Crónicas de Avenidas

Crónicas de Avenidas Manuel Albarracin CASI...un programa de radio.-

28/07/2025

El pueblo, por entonces, se extendía a lo largo de una única y recta calle de tierra con cordón cuneta, que igual se inundaba como ahora. No existían las esquinas y había un puerto en cada puerta. Y es que cuando caía una tormenta, era como vivir a la vera de un río que desembocaba en un mar que nadie nunca había visto. Entonces, uno podía dedicarse a pescar ilusiones desde la ventana, o resignarse a ver pasar la vida flotando. Los que vivían calle arriba, cuando pasaba el aguacero, enviaban barcos de papel, que si no naufragaba en su odisea o los interceptaba alguna vecina pirata, llegaban a la princesa amada con declaraciones de amor pasadas por agua. Los que vivían calle abajo, no conseguían novias en épocas de lluvias. Después, un día llegó el progreso, el pueblo creció, y había que dar la vuelta al mundo para encontrar pareja. Y es que hasta entonces la tierra había sido plana; pero valientes marinos confirmaron que la manzana era redonda y se lanzaron a conquistar amores en nuevos barrios. Luego hicieron avenidas, aquella calle se volvió una más, cambiaron los puertos por semáforos, y ya nadie manda barcos de papel a conquistar princesas lejanas. M.A

San Miguel de Tucumán fue fundada por Diego González de Villarroel y Aguirre Meneses, que es, en verdad, un solo tipo co...
28/07/2025

San Miguel de Tucumán fue fundada por Diego González de Villarroel y Aguirre Meneses, que es, en verdad, un solo tipo con el apellido de tres; por lo qué resultó un nombre demasiado largo para una calle, así que nosotros lo resumimos a: “La Diego” ¿me entiende? (imagínese vivir en DiegoGonzalesdeVIllarroelyAguirreMeneses al mil ochocientos cuarenta y ocho, un horror). Nunca se imaginó el hidalgo español que terminaría siendo una calle secundaria de Aguilares (ni siquiera una Avenida o doble mano por lo menos) y atravesado por batallas y patriotas de una nación que para cuando él vivió ni existía. Jamás se imaginó don Diego de Villarroel cruzarse con Gorriti y Mitre, por ejemplo; o con San Martin y su mujer, Remedios de Escalada, a la que se empecinaron durante años en eliminarle la S a su calle. El que hizo entonces los carteles, habrá pensado “es una sola”… “Remedio” le clavó, sin S, y así se llamó durante mucho tiempo. Nunca se imaginó el fundador terminar siendo una calle con veredas desparejas y un semáforo al que nadie le presta atención ¿me entiende? Bueno ¡entonces mándeme la grúa por “La Diego”!... esquina Argerich….-M.A

22/07/2025

Mi primer encuentro con “La Gallina Negra” fue aleccionador. Me escapaba una siesta de mi casa, cuando me lo apareció de la nada. Por entonces, todavía las siestas de verano se parecían un poco a la eternidad, más cuando uno se resistía a dormirlas; y era ahí, cuando los adultos inventaban historias para asustarnos. Aseguraban, que era justo en esas horas, en las que el arroyo se llenaba de duendes, decían (y yo quería escaparme para verlos.) Según mi tía la solterona, a esas horas de la siesta en verano, solo se cruzaban en la calle hombres en chancletas, con el torso desnudo y exhibiendo vientres prominentes, que seguramente habían comido sandía con vino, y marchaban hacia una muerte inevitabl en medio de la pileta del deportivo. Esa siesta en particular, yo intentaba sacar mi bicicleta sin hacer girar la cadena (para evitar el ruido) y me la encontré “de pecho”; vestía un traje de hombre, raído, pero a medida. S**o, camisa blanca, pantalón y chancletas. Era el fantasma de Gardel, que regresaba de Medellín 60 años después de su trágico accidente. Ella, la verdad, no me daba tanto miedo, entendía que era una pobre señora que estaba enferma de alcoholismo. En verdad, era como la llamaban, lo que me aterraba (el racismo idiomático me había enseñado que nada negro podía ser bueno, menos una gallina, pensé yo). Mi primera reacción, lógicamente, fue llorar espontanea y despavoridamente (reacción natural e inevitable a los nueve años; porque, para que me entienda, uno no elige llorar del susto. El llanto, en esos casos, viene solito. Ella me pidió agua, c**a la voz áspera de un “zorzal criollo” que canta blues, y en ese preciso instante, le perdí el miedo; pero ahí nomas, aparecieron dos descamisados de vientre prominente y en chancletas; uno de ellos, ignorante de su trágico destino, llevaba una toalla al hombro. Me dio hasta ternura, vea. desde entonces dejé de escaparme por las siestas. Después, le agarré el gustito a dormirlas. Hoy, me compré unas chancletas…M.A

