19/05/2025
Sentía una sensación extraña… como una pulsación en el abdomen, que pensé que era por haber comido rápido o por el estrés.
Tengo 62 años.
Nunca fui de ir al médico, para qué, si me sentía bien.
Tomo mis pastillas para la presión desde hace años, pero lo demás… lo dejaba pasar.
Hasta que una mañana, mientras me duchaba, sentí algo raro.
Una presión intensa en el abdomen, como si algo me estuviera empujando desde adentro.
Me miré al espejo… y noté una especie de abultamiento que no había visto antes.
No dolía. Pero algo no estaba bien.
Fui a urgencias por insistencia de mi hija.
Me hicieron estudios.
Y en la tomografía apareció claro, como una bomba a punto de estallar:
Un aneurisma de aorta abdominal.
Un ensanchamiento peligroso de la arteria más grande de mi cuerpo.
Una dilatación silenciosa… que podría romperse en cualquier momento y acabar con todo, sin aviso.
El médico fue claro:
“Esto no espera. Necesitamos operar.”
Nunca imaginé tener algo así. Nunca imaginé que algo tan grande pudiera crecer dentro de mí sin que me diera cuenta.
Me operaron. Fue complejo. Pero salí adelante.
Ahora me reviso, me controlo, me escucho.
Porque aprendí algo que antes ignoraba:
No todo lo grave da síntomas.
Y no todo lo que no duele, está bien.
Hoy, cuando me toco el abdomen y siento la cicatriz, recuerdo que estuve cerca. Muy cerca.
Y también recuerdo que vivir no es solo seguir respirando…
es estar atento, cuidar lo que no se ve, y no dejar para mañana lo que el cuerpo intenta decir hoy.
Yo soy esa persona.
Y esta… es mi historia.
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Advertencia: esta información es de carácter académico e informativo. No reemplaza la valoración médica presencial ni debe utilizarse para autodiagnóstico. Ante cualquier síntoma, consulta siempre con un profesional de salud.