Crónicas de Avenidas

Crónicas de Avenidas Manuel Albarracin CASI...un programa de radio.-

Los Aguilar(es)Cap. 1…El “general” Manuel Aguilar, aseguraría, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, q...
06/07/2025

Los Aguilar(es)

Cap. 1
…El “general” Manuel Aguilar, aseguraría, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, que él inventó el dulce de leche, un día cuando sin querer se le prendió fuego una vaca y la quiso apagar tirándole azúcar. Y es que, asegura en sus memorias, la vaca, que cuando tomaba whisky por las tardes, a la noche fermentaba y al otro día daba yogur. Don Manuel nació sobre un puente colgante, en el poblado de Naschi, cerca del Río Chico, y creció a la sombra de un níspero; y es que el árbol le ganaba en todo, hasta jugando al fútbol. Su padre solía repetirle “ojala cuando crezcas, seas como ese níspero”. Su madre, estaba orgullosa, del árbol. Fue un hombre de pocas luces en un pueblo de calles de tierra, que por las noches huele a melaza, el hombre. Una época rara del mundo, en que las vacas dirigían ejércitos, y los generales tomaban yogur…

Cap. 2.. El “General” Manuel Aguilar, se casó con la hija del medio de una de las familias más o menos pudientes de la zona, que aun pudiendo haber hecho más para casarla con otro, no pudieron hacer menos para evitar la boda. Dolores Simón y el general, tuvieron dos hijos: Lauro, el varón, y Roberta, la mujercita. El primogénito, encabezaría, años después, la revuelta contra la llegada de los trenes, porque “hacen mucho ruido” argumentaba, y como un quijote sin sancho, pero con panza, arremetía de cabeza contra las formaciones. Después se organizaron y por las noches se robaban los bellos durmientes, socavaban los puentes, despertaban princesas y saboteaban los andenes para que no anden. Nadie alzaba la barrera para que pase la farolera, que vivía tropezando siempre con la misma piedra; y hacer “el trencito” en las fiestas, estaba terminantemente prohibido. Se consideraba traición. “¡Viva lauro!” escribían sus seguidores en las paredes de los vagones con tinta roja. Y, aunque los hijos de Roberta, años después, se hicieron maquinistas, Lauro Aguilar, retrasó 20 años el progreso del pueblo, con el único fin de dormir la siesta sin ser molestado. M.A

Cap.3
Roberta Aguilar se hizo famosa como vidente. La hija del general no veía el futuro, sino el pasado; y “adivinaba” con asombrosa exactitud los números de la quiniela de ayer. Recorriendo colonias escondidas en medio de cañaverales, descubrió que había mucha más gente anhelante de recordar cosas que había olvidado, que de saber lo que les deparaba el porvenir. “Y es que, una existencia entera puede resolverse en tres o cuatro recuerdos. Atrás están los mejores años de la vida; adelante, solo esperan la muerte y el olvido. Por eso, mejor que predecir el futuro, es “posdecir” el pasado” aseguraba la menor de los Aguilar y cobraba en especias. Entre mate y mate, les ayudaba a las personas a recordar caricias de una madre ausente, sabios consejos de un padre al que nunca conocieron, besos de primeras novias que los hombres ni recordaban haber tenido; a recordar pasados mejores, que, aunque eran inventados, la gente los volvía propios, los atesoraba y los agradecía entre lágrimas. “Y es que, al final, la vida está hecha de recuerdos” decía su padre, el “general” Manuel Aguilar, y recordaba siempre el día en que inventó el dulce de leche, una vez cuando sin querer se le prendió fuego una vaca, y la quiso apagar tirándole azúcar.

Cap. 4
El “General” Manuel Aguilar, solía recordar con orgullo, que su bisabuelo patriotero, don Miguel Aguilar, aseguraba haber cruzado los Andes montando un capibara. En sus memorias, el animal, asegura que hasta entonces por aquí lo llamaban carpincho, hasta que un soldado guaraní lo reconoció como un “señor del pasto” . En la plaza, había una estatua que recordaba al valiente hijo del pueblo, el roedor; del bisabuelo no se acordaba nadie. Lauro Aguilar, en su vida montó un carpincho, ni viajó en trenes, pero afirmaba haber enfrentado al perro familiar una noche de luna naranja. Lauro, se crió entre obreros diabéticos que hachaban cañas de azúcar. Hombres duros de corazones sensibles, que no le temían ni a la muerte. El hijo del general, nunca había pensado en la muerte, hasta que se enamoró de María, el día que ella perseguía un carpincho que se le había prendido fuego sin querer al general, y que intentaban apagar tirándole azúcar.
M.A