Desde que sacaron las vías, no hay donde agarrarse a piñas, se quejaba un malevo venido a menos. Me recordó que hubo una...
17/07/2025

Desde que sacaron las vías, no hay donde agarrarse a piñas, se quejaba un malevo venido a menos. Me recordó que hubo una época en que las disputas se dirimían a las trompadas y entre durmientes. "Te espero en la vía" se desafiaban los guapos (y algunas parejas, aunque estas últimas con otros fines). Crecí en una ciudad con vías y estación, pero ya sin trenes. Lo cual es románticamente trágico de alguna manera. Dicho en otras palabras, muy linda la estación, pero no llegué a ver pasar ni un tren. A mi, el andén vacío me generó siempre, no sé el porqué, aquella nostalgia por lo no vivido. Y no hay nostalgia peor. (Con perdón de Joaquín)
La ciudad, hasta no hace mucho, estaba dividida en dos por un terraplén, que cual muro de Berlín, con barreras inútiles, molinetes oxidados y señales de advertencia por trenes fantasmas que nunca llegaban, nos partía a la mitad, entre el Aguilares del Este, con sus Bancos y su plaza y del otro lado, el lejano oeste de barrio Roca y mas allá la inundación. El día que sacaron las vías, uno sintió que se unificaban las dos Alemanias, casi. Pero, eso sí, cruzar el pueblo caminando una siesta de verano por entre las vías, o haciendo equilibrio sobre un solo riel, era la libertad. Cruzar el "puente negro" sin miedo a que venga un tren, saltando temerariamente de durmiente en durmiente, desafiando a la gravedad y sin mirar para abajo, era toda una aventura. Y eso de agarrarse a piñas en las vías del ferrocarril, era solo una cuestión de malevos sin novias, supongo. M.A

Me desperté en un banco de la plaza frente a la iglesia, mientras un placero mudo me amenazaba con una escoba. Me sorpre...
16/07/2025

Me desperté en un banco de la plaza frente a la iglesia, mientras un placero mudo me amenazaba con una escoba. Me sorprendió ver que salía gente del cine. En la puerta se anunciaban "Los bici voladores" como próximo estreno, y una con un joven Luis Miguel en silla de ruedas, me horroricé. Miré alrededor y vi que La casona era un viejo chalet abandonado, que a la iglesia le faltaba un ala, que había burbujas telefónicas por todos lados, que “Bubby Bar” estaba igual, y la cerveza costaba 1 peso. Ya con la presunción de haber viajado en el tiempo, corrí por la San Martin hacia la Alberdi, me distrajo un pasacalle que cruzaba la calle de vereda a vereda, "gracias Tuta" decía en letras grandes, igual alcancé a notar que la municipalidad tenía como único ingreso una vieja puerta de madera, alta como para gigantes municipales. En la esquina, frente al Banco de la Nación Argentina, había un salón de video juegos, "ficha 25 centavos" decía un cartel mal escrito en la puerta. Ahí me convencí de que estaba en los 90. Me lo confirmó "Bolillon" que bailaba en la puerta de "Amambay". Llegué a la esquina y vi que videos "La pared" estaba abierto, pensé en entrar a ver, por si acaso estaba ella, jugando al "Wonder boy", pero ya que caso tiene, pensé. Además, corría el riego de encontrarme con el imberbe que fui. Di unas vueltas al "tontodromo" solo por inercia, “Samoa” estaba lleno y entendí que era sábado, entonces me fui para “Camelot”. De camino, pasé por el "Sucucho" a ver si había algún amigo, pero no. Recuerdo haber entrado al boliche, justo antes de los lentos, porque sonaba "Mojada" de unos tales Vilma Palma e vampiros., después no me acuerdo de nada. Me desperté en un banco de la plaza frente a la iglesia, ya no había cine, ni lentos, la casona ya era un hotel, la iglesia estaba terminada y Bubby seguía igual. Aún No sé si viajé en el tiempo, o aquella borrachera me duró 20 años. M.A

