26/08/2025
Un hombre lleva al in****no al sacerdote al que siempre confesaba sus pecados
El peso de la falsa misericordia: Cuando un sacerdote y un penitente caen al in****no
Una historia escalofriante de los escritos de San Alfonso María de Ligorio
En una de sus muchas reflexiones aleccionadoras, San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia y santo patrono de los teólogos morales, comparte un relato aterrador que desgarra el corazón de cómo la misericordia de Dios, cuando se malinterpreta, puede convertirse en una trágica ilusión.
Un hombre tenía un pecado recurrente. Lo confesaba regularmente —pecados habituales como la masturbación, el adulterio, la fornicación o la homosexualidad— y siempre volvía al mismo sacerdote. Nunca tuvo la verdadera intención de luchar contra el pecado. Para él, la confesión se había convertido en una "lavadora espiritual". Pensaba: "¿Para qué luchar? Volveré a pecar, y el sacerdote me perdonará. Dios es amor. Dios es misericordioso".
Y, en efecto, el sacerdote siempre daba la absolución. No había desafío, ni corrección firme, ni llamado a la conversión. Solo palabras suaves: «Dios es misericordioso. Simplemente levántate». Ninguna mención de un firme propósito de enmienda. Ningún llamado a cooperar con la gracia. Ninguna confrontación con la gravedad del pecado. Solo una falsa sensación de seguridad.
Un día, el sacerdote murió.
Más tarde, el hombre también murió, y fue condenado al in****no. En su tormento, sintió un peso extraño e insoportable en la espalda. Gritó: «¿Por qué es tan pesada mi carga?». Y los demonios respondieron:
«Ese es tu sacerdote, quien nunca te corrigió. Te dio la absolución sin la verdad. Predicó la misericordia, pero nunca exigió el arrepentimiento. Está en el in****no con ustedes porque ambos abusaron de la gracia de Dios».
Una grave advertencia: El peligro de abusar de la misericordia de Dios
Esta aterradora historia debería conmocionarnos. La misericordia de Dios es real, infinita y tierna, pero no es automática. Requiere un arrepentimiento sincero, un firme propósito de cambio y la voluntad de evitar la ocasión cercana de pecar.
Tristemente, en el mundo actual, muchos católicos, tanto sacerdotes como penitentes, tratan el Sacramento de la Penitencia como una rutina en lugar de una batalla espiritual. Algunos sacerdotes, por miedo a ofender o perder a la gente, evitan predicar la verdad completa sobre el pecado. Otros ofrecen la absolución sin discernimiento, sin ayudar al penitente a comprender la gravedad del pecado mortal repetido e impenitente.
Y muchos penitentes, como el hombre de esta historia, confiesan sin verdadero pesar, sin un deseo sincero de cambiar. Confunden la misericordia de Dios con la indulgencia, olvidando que la verdadera misericordia siempre conduce a la conversión.
Reflexión para los sacerdotes:
Queridos sacerdotes, ustedes no son solo confesores, sino médicos de almas. Un buen médico no solo dice: «Tómate esta pastilla y vete a casa». Le dice al paciente: «Debes dejar de fumar. Debes cambiar tu dieta. Si no, morirás». Del mismo modo, un buen confesor debe advertir, corregir, instruir e instar al penitente a arrepentirse de corazón, no solo con los labios.
Absolver sin corregir es arriesgarse a condenar tanto el alma como a uno mismo.
“Si yo digo al impío: ‘Morirás sin remedio’, y tú no le amonestas... ese impío morirá por su iniquidad, pero su sangre yo la demandaré de tu mano.” — Ezequiel 3:18
Reflexión para los fieles:
Si eres católico y te confiesas con frecuencia, pregúntate:
¿Realmente deseo superar mi pecado?
¿Me esfuerzo por evitar la ocasión cercana de pecar?
¿Invento excusas por mis pecados o pido humildemente ayuda para cambiar?
¿Considero la confesión un encuentro sagrado con Cristo o un ritual para tranquilizar mi conciencia?
La misericordia de Dios no es una licencia para continuar en el pecado; es el puente que conduce a la santidad. Pero para cruzar ese puente, debemos caminar con arrepentimiento, no quedarnos en la indiferencia.
(Reflexión final)
Por siempre sea Alabado
H.L🙏💒🇻🇦🇪🇬