29/06/2025

“El que no baila, no besa” me dijo. Y yo, en la pista, me movía como un pez fuera del agua. El mayor temor de un adolescente, es tener que exhibirse delante de la que le gusta como un espasmo acompasado que suda hormonas; pero resulta inevitable. Hay que bailar. Es de siempre, lo primero que hicieron los hombres el día que se pusieron de pie, incluso antes de usar herramientas o pintar, seguro, fue bailar para enamorar alguna compañera de cueva. “Se viene otra era de hielo, todos vamos a morir, pero… quien nos quita lo bailado” era una reflexión común entre homos sapiens, supongo. Mi padre era un buen bailarín. Mi abuela nunca bailó un lento. Y toda mi generación sabe bien, que, bailar de lejos, no es bailar, por muchos delfines que uno tenga. Pero para mi abuela, digna representante oficial de dios en este barrio, bailar pegados era ya de por si un pecado en intención (una nueva categoría de pecado instituida por ella. y es qué, no pecar porque no se pudo, merece igual el castigo eterno, decía con cierta lógica, y rezaba por el alma de Sergio Dalma. La intención es lo que cuenta a la hora de la condena, y a mí lo que me sobraban, eran intenciones. Pero las intenciones no besan, y el castigo eterno ya estaba ganado, así que salía boqueando a la pista. Igual, ya nadie me quita lo bailado.- M.A

25/06/2025

Cap.3
Roberta Aguilar se hizo famosa como vidente. La hija del general no veía el futuro, sino el pasado; y “adivinaba” con asombrosa exactitud los números de la quiniela de ayer. Recorriendo colonias escondidas en medio de cañaverales, descubrió que había mucha más gente anhelante de recordar cosas que había olvidado, que de saber lo que les deparaba el porvenir. “Y es que, una existencia entera puede resolverse en tres o cuatro recuerdos. Atrás están los mejores años de la vida; adelante, solo esperan la muerte y el olvido. Por eso, mejor que predecir el futuro, es “posdecir” el pasado” aseguraba la menor de los Aguilar y cobraba en especias. Entre mate y mate, les ayudaba a las personas a recordar caricias de una madre ausente, sabios consejos de un padre al que nunca conocieron, besos de primeras novias que los hombres ni recordaban haber tenido; a recordar pasados mejores, que, aunque eran inventados, la gente los volvía propios, los atesoraba y los agradecía entre lágrimas. “Y es que, al final, la vida está hecha de recuerdos” decía su padre, el “general” Manuel Aguilar, y recordaba siempre el día en que inventó el dulce de leche, una vez cuando sin querer se le prendió fuego una vaca, y la quiso apagar tirándole azúcar.

21/06/2025

Cap. 2.. El “General” Manuel Aguilar, se casó con la hija del medio de una de las familias más o menos pudientes de la zona, que aun pudiendo haber hecho más para casarla con otro, no pudieron hacer menos para evitar la boda. Dolores Simón y el general, tuvieron dos hijos: Lauro, el varón, y Roberta, la mujercita. El primogénito, encabezaría, años después, la revuelta contra la llegada de los trenes, porque “hacen mucho ruido” argumentaba, y como un quijote sin sancho, pero con panza, arremetía de cabeza contra las formaciones. Después se organizaron y por las noches se robaban los bellos durmientes, socavaban los puentes, despertaban princesas y saboteaban los andenes para que no anden. Nadie alzaba la barrera para que pase la farolera, que vivía tropezando siempre con la misma piedra; y hacer “el trencito” en las fiestas, estaba terminantemente prohibido. Se consideraba traición. “¡Viva lauro!” escribían sus seguidores en las paredes de los vagones con tinta roja. Y, aunque los hijos de Roberta, años después, se hicieron maquinistas, Lauro Aguilar, retrasó 20 años el progreso del pueblo, con el único fin de dormir la siesta sin ser molestado. M.A