13/07/2025

Yo a los teléfonos los prefería fijos, en un lugar donde uno podía encontrarlos. Que cuando salía de mi casa no me perseguían; y nadie nunca comenzaba una llamada diciéndome “¡eh! ¡Por qué no atendés el teléfono!”. Entonces el futuro era marcar; antes de eso la gente sufría la desagradable tarea de tener que “discar” y todos eran infelices. Cada vez que el aparato sonaba, todos en la casa corrían a atender y nadie sabía quién llamaba. Era pura incertidumbre y adrenalina. Entonces, llamar a la casa de ella era una ruleta rusa, todavía me acuerdo su número. Si me atendía su padre, yo inmediatamente y sin saludar le decía “ Dios te ama hermano” e intentaba convertirlo a una religión en la que el yerno de dios está sentado a su izquierda o le pedía un remis. Y si me atendía su abuela, yo le decía que era Roberto, su marido mu**to hace 30 años, y la señora me reclamaba por no haber sacado la basura antes de irme, y me contaba susurrando, que decían en la radio, que Eva Perón acababa de morir. Yo le contaba algunos chistes verdes y le decía que la extrañaba, y la abuela dejaba el teléfono descolgado y se iba a dormir contenta. Pero cuando me atendía ella, ahí si me quedaba mudo, respiraba agitado en la bocina e intentaba hablarle, pero era un secuestrador sin cuerdas vocales que acaba de morderse la lengua mientras intenta exigir un rescate. La tendría aterrada a la pobre. Hoy sentí curiosidad y llamé, solo para ver si el número sigue siendo suyo. Me atendió una jóven, sin identificarme pregunté por ella, me dijo “no está, salió; yo soy su hija” yo le contesté “vea, yo no tengo ninguna hija, así que deje de llamar a este número”y le colgué M.A

Los Aguilar(es)Cap. 1…El “general” Manuel Aguilar, aseguraría, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, q...
06/07/2025

Los Aguilar(es)

Cap. 1
…El “general” Manuel Aguilar, aseguraría, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, que él inventó el dulce de leche, un día cuando sin querer se le prendió fuego una vaca y la quiso apagar tirándole azúcar. Y es que, asegura en sus memorias, la vaca, que cuando tomaba whisky por las tardes, a la noche fermentaba y al otro día daba yogur. Don Manuel nació sobre un puente colgante, en el poblado de Naschi, cerca del Río Chico, y creció a la sombra de un níspero; y es que el árbol le ganaba en todo, hasta jugando al fútbol. Su padre solía repetirle “ojala cuando crezcas, seas como ese níspero”. Su madre, estaba orgullosa, del árbol. Fue un hombre de pocas luces en un pueblo de calles de tierra, que por las noches huele a melaza, el hombre. Una época rara del mundo, en que las vacas dirigían ejércitos, y los generales tomaban yogur…

