
06/07/2025
Los Aguilar(es)
Cap. 1
…El “general” Manuel Aguilar, aseguraría, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, que él inventó el dulce de leche, un día cuando sin querer se le prendió fuego una vaca y la quiso apagar tirándole azúcar. Y es que, asegura en sus memorias, la vaca, que cuando tomaba whisky por las tardes, a la noche fermentaba y al otro día daba yogur. Don Manuel nació sobre un puente colgante, en el poblado de Naschi, cerca del Río Chico, y creció a la sombra de un níspero; y es que el árbol le ganaba en todo, hasta jugando al fútbol. Su padre solía repetirle “ojala cuando crezcas, seas como ese níspero”. Su madre, estaba orgullosa, del árbol. Fue un hombre de pocas luces en un pueblo de calles de tierra, que por las noches huele a melaza, el hombre. Una época rara del mundo, en que las vacas dirigían ejércitos, y los generales tomaban yogur…
Cap. 2.. El “General” Manuel Aguilar, se casó con la hija del medio de una de las familias más o menos pudientes de la zona, que aun pudiendo haber hecho más para casarla con otro, no pudieron hacer menos para evitar la boda. Dolores Simón y el general, tuvieron dos hijos: Lauro, el varón, y Roberta, la mujercita. El primogénito, encabezaría, años después, la revuelta contra la llegada de los trenes, porque “hacen mucho ruido” argumentaba, y como un quijote sin sancho, pero con panza, arremetía de cabeza contra las formaciones. Después se organizaron y por las noches se robaban los bellos durmientes, socavaban los puentes, despertaban princesas y saboteaban los andenes para que no anden. Nadie alzaba la barrera para que pase la farolera, que vivía tropezando siempre con la misma piedra; y hacer “el trencito” en las fiestas, estaba terminantemente prohibido. Se consideraba traición. “¡Viva lauro!” escribían sus seguidores en las paredes de los vagones con tinta roja. Y, aunque los hijos de Roberta, años después, se hicieron maquinistas, Lauro Aguilar, retrasó 20 años el progreso del pueblo, con el único fin de dormir la siesta sin ser molestado. M.A
Cap.3
Roberta Aguilar se hizo famosa como vidente. La hija del general no veía el futuro, sino el pasado; y “adivinaba” con asombrosa exactitud los números de la quiniela de ayer. Recorriendo colonias escondidas en medio de cañaverales, descubrió que había mucha más gente anhelante de recordar cosas que había olvidado, que de saber lo que les deparaba el porvenir. “Y es que, una existencia entera puede resolverse en tres o cuatro recuerdos. Atrás están los mejores años de la vida; adelante, solo esperan la muerte y el olvido. Por eso, mejor que predecir el futuro, es “posdecir” el pasado” aseguraba la menor de los Aguilar y cobraba en especias. Entre mate y mate, les ayudaba a las personas a recordar caricias de una madre ausente, sabios consejos de un padre al que nunca conocieron, besos de primeras novias que los hombres ni recordaban haber tenido; a recordar pasados mejores, que, aunque eran inventados, la gente los volvía propios, los atesoraba y los agradecía entre lágrimas. “Y es que, al final, la vida está hecha de recuerdos” decía su padre, el “general” Manuel Aguilar, y recordaba siempre el día en que inventó el dulce de leche, una vez cuando sin querer se le prendió fuego una vaca, y la quiso apagar tirándole azúcar.
Cap. 4
El “General” Manuel Aguilar, solía recordar con orgullo, que su bisabuelo patriotero, don Miguel Aguilar, aseguraba haber cruzado los Andes montando un capibara. En sus memorias, el animal, asegura que hasta entonces por aquí lo llamaban carpincho, hasta que un soldado guaraní lo reconoció como un “señor del pasto” . En la plaza, había una estatua que recordaba al valiente hijo del pueblo, el roedor; del bisabuelo no se acordaba nadie. Lauro Aguilar, en su vida montó un carpincho, ni viajó en trenes, pero afirmaba haber enfrentado al perro familiar una noche de luna naranja. Lauro, se crió entre obreros diabéticos que hachaban cañas de azúcar. Hombres duros de corazones sensibles, que no le temían ni a la muerte. El hijo del general, nunca había pensado en la muerte, hasta que se enamoró de María, el día que ella perseguía un carpincho que se le había prendido fuego sin querer al general, y que intentaban apagar tirándole azúcar.
M.A