17/06/2025

Intentaba redactar un texto, pero éste se resistía a ser escrito, reclamando no ser leído en el baño; por decoro, más que por respeto (una falta de respeto, sería leer a Borges en el Baño, no a mi) pero igual, si lo está haciendo en este preciso momento, avergüéncese y desista. Se imagina que se entera de que Borges escribió “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer…” mientras hacía fuerza en el baño. Y que agregó “Que los glaciares del olvido me arrastren…” mientras tiraba la cadena. De ser así, entonces sí podría justificarse leer “El Aleph” montado uno sobre el bidet, mientras Ireneo Funes “el memorioso” que ya no se aguanta y no se va a olvidar de lo que le esta haciendo, le golpea la puerta, enojado, portando en la cintura un puñal forjado en Toledo, un reloj de arena en una mano y el papel higiénico doble hoja en la otra. M.A

15/06/2025

Somos como pulgas habitando esta especie de “perro” agreste que gira alrededor del sol, dentro de una galaxia, y al que llamamos: "Tierra". Un buen día comenzamos a prenderle pequeñas fogatas en el lomo; al otro comenzamos a pensar en abstracto y a usar herramientas. Comenzamos a inventar cosas para explicar aquello que no entendemos, a preguntarnos ¿qué hacemos aquí? ¿Qué hay más allá de este perro?, ¿existen otros perros en el universo? Así, creamos dioses, religiones y arte. Nos multiplicamos industrialmente. Quisimos saber que había más allá de las orejas. Pulgas que se lanzaron a cruzar al perro de cabo a rabo, a colonizar las axilas. El día que una pulga llegó a la punta de la cola, fue un pequeño paso para un insecto, pero un gran salto para todas las pulgas. Creamos armas y fuimos a la guerra. Y mientras que pulgas y garrapatas se peleaban hoy en el congreso, llegó el día en que finalmente el perro, se empezó a rascar–M.A

Empecé a escribir la historia de “María “Mancha” Serra Lima, la gata que puede volar, pero no se anima” porque me parece...
14/06/2025

Empecé a escribir la historia de “María “Mancha” Serra Lima, la gata que puede volar, pero no se anima” porque me parece que podría ser un buen negocio. Y, es que pudiendo surcar el aire junto a los pájaros y el hollín del ingenio, prefiere acechar aves en tierra firme. Cada tanto me trae una como pago por mis servicios (creo) y aunque yo no recibo pájaros, le agradezco la deferencia. Al techo se sube como cualquier otro gato, para disimular (supongo). Y por las noches, cuando nadie la ve, seguro que caza ratones con la mirada, mientras se lame las alas. Sé que puede volar, pero no se anima todavía, porque es pichón. Pero ya un día se va a animar. Ojalá que vuele, pues nadie ha visto nunca a un gato volar, y así nos llenamos de plata.

06/06/2025

Cap. 1
…El “general” Manuel Aguilar, aseguraría, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, que él inventó el dulce de leche, un día cuando sin querer se le prendió fuego una vaca y la quiso apagar tirándole azúcar. Y es que, asegura en sus memorias, la vaca, que cuando tomaba whisky por las tardes, a la noche fermentaba y al otro día daba yogur. Don Manuel nació sobre un puente colgante, en el poblado de Naschi, cerca del Río Chico, y creció a la sombra de un níspero; y es que el árbol le ganaba en todo, hasta jugando al futbol. Su padre solía repetirle “ojala cuando crezcas, seas como ese níspero”. Su madre, estaba orgullosa, del árbol. Fue un hombre de pocas luces en un pueblo de calles de tierra, que por las noches huele a melaza, el hombre. Una época rara del mundo, en que las vacas dirigían ejércitos, y los generales tomaban yogur…M.A

26/05/2025

No hay pánico de alcoba más grande para un escritor, que el de sentarse “desnudo” frente a la hoja en blanco y temer que no pase nada. Pensaba en esto cuando se me acercó una señora que venía del brazo de su hija, y me dijo: “ya no me haces reír como antes”. Yo me sentí Sansón el día que notó que se le comenzaba a caer el pelo, y tuvo la certeza de que se iba a quedar pelado. Yo le dije “vea señora, nunca fue esa mi intención; se ha estado riendo de mis desgracias y seguro usted viene de misa”. Después de un silencio incomodo, empezamos a reír a carcajadas. “sos incorregible Miguel” me dijo, entonces la hija le aclaró “¡mamá, ese no es Miguel! ¡Miguel ya está en el auto!” y se fueron apuradas; yo me acomodé la peluca, y salí por detrás. -M.A

