06/03/2025
Mi males son mios
“Sana sana, colita de rana, si no sanas hoy, sanaras mañana” era mi pastillita mágica de niña. Bastaba con eso, y ya, el dolor se iba. O eso decía mi mamá mientras me sobaba la rodilla.
Con los años, el remedio cambió: a veces era la sopita caliente, otras, la siesta obligada. En otras épocas, la cura venía de un cigarro, una pasada de huevo, o simplemente un buen llanto.
Ahora, si era mi abuelito el que presenciaba mis males, uy no… ahí no había ni sopita ni caricias: había escoba y trapo. A limpiar nomas. No se me iba el mal, pero se me olvidaba por estar barriendo.
Así fui entendiendo que a cada mal, su cura.
Y también que algunas “curas” solo disimulaban los males.
Al ir creciendo, la sopita ya no curaba nada, el humo del cigarro me ahogaba y la frase de ‘sana sana…’ ya no pegaba igual. Así que comencé a salir: amigos, fiestas, juergas.
Y ahí sí que se iban mis males, al menos por unas horas, pero se iban. Bailando, fumando aunque me ardieran los pulmones, tomando aunque mi hígado se ahogara.
Trabajaba, estudiaba, y vivía con resaca emocional. Literal.
El cuerpo pedía auxilio: aliento asqueroso, cabeza mareada, pulmones tristes y —me enteré tarde— intolerancia a la cerveza. Todo un cóctel de señales.
Pero ¿mis males mentales? Por unas horas, también se iban.
Después vinieron otras “curas”: compras compulsivas, azúcar en exceso, ejercicio extremo, caminatas eternas… siempre buscando calmar eso que dolía pero que no sabía cómo nombrar. No importando en qué parte del continente estuviera, en qué ciudad, Lima o Denver, los males viajaban conmigo.
Yo sabía que lo mío era más profundo. Que no se arreglaba con azúcar, ni con zapatillas caras. Pero era más fácil así. Más bonito. Más tolerable.
El azúcar enferma, el ejercicio en extremo cansa, ya no hay nada nuevo que comprar.
Esperé años para entender que la única que podía ayudarme... era yo.
Mis decisiones. Mi lógica. Mi experiencia. Mi intuición. Mi amor propio.
Y sobre todo: mi conciencia de que mis males son míos.
Los males de los que hablo, son simplemente así, males de la mente.
Cada quien lo maneja a su manera, algunos incluso van a iglesia para aprender a manejarlos, y algunos otros tratan de no pensar en ellos para no sentirlos.
¿Funciona? No lo sé, y no me interesa.
Me intereso yo.
Mi mente y lo que hago para tenerla saludable.
Me rompo un pie, voy al traumatólogo.
Me duele la cabeza, tomo una pastilla.
Tengo un bajón mental, ¿qué hago? ¿Sopita? ¿Sana, sana…? ¿Dormir? ¿Distraerme?
Lo que haga para sanarme, es asunto mío. Solo mio.
A veces puedo compartir letras para hablar de eso, conversaciones, y TikToks para compartir mi punto de vista, pero solo yo, decido sobre mi salud mental.
Asi que…
No tienes que entenderlo. Solo acompáñame.
No me des soluciones mágicas, frases vacías ni consejos genéricos como “duerme más”, “haz ejercicio”, “respira”.
Eso no me ayuda.
Eso minimiza lo que siento.
Porque yo lo siento.
Y tus palabras son importantes para mi.
Mi dolor mental pesa el triple.
Duele más que un hueso roto, agota más que una migraña, y jode más de lo que tú puedes ver o puedas imaginar.
Y acá es donde muchos no entienden esa clase de males.
Ni familia, ni parejas, ni amigos.
A veces por cultura, a veces por falta de empatía, a veces por ignorancia emocional.
Pero la verdad: no espero que lo hagan.
Entenderme requiere una paciencia que ni yo tengo conmigo misma a veces.
Lo que sí te pido es tu presencia.
Confía en que yo sé lo que necesito.
No me des consejos.
No me compares.
No me analices.
Y por favor, no me lances manipulaciones emocionales que me hagan sentir culpable por cómo te sientes tú.
Solo siéntate a mi lado.
Tómame la mano.
No pido explicaciones ni soluciones.
Escúchame si quiero hablar. Cállate si no.
No necesitas entenderme. Necesito que estés.
Y si no puedes darme eso —presencia, amor sin condiciones, respeto por mis tiempos—entonces no es amor lo que sientes por mi.
No necesito amores que me abandonan cuando estoy fracturada o rota.
No necesito amores que me busquen cuando junte mis piezas.
No necesito amores que necesiten mi dolor para sentirse bien.
No merezco que me quieran a medias.
Yo amo sin condiciones. Y así también quiero ser amada.
Pido compañía.
Solo eso.
-mi vida en garabatos
Littleton, CO.
Junio 2025