07/07/2025
Cicatrices
Pasé por una época muy oscura.
Estuve deprimido, perdido, sin fuerzas.
Durante mucho tiempo no me quité el pijama,
como si quedarme quieto fuera lo único que podía hacer.
No exagero: fueron casi años sin vida.
Pero Dios, en su bondad, me ayudó a salir.
Y también el amor —el de mi familia, el de los que no se fueron—
me tomó de la mano.
Del otro lado, la medicina: pastillas, médicos, ayuda profesional.
Lo difícil de las heridas del pasado
es que aunque sanan, la zona queda sensible.
A veces, cuando la vida me golpea fuerte,
mi corazón recuerda esos días y vuelvo a sentirme en peligro.
Tengo cicatrices en el alma.
Y cuando estoy triste, esos fantasmas aparecen,
como si esperaran el momento para volver.
Por eso cuido mucho mi mente, mis pensamientos,
mi forma de ver el mundo.
Ya estuve en la oscuridad, y casi no salgo de allí.
Aun así, hay días difíciles.
El paso del tiempo, las cosas que no salieron como soñaba,
las pérdidas y los dolores que se acumulan…
Todo eso pesa. A veces demasiado.
Pero he aprendido algo:
las cicatrices no son solo heridas.
También son marcas sagradas,
recuerdos de lo que sobrevivimos,
y señales de alerta que nos recuerdan
que no queremos volver a caer.