28/09/2021
PARA MUCHOS, TOMÁS OLMEDO FUE EL RESPONSABLE DE LA DECADENCIA DEL COLEGIO PABLO PATRICIO BOGARÍN
Siempre hemos pensado que desde la muerte de la doctora Pablina, el colegio Pablo Patricio Bogarin ya no fue el mismo: cayó en declive como una roca que se desprende de lo alto de un despeñadero. Y a todas luces, la causa de este declive parece tener nombre y apellido: Tomás Olmedo. Dicen que cuando un colegio funciona bien, en gran medida se debe a que existe un buen director, un hombre disciplinado, con liderazgo y cuyas rendiciones de cuentas son claras. Pero Tomás Olmedo fue lo contrario de todo eso. Fue el director de colegio más investigado del país. Fue el director de colegio que más veces apareció en los titulares de prensa, sospechado de graves irregularidades. Por un sinfín de deficiencias encontradas, la gestión de este problemático seccionalero fue un auténtico quebradero de cabeza, no solo para alumnos, padres y profesores, sino también para el MEC, y la comunidad educativa en general. En todos los colegios donde le tocó dirigir, fue sumariado. Allá a donde se fue, rompió la tranquilidad, ahí donde se sentó, causó problemas. Al parecer, no le gusta el orden, ni la disciplina ni la paz a este docente. Mucho se habla del crecimiento edilicio del colegio PPB, pero esto no es en absoluto mérito de su polémico ex director. Los cambios dentro de cualquier institución educativa pública vienen de la iniciativa colectiva de padres, profesores, Fonacide y el MEC, y no de una persona. Además, el PPB tuvo siempre un privilegio extra por su ubicación y condición de principal, lo que le favoreció para g***r de la ayuda municipal, de la gobernación y de otras instituciones gubernamentales. No hay ningún mérito personal de Olmedo en el colegio Pablo Patricio Bogarin, excepto quizá en su degradación moral e institucional. Desde su fundación hasta la muerte de la doctora Pablina, PPB fue el lugar donde los ñembyenses enviaban a sus hijos más sobresalientes a estudiar, si querían que su siguiente paso fuera la universidad. Los de mala conducta y bajas calificaciones no entraban ahí, se iban a otro colegio. Hoy, muchos suponen que por el tormentoso paso de Tomás Olmedo por la institución, el colegio está lejos de lo que fue una vez. Antes era una fábrica de personas brillantes, futuras élites de Ñemby. Hoy es lo opuesto. Perdió el orden y la disciplina, y sus resultados académicos son desastrosos. Esta suposición está profundamente arraigada en quienes creen que si hubiera sido otro el director, las cosas hubieran sido distintas. Tal vez hoy el colegio Pablo Patricio Bogarín no estaría peleando por recuperar su status, perdido por los calamitosos efectos causados por su ex director, y sería el colegio de más prestigio del área Central. Sea como sea, es sabido que los ex alumnos del PPB ya no quieren que sus hijos sigan sus pasos en las aulas de su ex colegio. Quizá porque no hay orgullo en la decadencia, o quizá por tomarse muy en serio el futuro de sus hijos. En la vida, si no hay disciplina, no hay orden, y si no hay orden, no hay progreso. En cualquier caso, el PPB nació para brillar, y acaso estemos presenciando el regreso rejuvenecido de un grande. Quizá el vigor de sus nuevos directores le devuelva el espíritu de institución seria, de calidad, de reglas estrictas, que le dieron sus fundadoras, las hermanas Leona y Pablina Bogarin.