09/27/2025
La dictadura cubana ha llegado a un nuevo nivel de miseria al presentar los viejos contenedores metálicos de carga como “solución” a la profunda crisis de vivienda en la isla. En un país donde el cemento, el acero y los bloques brillan por su ausencia —excepto, claro, cuando se trata de construir lujosos hoteles para el turismo extranjero— el régimen ahora pretende que familias enteras vivan dentro de cajas de metal recicladas que alguna vez transportaron mercancías.
El problema es tan absurdo como cruel: en un país con temperaturas tropicales sofocantes y sin electricidad estable para encender un simple ventilador, estas “viviendas” se convierten en hornos. Mientras que en otras partes del mundo estos contenedores se utilizan en proyectos turísticos de lujo con aire acondicionado y todas las comodidades, en Cuba se destinan a la población común, sin siquiera incluir un sistema de climatización básico.
El gobierno intenta vender la idea como un proyecto moderno, recubriendo los contenedores con materiales “anti térmicos” y prometiendo cocinas, baños y dormitorios con productos locales. Sin embargo, la realidad es que no son más que cajas metálicas adaptadas para dormir, destinadas especialmente a víctimas de huracanes y madres con varios hijos que han esperado años por una vivienda digna. En provincias como Guantánamo, Las Tunas y Sancti Spíritus, decenas de estas “casas” ya están siendo instaladas, muchas veces para familias que llevan más de un año sin recibir la ayuda prometida tras desastres naturales.
Todo esto ocurre mientras las cifras oficiales muestran que, a pesar de un aumento en la inversión estatal, la construcción de viviendas cayó un 53% en comparación con el año anterior, y la mayoría de las casas que sí se edificaron fueron resultado del esfuerzo privado. Este vergonzoso intento de disfrazar el abandono estatal con soluciones improvisadas deja claro que, bajo la dictadura cubana, la dignidad humana no es prioridad: los ciudadanos son obligados a vivir como mercancía almacenada, encerrados en el mismo metal que alguna vez llevó productos, ahora convertido en símbolo de una crisis sin fin. |