11/30/2025
Hoy en día se ha vuelto común escuchar frases como “yo ato”, “yo desato”, “yo arrebato”, como si nuestra victoria espiritual dependiera de fórmulas o declaraciones humanas. Pero la Palabra de Dios es clara: el poder no está en nuestras palabras, sino en nuestra sumisión a Dios.
La Biblia nunca nos manda a “atar” a Satanás.
La instrucción bíblica es mucho más simple y más profunda:
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).
Fíjate en el orden:
1. Primero nos sometemos a Dios — es decir, nos humillamos ante Él, reconocemos Su autoridad, Su soberanía y Su voluntad.
2. Luego resistimos al diablo — permanecemos firmes en la fe, en la verdad del evangelio, en la obediencia.
3. Y entonces él huye — no porque lo “atamos”, sino porque Dios pelea por nosotros.
Miremos a Job
Job lo perdió todo: hijos, salud, bienes, dignidad. Pero aun así nunca andó buscando atar a satanás.
Job tampoco vivía obsesionado con el diablo.
Job entendió algo que muchos hoy no entienden:
Si algo llega a mi vida, es porque Dios lo permitió con un propósito eterno.
Cuando su esposa le dijo que maldijera a Dios, Job respondió:
“¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10).
Job sabía que todo está en las manos de Dios, no en las manos de satanás.
Y por eso pudo adorar incluso en el dolor.
Nuestra familia no está en las manos del enemigo
Hay cristianos que viven diciendo: “satanás tiene a mi familia, tiene mi finanza, tiene mi casa…”
Pero eso es una mentira del enemigo.
Si somos de Cristo, si hemos sido sellados con Su Espíritu, nuestra vida y nuestra casa están escondidas en Dios, donde nadie —ni siquiera el enemigo — puede tocarlas sin permiso del Todopoderoso.
La verdadera guerra espiritual es sencilla y poderosa
No es gritar.
No es declarar.
No es atar.
No es inventar frases espirituales.
La verdadera batalla es:
• humillarse ante Dios,
• depender de Su gracia,
• permanecer firme en Su Palabra,
• resistir la tentación,
• vivir en obediencia,
• confiar en Su soberanía,
• mantenernos bajo la cobertura del evangelio.
Ahí está nuestro refugio.
Ahí está la victoria.
Ahí está la promesa.
Cuando nos sometemos a Dios, es Dios mismo quien hace huir al diablo.
Y cuando Dios pelea por nosotros, ninguna arma forjada prospera.