Cap. 2.. El “General” Manuel Aguilar, se casó con la hija del medio de una de las familias más o menos pudientes de la zona, que aun pudiendo haber hecho más para casarla con otro, no pudieron hacer menos para evitar la boda. Dolores Simón y el general, tuvieron dos hijos: Lauro, el varón, y Roberta, la mujercita. El primogénito, encabezaría, años después, la revuelta contra la llegada de los trenes, porque “hacen mucho ruido” argumentaba, y como un quijote sin sancho, pero con panza, arremetía de cabeza contra las formaciones. Después se organizaron y por las noches se robaban los bellos durmientes, socavaban los puentes, despertaban princesas y saboteaban los andenes para que no anden. Nadie alzaba la barrera para que pase la farolera, que vivía tropezando siempre con la misma piedra; y hacer “el trencito” en las fiestas, estaba terminantemente prohibido. Se consideraba traición. “¡Viva lauro!” escribían sus seguidores en las paredes de los vagones con tinta roja. Y, aunque los hijos de Roberta, años después, se hicieron maquinistas, Lauro Aguilar, retrasó 20 años el progreso del pueblo, con el único fin de dormir la siesta sin ser molestado. M.A

Cap.3
Roberta Aguilar se hizo famosa como vidente. La hija del general no veía el futuro, sino el pasado; y “adivinaba” con asombrosa exactitud los números de la quiniela de ayer. Recorriendo colonias escondidas en medio de cañaverales, descubrió que había mucha más gente anhelante de recordar cosas que había olvidado, que de saber lo que les deparaba el porvenir. “Y es que, una existencia entera puede resolverse en tres o cuatro recuerdos. Atrás están los mejores años de la vida; adelante, solo esperan la muerte y el olvido. Por eso, mejor que predecir el futuro, es “posdecir” el pasado” aseguraba la menor de los Aguilar y cobraba en especias. Entre mate y mate, les ayudaba a las personas a recordar caricias de una madre ausente, sabios consejos de un padre al que nunca conocieron, besos de primeras novias que los hombres ni recordaban haber tenido; a recordar pasados mejores, que, aunque eran inventados, la gente los volvía propios, los atesoraba y los agradecía entre lágrimas. “Y es que, al final, la vida está hecha de recuerdos” decía su padre, el “general” Manuel Aguilar, y recordaba siempre el día en que inventó el dulce de leche, una vez cuando sin querer se le prendió fuego una vaca, y la quiso apagar tirándole azúcar.

Cap. 4
El “General” Manuel Aguilar, solía recordar con orgullo, que su bisabuelo patriotero, don Miguel Aguilar, aseguraba haber cruzado los Andes montando un capibara. En sus memorias, el animal, asegura que hasta entonces por aquí lo llamaban carpincho, hasta que un soldado guaraní lo reconoció como un “señor del pasto” . En la plaza, había una estatua que recordaba al valiente hijo del pueblo, el roedor; del bisabuelo no se acordaba nadie. Lauro Aguilar, en su vida montó un carpincho, ni viajó en trenes, pero afirmaba haber enfrentado al perro familiar una noche de luna naranja. Lauro, se crió entre obreros diabéticos que hachaban cañas de azúcar. Hombres duros de corazones sensibles, que no le temían ni a la muerte. El hijo del general, nunca había pensado en la muerte, hasta que se enamoró de María, el día que ella perseguía un carpincho que se le había prendido fuego sin querer al general, y que intentaban apagar tirándole azúcar.
M.A

29/06/2025

“El que no baila, no besa” me dijo. Y yo, en la pista, me movía como un pez fuera del agua. El mayor temor de un adolescente, es tener que exhibirse delante de la que le gusta como un espasmo acompasado que suda hormonas; pero resulta inevitable. Hay que bailar. Es de siempre, lo primero que hicieron los hombres el día que se pusieron de pie, incluso antes de usar herramientas o pintar, seguro, fue bailar para enamorar alguna compañera de cueva. “Se viene otra era de hielo, todos vamos a morir, pero… quien nos quita lo bailado” era una reflexión común entre homos sapiens, supongo. Mi padre era un buen bailarín. Mi abuela nunca bailó un lento. Y toda mi generación sabe bien, que, bailar de lejos, no es bailar, por muchos delfines que uno tenga. Pero para mi abuela, digna representante oficial de dios en este barrio, bailar pegados era ya de por si un pecado en intención (una nueva categoría de pecado instituida por ella. y es qué, no pecar porque no se pudo, merece igual el castigo eterno, decía con cierta lógica, y rezaba por el alma de Sergio Dalma. La intención es lo que cuenta a la hora de la condena, y a mí lo que me sobraban, eran intenciones. Pero las intenciones no besan, y el castigo eterno ya estaba ganado, así que salía boqueando a la pista. Igual, ya nadie me quita lo bailado.- M.A

