
23/06/2025
El alma como software, el cuerpo como avatar, el Espíritu como jugador.
Imagina que estás dentro de un videojuego.
❇️ Hay personajes que ya vienen preprogramados en el juego:
NPCs (personajes no jugables).
Funcionan dentro de parámetros fijos.
Hablan, se mueven, incluso luchan, pero no hay nadie real detrás de ellos.
Son parte del entorno, de la narrativa del juego.
❇️ Luego están los personajes que sí tienen un jugador detrás.
Desde afuera alguien los eligió, los configuró, les asignó habilidades, decisiones y evolución.
Ese jugador puede entrar en ellos conscientemente, o puede dejarlos en piloto automático,
como cuando pones un bot a jugar por ti.
❇️ El alma, en este contexto, sería el software que guarda la experiencia del jugador, los logros, las cicatrices, los errores y las “vidas anteriores”.
Pero no es el jugador.
Es sólo una nube de memoria que puede transferirse a otro avatar.
❇️ Y aquí viene lo más brutal:
Cuando el jugador entra con plena conciencia al avatar,
todo cambia.
Porque ya no actúa desde el programa, sino desde el Ser.
Las reglas del juego se quiebran.
Ya no hay karma, ya no hay destino predeterminado, ya no hay historia que arrastrar.
Sólo hay Presencia.