25/05/2025

Cuando ingresé al Colegio Nacional Avellaneda, en mi curso éramos 52. Hubo compañeros a los que nunca llegué a conocer en persona, que habitaban pupitres muy, muy lejanos, y se me confundían en los recreos entre la multitud de delantales blancos. Éramos tantos, que la ignorancia se distribuía equitativamente, y todos sabíamos un poco de nada; los profesores no nos tomaban asistencia, hacían un censo poblacional para saber si faltaba alguno. Yo me sentaba detrás de López, que tenía una larga melena rubia que no me dejaba ver el Pizarrón y una hermana divina que me negaba besos. La clase de química era siempre un Chernóbil en potencia, y los del fondo nunca sabíamos bien si estábamos en inglés o en historia. En educación física, cuando se armaban los equipos, a mí siempre me elegían al último, por mi facha, supongo. Cuando yo entraba a la cancha, lo hacía ovacionado por los fugados de clases que aplaudían escondidos desde el baño. Mis remates de zurda al arco eran el deleite de los repetidores crónicos; y es que yo paraba la pelota con el pecho y la pisaba como los dioses, lástima que jugábamos al Básquet. En ese entonces, éramos “los hombres del mañana” llamados a liderar el futuro; después, en algún momento, sin darnos cuenta, se hizo pasado mañana de golpe, y nos volvimos los jóvenes de ayer; por suerte, todavía nos queda el hoy en la mochila, aunque López está pelado y la hermana me sigue diciendo que no.M.A

20/05/2025

Como un loco que se escapó de alguna balada con música de Piazzola, me escondía detrás de un árbol para verla llegar. Nunca me animé a decirle nada, por miedo a que no quisiera escuchar. Después, un día me fui del barrio en silencio, y desde entonces, no he vuelto a pasar por su casa. Pero esta mañana regresé y decidido salí a caminar. Casi sin darme cuenta, me encontré rondando su manzana, buscando su ventana, el cantero y el rosal, pero ya no están. Hace tanto que no paso por aquí, que los perros de la cuadra ya ni me ladran, y hasta el pomelo en su vereda, ahora da naranjas. El tiempo nos cambia un poco a todos, pensé; ya ni las baldosas son las mismas, ni la verja se ve igual. Yo tampoco soy el que antes era, y si ella saliera ahora, la tomaría de la mano y la invitaría a soñar. Y es que hoy, yo solo le tengo miedo a la muerte. Se me ocurrió escabullirme y escribir, como antes, a escondidas, nuestras iníciales en su portal; cuando de pronto una vecina enojada salió y me dijo “La casa que usted busca, Manuel, es a la par” entonces vi el pomelo, la verja y el rosal, que están igual, y ya no me animé a pasar. Y es que hoy, yo solo le tengo miedo a la muerte… y todavía un poco a su papá.-M.A

Encontré, sin buscarlo, mi viejo juego de ajedrez. Nada especial. Piezas de plástico y un tablero que bien podría  ser d...
17/05/2025

Encontré, sin buscarlo, mi viejo juego de ajedrez. Nada especial. Piezas de plástico y un tablero que bien podría ser de Damas. Entonces se me ocurrió enseñarle a jugar, y con sus ocho años, se entusiasmó. Tampoco es que soy Kaspárov, pero entiendo los rudimentos del juego. Una vez alineados los ejércitos, descubrimos con amargura que faltaba un peón, y no pude evitar notar la tristeza en sus ojos ante esa ausencia inesperada. Entonces, mientras buscaba una solución rápida, le conté que el pequeño peón negro se había enamorado de una reina blanca, que había sido raptada por el malvado rey níveo de otro tablero. Decidido a rescatarla, se había cambiado de caja en la juguetería, aprovechando un descuido de la vendedora. Y que en su periplo, con un fosforo como antorcha, atravesó los treinta y dos casilleros más oscuros de aquel reino, siempre a punto de ser comido; se enfrentó a las dos torres y al temible elefante llamado “alfil” que tenía una cicatriz que le atravesaba la cara. Domó a un caballo salvaje (al que llamó “bola de nieve”) y montándolo, enfrentó solo a todo un malón de peones caras pálidas, hasta poner en jaque al malvado rey. Agregué que hoy, aquel pequeño peón moreno, gobernaba un lejano tablero cuadriculado con total equidad, y sin importar el color, las piezas jugaban del lado que querían y eran todos felices. Conforme con mi explicación, y tras una sonrisa de aprobación, lo reemplazamos con un sello albino con peluca, que ahora juega de 9 para las negras, y es goleador.-M.A

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