03/01/2024
“EL NOMBRE DE JESÚS, DULCE Y PODEROSO”.
El dulce Nombre de Jesús es santo y santificante: (Sagrada Escritura).
🟡El nombre de Jesús es un nombre celestial. Como en el caso de San Juan Bautista y de otros grandes elegidos de la sagrada Escritura, el nombre de Jesús viene del cielo, es elegido por Dios. Un ángel del Señor le dice a San José: «Le pondrás por nombre Jesús, porque es Él quien salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21). Y «cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción» (Lc 2, 21).
🟡Todo se deja por el nombre de Jesús, para estar con Él y seguirle donde vaya, para darlo a conocer y a amar:«a causa de mi nombre» (Mt 10, 22; 19, 29; Mc 13, 13), «predicar el nombre de Jesús» (Hch 9, 28), «hablar en nombre de Jesús» (4, 18; 5, 40), «creer en su Nombre» (Jn 2, 23), creer en «el nombre del Hijo único de Dios» (3, 18).
🟡Por el nombre de Jesús se sufre lo que sea, hasta morir por Él. Los Apóstoles se alegran de «sufrir ultrajes por el Nombre» (Hch 5, 41).
🟡Es Jesús el nombre de quien nos consigue la salvación: «ningún otro nombre nos ha sido dado bajo los cielos en el que podamos hallar la salvación» (Hch 4, 12).
🟡En el nombre de Jesús podemos orar al Padre celestial. Oramos al Padre «en el Nombre de Jesús»; «lo que pidiereis en mi nombre» al Padre»; «si me pidiereis alguna cosa en mi nombre» (Jn 14, 13-16; Ef 5, 20). «La oración del nombre de Jesús», que en Él nos envuelve, tiene gran arraigo en la tradición de la Iglesia en Oriente.
🟡«Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios por medio de Él» (Col 3, 17).
🟡La Iglesia se une y congrega en el nombre de Jesús: «Donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo presente en medio de ellos» (Mt 18, 20).
🟡Sanaciones, conversiones y exorcismos se obran por el nombre de Jesús: «En el nombre de Jesús Nazareno, levántate y anda» (Hch 3, 6; Mt 7, 22-23; Lc 10, 17; Mc 9, 38; 16, 17).
🟡Con el nombre de Jesús en los labios se alcanza la muerte más santa. Lo vemos en muchos santos, pero la tradición comenzó en San Esteban que, al morir mártir, no dijo como Cristo, «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», sino: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7, 59).