08/02/2025
La ceiba es uno de los árboles más sagrados dentro de la religión yoruba y en muchas tradiciones afrocubanas. Su presencia no solo marca un espacio físico, sino que establece un punto de conexión entre el mundo visible y el mundo espiritual. Es considerada morada de espíritus, asiento de ancestros y símbolo de fuerza, sabiduría y permanencia.
En la cosmovisión yoruba, la ceiba representa el eje del mundo, el punto donde convergen los cuatro rumbos del universo. Es vista como un portal natural, un lugar donde se realizan rogaciones, ofrendas y ceremonias de respeto. Muchos ilé o casas religiosas la tienen cerca como guardiana silenciosa, testigo de rezos y transmisiones de conocimiento.
Su importancia también se refleja en los patakíes, donde se cuenta que Orisha como Obatalá y Orunmila se refugian bajo su sombra para meditar y recibir mensajes del cielo. La ceiba no se toca sin permiso, no se corta sin ceremonia, y no se usa sin propósito. Su madera, sus raíces y su energía están protegidas por tabúes que garantizan su respeto.
En muchas prácticas, se acude a la ceiba para pedir claridad, para entregar cargas espirituales, o para buscar consejo en momentos de confusión. Se le habla como a un anciano, se le ofrece como a un Orisha, y se le honra como a un pilar de la tradición.
Respetar la ceiba es respetar la memoria espiritual del pueblo. Es reconocer que la naturaleza no está separada de lo sagrado, sino que lo sostiene. Por eso, en cada ceremonia, en cada canto, en cada paso del camino religioso, la ceiba permanece como símbolo de raíz, de altura y de conexión eterna.