
06/12/2025
Ha mu**to Tomasita Quiala… Luz para la Poeta 🙏…
“Algo grande se le acaba de morir a Cuba”
Nadie está preparado para perder amigos. Pero no hablo de esas amistades que se rompen o que se distancian, sino para perderlos de verdad, físicamente, para siempre. Es la amistad una forma diferente y superior del amor. “La amistad no necesita frecuencia, el amor sí”, decía Borges. Y es cierto. La amistad se fortalece, incluso, en las ausencias. Pero esa ausencia no puede ser definitiva, permanente. No debe. Nadie está preparado para eso. No importa la edad que se tenga, ni el tiempo que haya pasado desde la última vez en que estuvieron juntos los amigos, ni el cómputo de años de amistad que hayan tenido. Nadie está preparado. Cuando los amigos se van definitivamente, cuando desaparecen, o sea, cuando mueren, el amigo sobreviviente se queda irreversiblemente triste, incompleto, solo. Se siente abandonado. Ya me ha pasado muchos veces. Demasiadas en los últimos años. Se llama envejecer, lo sé. En una décima lo dije hace algunos años: “Al fin, creo, he descubierto, / por qué y cómo se envejece: / a cada uno nos crece | a diario en la frente un mu**to”.
De todos los repentistas y amigos con los que yo improvisaba cuando comencé profesionalmente (en 1986) muchos ya se han despedido para siempre: los más cercanos, Chanchito Pereira, Gerardo Inda, Miguel Bello, Pablo Marrero, Bernardo Cárdenas, Wicho Vasallo, José Manuel Cordero, Emelio Alonso, Clemente Cruz, Tuto, Fernando y Manolito García (los García), Rafael García, Julito Martínez, el Fiscal, Lazarito Gonzalez, el Mantuano, Pompillo y ahora, así, de golpe, Tomasita Quiala. ¡Tomasita! Me cuesta creerlo, escribirlo, decirlo, pensarlo. Tomasita Quiala. La Negra. La genio. La genia. La fenómena. Del carajo. La vida, dirán unos. La muerte, dirán otros. Pero ambos grupos se equivocan. Recuerdo lo que dijo el Indio Naborí cuando se le murió un hijo de solo cuatro años: “Es un disparate de la naturaleza”. Esto también lo es. Un disparate enorme. Tomasita. Una mujer llena de versos, de energía poética, de vida, no debería irse así , tan pronto. Le quedaron muchos versos por decir, muchos asombros que provocar, muchos corazones que abrir para seguir latiendo.
En los últimos años nos veíamos muy poco. Nos llamábamos a veces, sobre todo en los malos momentos, en los dolorosos, como hacen los amigos, es decir, los hermanos. Cuando murió su mamá, Reina Rojas, quien fue mi madre adoptiva durante tanto tiempo, yo la llamé desde Almería y hablamos largo rato, hasta terminar riéndonos, recordando los momentos simpáticos, felices, que habíamos pasado juntos. Cuando murió mi hermano Marcelo, muchos años después, ella me llamó desde Madruga y sucedió lo mismo: ¡qué Marcelo! Y en este largo mes de su dolencia cardíaca, de su infarto, su operación, su postoperatorio, no la llamé, pero le mandé mensajes por Whatsapp, pensando, eso sí, que me respondería el hijo. Sin embargo, para mi sorpresa recibí un mensaje de audio y era ella, con su voz inconfundiblemente fuerte. El mensaje era breve, en su estilo de mujer luchadora, llena de luces: "Hola, amor, ahora fue que pude ver tu mensaje, son muchos, pero me ha dado muchísima alegría. Dime si estás en Cuba, en España o o en qué lugar del universo, no importa, el amor nos une. Esto fue un aviso, pero todavía van a tener Tomasita para rato, todavía nos tenemos que meter en una controversia ahí y hablar de la figurita montuna. Te quiero.”
