
07/24/2025
—“Cuídense, porque cuando ya no estén los papás… solo se tendrán a ustedes.”
Eso les digo a mis hijos, cada vez que discuten por tonterías, como si la vida les diera tiempo ilimitado para reconciliarse.
Porque ser hermanos no es solo compartir una casa, una infancia, una madre. Es tener una parte del alma fuera del cuerpo, caminando en otra persona.
Es tener quien te defienda en la escuela, quien te preste el suéter sin decir nada, quien se siente contigo en silencio cuando nadie más lo hace.
Hay que enseñarles que el amor entre hermanos no se compara, no se presume, no se obliga. Se cuida. Se protege. Se honra.
Que si uno se cae, el otro no se ríe… se agacha y lo levanta.
Que si uno triunfa, el otro no envidia… aplaude.
Porque cuando papá y mamá ya no estén, cuando el mundo sea más frío y la vida más dura… solo quedarán ellos. Con sus recuerdos, sus anécdotas, sus abrazos.
Así que, aunque hoy se peleen por el control remoto o por el último pan con chocolate… enséñales a volver a buscarse. A decir “perdón”. A tender la mano.
Porque no hay mayor bendición que un hermano que también sea amigo.
Y no hay mayor tristeza… que perder ese lazo por orgullo o descuido.
Enséñales a cuidarse. Hoy, mañana… y hasta el último suspiro.