28/08/2025
La reciente destitución del director del Instituto Nacional Técnico Industrial (INTI), Oscar Manuel Melara Rubio, ha despertado un profundo sentimiento de indignación y tristeza en la comunidad educativa y en gran parte de la sociedad salvadoreña.
Para muchos, Melara no fue solo un director, sino un guardián en tiempos oscuros, cuando la violencia de las pandillas y el abandono institucional cobraban la vida de maestros y llenaban de miedo las aulas. Durante más de 25 años, cargó sobre sus hombros una tarea que pocos se atrevían a asumir: mantener en pie a una institución marcada por el dolor y la incertidumbre.
“Amigo Melarita”, como le llamaban con cariño, supo ejercer un liderazgo silencioso pero firme en medio de amenazas constantes. Consciente del peligro, eligió quedarse donde muchos dieron un paso atrás, sosteniendo el timón de una comunidad estudiantil compleja y golpeada por la violencia.
Sin embargo, hoy su salida ha sido percibida como un acto de ingratitud hacia quien entregó su vida entera a la educación. “No fue tu culpa que exalumnos, empresarios, embajadas y gobiernos te abandonaran. Fuiste vilipendiado, tratado sin respeto ni agradecimiento, pero tu conciencia queda tranquila: fuiste ejemplo de tenacidad y liderazgo”, expresaron docentes y allegados al enterarse de la noticia.
Para algunos críticos, la decisión de la ministra refleja desconocimiento de la realidad que se vivía en aquellos años. “Parece que nunca vivió en este país durante esa época, cuando muchos maestros fueron asesinados y pocos se atrevían a tomar el liderazgo”, señalaron.
Hoy, más que una destitución, se siente como la partida de un hombre que se convirtió en símbolo de resistencia y de fe en que la educación podía sobrevivir, incluso cuando la esperanza parecía perderse.
El INTI despide a un director que marcó generaciones, dejando una lección que no se enseña en los libros: la valentía de mantenerse de pie, aun cuando todo parecía estar en contra.