Este fue su último mensaje, mi último encuentro con su voz de “figurita montuna”. La vida. La muerte. El disparate. Todo es un disparate. Miro hacia atrás, pienso en ella y me arrepiento de muchas cosas. Me arrepiento de no haber cantado más con Tomasita, o no todo lo que debíamos. Me arrepiento de no haber grabado un disco juntos. Y de no haber hecho más televisión juntos. Me arrepiento de no haberle dicho por escrito, en vida, todo lo que la admiro y lo que le debo y lo que aprendí a su lado. Lo diré categóricamente: No ha habido en Cuba ni en todo Iberoamérica una improvisadora de décimas como Tomasita Quiala. Ni mujer ni hombre. Su dominio técnico y su infinita creatividad, su amplio y variado registro lingüístico, su velocidad en todos los sentidas, su capacidad de ingenio, su vocabulario (¡pese a las lecturas limitadas, por Dios!), sus reflexiones filosofantes, su dominio del espacio escénico (siendo ciega), su sentido del humor, su capacidad tropológica, su fuerte personalidad, su carisma, su portentosa imaginación, su prodigiosa memoria, sus niveles de concentración, su amplio abanico temático, su desdoblamiento estilístico (ora lírica, ora dramática, ora épica), y, sobre todo, su don para equilibrar todo esto en el escenario, la convierten en un caso único e irrepetible. Sintámonos orgullosos y agradecidos y felices quienes la conocimos, quienes pudimos compartir escenario e intercambiar décimas con ella. Yo, el primero.
Llevaba tantos días luchando por su vida y estábamos tan acostumbrados a verla salir airosa de las más duras controversias que todos esperábamos que esta fuera una más y que la volveríamos a ver ganar, reírse, llevarse los aplausos. Cada día hemos recibido rigurosos partes médicos de su estado, desde La Habana, con avances, retrocesos, mínimas mejorías, grandes recaídas, hasta el desenlace. Hoy miro atrás, pienso en ella y me falta el aire. Algo grande se le acaba de morir a Cuba, algo muy grande. Y no solo a Cuba, también a Iberoamérica. Tomasita Quiala ha fallecido hoy, 12 de junio de 2025, e inmediatamente me han llegan tristes mensajes de Mexico, de Chile, de Madrid, de Canarias, de Colombia, Miami, Venezuela, Perú y los que me faltan. Mujeres repentistas jóvenes. Poetas improvisadores de muchas latitudes y de todas las edades. También desde Cuba. Es más, los primeros fueron desde Cuba. Todos tan tristes. No son los típicos mensajes de condolencias. Son textos llenos de asombro triste, esa es la expresión exacta. Me recuerda cuando, siendo yo un niño, murió Ramón Veloz y mi padre me lo dijo. Pasaron años y mi madre nunca dejó de contar mi respuesta infantil: ¿tú estás loco? ¡Cómo se va a morir Ramón Veloz! O cuando hace menos años, pero ya muchos, llegué a La Habana desde Almería y al recogerme en el aeropuerto el poeta Waldo Leyva me soltó: ¿Sabes quien se murió? Chanchito”. Y yo solo le dije: ¡como se va a morir Pereira”, incrédulo, lleno de asombro triste infantil, siendo un adulto. Eso mismo percibo en los mensajes que me llegan desde tantos países ahora, hoy al saberse el adiós de Tomasita. Es como un colectivo e internacional “como se va a morir Tomasita Quiala”. Nadie está preparado para esto. Absolutamente nadie. Hoy todos somos niñas y niños sorprendidos por la muerte.
Hoy pienso en ti, Tomasita, y me vienen a la memoria, como flashes retrospectivos, rápidos fogonazos, los tantos buenos ratos que vivimos juntos. En Siboney, en La Cumbre, en Ibarra, en Limonar, en Madruga, en Matanzas, en Madruga, en Las Tunas, en Canarias. Y décimas, décimas, décimas, tantas décimas. Uf, Tomasita. Cuánta tristeza dejas, Negra. Cuánto poeta sin palabras. Se te echará de menos tanto. Yo, el primero. Algo grande se le acaba de morir, hoy, 12 de junio de 2025, a Cuba, a Iberoamérica. Y a mí en lo personal. No alcanzan las palabras.
Miren esta foto: ¡éramos tan jóvenes!
Del muro de Alexis Díaz-Pimienta