
08/08/2025
Veinte años.
Mi niño se me creció.
Intenté retenerlo entre mis manos, casi en duelo abierto con el tiempo,
pero fue en vano.
Quiso quedarse un rato más jugando a ser niño,
pero la vida lo llamó,
y él respondió con la valentía y la belleza
del hombre en que se ha convertido.
Con su madurez llegó mi ilusión más grande:
verlo ir tras sus sueños,
aunque sepa que es quimera imposible
protegerlo de todo dolor
o evitar que, sin querer, él hiera a alguien.
Me queda un universo entero de recuerdos:
cuando me necesitaba,
cuando me miraba con admiración
y quería ser como su papá.
Aún guardo en la memoria aquel instante
en que se subía a mi regazo
porque sus manos no alcanzaban los botones
para hacer música…
y hoy es él quien me baja de la silla,
quizá porque ahora es infinitas veces mejor que yo,
también en eso.
Hoy mi niño cumple años,
y aunque la nostalgia —vieja compañera mía—
me roce el alma,
celebro al hombre dulce, amable, bueno y gallardo
que eligió ser.
Mi niño se me creció, sí…
pero él sabe que, para mí,
siempre quedará aquel que interrumpía mi trabajo
con un “vamos a jugar, papito”.
Todo mi amor y mi admiración
al más hermoso de los González.