25/06/2025

Cap.3
Roberta Aguilar se hizo famosa como vidente. La hija del general no veía el futuro, sino el pasado; y “adivinaba” con asombrosa exactitud los números de la quiniela de ayer. Recorriendo colonias escondidas en medio de cañaverales, descubrió que había mucha más gente anhelante de recordar cosas que había olvidado, que de saber lo que les deparaba el porvenir. “Y es que, una existencia entera puede resolverse en tres o cuatro recuerdos. Atrás están los mejores años de la vida; adelante, solo esperan la muerte y el olvido. Por eso, mejor que predecir el futuro, es “posdecir” el pasado” aseguraba la menor de los Aguilar y cobraba en especias. Entre mate y mate, les ayudaba a las personas a recordar caricias de una madre ausente, sabios consejos de un padre al que nunca conocieron, besos de primeras novias que los hombres ni recordaban haber tenido; a recordar pasados mejores, que, aunque eran inventados, la gente los volvía propios, los atesoraba y los agradecía entre lágrimas. “Y es que, al final, la vida está hecha de recuerdos” decía su padre, el “general” Manuel Aguilar, y recordaba siempre el día en que inventó el dulce de leche, una vez cuando sin querer se le prendió fuego una vaca, y la quiso apagar tirándole azúcar.

21/06/2025

Cap. 2.. El “General” Manuel Aguilar, se casó con la hija del medio de una de las familias más o menos pudientes de la zona, que aun pudiendo haber hecho más para casarla con otro, no pudieron hacer menos para evitar la boda. Dolores Simón y el general, tuvieron dos hijos: Lauro, el varón, y Roberta, la mujercita. El primogénito, encabezaría, años después, la revuelta contra la llegada de los trenes, porque “hacen mucho ruido” argumentaba, y como un quijote sin sancho, pero con panza, arremetía de cabeza contra las formaciones. Después se organizaron y por las noches se robaban los bellos durmientes, socavaban los puentes, despertaban princesas y saboteaban los andenes para que no anden. Nadie alzaba la barrera para que pase la farolera, que vivía tropezando siempre con la misma piedra; y hacer “el trencito” en las fiestas, estaba terminantemente prohibido. Se consideraba traición. “¡Viva lauro!” escribían sus seguidores en las paredes de los vagones con tinta roja. Y, aunque los hijos de Roberta, años después, se hicieron maquinistas, Lauro Aguilar, retrasó 20 años el progreso del pueblo, con el único fin de dormir la siesta sin ser molestado. M.A

17/06/2025

Intentaba redactar un texto, pero éste se resistía a ser escrito, reclamando no ser leído en el baño; por decoro, más que por respeto (una falta de respeto, sería leer a Borges en el Baño, no a mi) pero igual, si lo está haciendo en este preciso momento, avergüéncese y desista. Se imagina que se entera de que Borges escribió “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer…” mientras hacía fuerza en el baño. Y que agregó “Que los glaciares del olvido me arrastren…” mientras tiraba la cadena. De ser así, entonces sí podría justificarse leer “El Aleph” montado uno sobre el bidet, mientras Ireneo Funes “el memorioso” que ya no se aguanta y no se va a olvidar de lo que le esta haciendo, le golpea la puerta, enojado, portando en la cintura un puñal forjado en Toledo, un reloj de arena en una mano y el papel higiénico doble hoja en la otra. M.A

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