09/07/2025
LA MANTECA QUE USABAN LAS ABUELAS: POR QUÉ EL SECRETO DE SUS GUISADOS NO ERA EL ACEITE
En las cocinas de antes no había aceite de canola, ni margarina, ni etiquetas que dijeran “light” o “sin grasa”.
Había una cazuela de barro, un sartén ennegrecido por los años, y junto a la estufa… un frasco de vidrio lleno de manteca.
Era manteca de cerdo, y sí: era pura grasa animal. Pero era también el ingrediente mágico que le daba a los frijoles, al arroz, a las tortillas y a los guisos ese sabor que ya no sabemos imitar.
Y no, nuestras abuelas no estaban enfermas por usarla. Vivieron décadas fuertes, activas y sin los problemas digestivos que hoy tenemos a diario.
¿Por qué usaban manteca?
Porque era lo que se usaba cuando se cocinaba con respeto, no con miedo.
La manteca aguanta altas temperaturas sin descomponerse, a diferencia de muchos aceites vegetales refinados.
No es inflamatoria como los aceites modernos que han sido procesados industrialmente.
Aporta un sabor profundo y natural, que resalta los ingredientes sin esconderlos.
Dura mucho tiempo sin echarse a perder, y se puede reutilizar con cuidado.
¿Y era saludable?
Aunque hoy nos llenan de miedo con la palabra “grasa”, la ciencia más reciente está rehabilitando a la manteca natural.
No es lo mismo una grasa vegetal hidrogenada, como la margarina, que una manteca artesanal obtenida directamente del cerdo, cocida lentamente, colada y guardada con higiene.
La manteca tradicional:
No contiene químicos añadidos.
Tiene un perfil lipídico más estable que los aceites refinados.
Es rica en vitamina D natural (cuando el cerdo fue criado al sol).
Bien usada, no provoca daño cardiovascular en personas sanas.
Lo que enferma no es la manteca… es el exceso, la combinación con harinas refinadas y el sedentarismo moderno.
¿Por qué la dejaron de usar?
Porque llegaron los mitos.
Porque les dijeron que todo lo animal malo.
Porque quisimos modernizar la cocina, sin entender que la grasa también tiene alma.
Hoy usamos aceites “vegetales” procesados, que huelen raro, que se oxidan con el calor y que ni siquiera aportan sabor real.
Y luego nos preguntamos por qué nuestra comida no sabe igual.
Un frasco de manteca era más que grasa
Era el secreto que le daba vida al arroz inflado, a las tortillas con sal, al huevo con chile, al frijol refrito, a las enchiladas, al arroz rojo, al pan de pueblo.
Era tradición, herencia y salud con sabor a casa.