08/05/2025
Día de la Victoria en la Guerra Patria sobre el N**ismo. La victoria del ejército rojo en la caída de Berlín.
🛑Ochenta años de la derrota del fascismo: verdad histórica, memoria antifascista.
✅ Principalmente por razones geopolíticas y horarias, la celebración del día de la Victoria sobre el Fascismo N**i se conmemora en dos diferentes fechas:
1. **9 de mayo** – En **Rusia y varios países de la ex Unión Soviética**, se conmemora el **Día de la Victoria** sobre la Alemania n**i en la **Gran Guerra Patria** (Segunda Guerra Mundial), marcando la rendición de Alemania en 1945 (según el horario de Moscú).
2. **8 de mayo** – En **Europa Occidental y Estados Unidos**, se celebra el **Día de la Victoria en Europa (VE Day)**, recordando la firma de la rendición alemana el 8 de mayo de 1945.
Se cumplen ochenta años desde la derrota del fascismo en Europa, una gesta histórica que culminó con la caída de Berlín en 1945 y la rendición incondicional de la Alemania n**i. Fue el Ejército Rojo de la Unión Soviética, bajo el liderazgo del mariscal Iósif Stalin, quien asumió el peso decisivo de esta victoria. La bandera roja ondeando sobre el Reichstag no solo simbolizó la caída del régimen de Hi**er, sino también el triunfo del sacrificio colectivo y la voluntad antifascista del pueblo soviético.
La narrativa dominante, impulsada desde Estados Unidos y amplificada por décadas a través de Hollywood y sus aliados, ha intentado instalar la idea de que la victoria se debió principalmente al famoso Día D el desembarco en Normandía del 6 de junio de 1944. Pero la verdad histórica es otra: para ese momento, el Ejército Soviético ya llevaba más de tres años enfrentando, resistiendo y revirtiendo la maquinaria de guerra n**i, desde que en 1941 Hi**er lanzó la brutal Operación Barbarroja contra la URSS.
Fue en el frente oriental donde se libraron las batallas más sangrientas y decisivas de la Segunda Guerra Mundial: Stalingrado, Kursk, Leningrado... Y fue también el Ejército Rojo el primero en liberar a los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz, el mayor y más emblemático de los centros de exterminio n**is, situado en el sur de Polonia. Allí, como en otros campos liberados por soldados soviéticos, el mundo pudo ver por primera vez el verdadero rostro del horror fascista.
El costo humano para la Unión Soviética fue inmenso: 8.668.400 soldados mu***os y 4.559.000 desaparecidos. Frente a esto, las pérdidas del Reino Unido alcanzaron aproximadamente 450.000 personas, las de Estados Unidos, incluyendo el frente del Pacífico, unas 420.000, y Japón, por su parte, entre 2.500.000 y 3.100.000 muertes. Cada vida perdida merece respeto, pero también debe reconocerse el abismo en la magnitud del sacrificio.
A ochenta años de aquel triunfo, debemos rechazar los intentos de borrar o minimizar el papel decisivo de la URSS. No es solo una cuestión de justicia histórica: es también una advertencia para el presente. Hoy, cuando el neofascismo reaparece con nuevas máscaras, la memoria antifascista es una trinchera de dignidad y resistencia. El pueblo soviético no solo venció al fascismo: nos legó la prueba viva de que los pueblos organizados, valientes y decididos pueden derrotar hasta al enemigo más feroz.
En América Latina, el fascismo nunca desapareció del todo: reapareció disfrazado de “orden”, “mercado libre” y “democracia”, pero incubando el racismo, el clasismo y el conservadurismo más reaccionario. Desde las dictaduras de Fujimori en Perú y Pinochet en Chile, hasta las nuevas expresiones del neofascismo como el gobierno de Javier Milei en Argentina, se repite un mismo patrón: desprecio por los pobres, odio a la organización popular y subordinación a los intereses del capital. Frente a ellos, ¡viva el pueblo, viva la memoria y viva la lucha antifascista!
Y qué decir de Estados Unidos, aquella nación que alguna vez representó ideales de libertad, igualdad y justicia —con hitos como la Declaración de Derechos Civiles, la lucha contra la segregación racial o la reivindicación de los derechos de las mujeres—. Hoy ha dejado atrás esos valores para convertirse en una potencia imperialista e intervencionista. Su rostro real se reveló cruelmente en América Latina, especialmente con el siniestro Plan Cóndor, una operación encubierta que coordinó dictaduras militares para secuestrar, torturar y asesinar a decenas de miles de jóvenes, militantes y luchadores populares. Esa historia no debe olvidarse, porque solo desde la memoria se construye la justicia y se defiende la esperanza.
