiento de Dios para usted, y ya sea que sirva en su congregación en la predicación y la enseñanza o no lo haga, su primer campo de misión y evangelismo es su propio hogar.
Bendiciones.