11/11/2025
El duelo llega a cada familia de una manera distinta. No sigue un ritmo fijo ni un camino marcado. A veces aprieta el pecho como un n**o, otras pesa como un silencio que no sabemos nombrar, y otras aparece como un recuerdo que llega sin aviso para darnos un abrazo que nace desde dentro.
Pero algo permanece igual en todos: el amor nunca termina con la partida física. Ese vínculo sagrado sigue acompañando, sigue guiando, sigue presente desde un espacio invisible que también forma parte de nuestra vida. El amor trasciende.
Cada persona vive el duelo a su manera. No hay prisa. No hay pasos exactos. No hay formas correctas. Lo esencial es permitirnos sentir, pedir apoyo cuando lo necesitamos y aprender a relacionarnos con quien amamos desde esta nueva forma que no se ve, pero que se siente en el alma con una fuerza distinta.
Cuando una presencia se vuelve invisible, su amor se vuelve inmenso. Lo encontramos en gestos que regresan sin buscarlos, en palabras que vuelven justo cuando más las necesitamos, o en la forma en que hoy vivimos gracias a lo que esa persona sembró en nuestro corazón. Eso es amor infinito.
Como familia podemos sostenernos unos a otros. La verdadera fortaleza no está en aguantar sin lágrimas. La fortaleza real es reconocer lo que duele, agradecer lo que queda y seguir caminando juntos mientras cada uno encuentra su propio ritmo de sanación.
Acompañar el duelo es honrar la vida y la historia compartida. Es abrir espacio a la memoria, a la conexión y a la transformación. Porque lo que amamos sigue dentro de nosotros, brillando con una luz que nadie puede apagar.
Y quiero abrir mi corazón contigo: Hace tres semanas perdí a mi abuelita. Su ausencia se siente hondo. Ella era el alma de la casa, la presencia que daba vida a cada rincón. Su energía, su luz y su manera de habitar el mundo siguen vivas en mí. Compartí muchos años con ella, y aprender a caminar sin su abrazo físico, sin sus llamadas, sus besos y sus manos cálidas ha movido cada parte de mi ser.
Mi duelo no se parece al de mis hijas. Tampoco al de mi mami o al de mis tíos, primos y sobrinos. Cada uno está viviendo su propio proceso. Cada corazón tiene su propio lenguaje para expresar lo que duele: cocinar lo que a ella le encantaba, conversar con amigas, escribir una carta, mirar fotografías, leer mensajes, guardar silencio, o simplemente llorar sin explicación. Existen muchas maneras de abrazar el duelo.
Todos sentimos la falta de esa presencia viva en nuestra vida. Esa esencia que ahora brilla desde el infinito, más suave, más silenciosa, pero igual de luminosa. Y eso también es duelo
Un camino distinto para cada corazón, nacido del mismo amor que nos une, nos transforma y nos sostiene.
Aquí estoy para acompañarte en el tuyo.
Con escucha, guía y alma.
No estás sola. No están solos
Claudia Ramirez Arauzolamagiadecreser