09/09/2025
Decir que el Duke Hernández era un pitcher más en Cuba o no tenía la categoría de estrella, con el respeto que merecen esos a su derecho de opinar, denota cualquier cosa menos ser justo y objetivo.
Además de irse de Cuba con un récord insuperable e impresionante de ganados y perdidos histórico, con liderazgos en varios renglones importantes en una temporada, con balance de 9-3 en playoff y una presencia en el equipo Cuba la mayoría de sus 10 temporadas (en época de muchas figuras destacadas en el pitcheo) y terminar invicto en eventos internacionales.
Que no ganó el bueno con el equipo Cuba? Acaso le dieron la bola en el juego por el título? Y a nivel nacional, tengo ejemplos de sobra de partidazos lanzados con Industriales y Ciudad Habana. De hecho, escasas veces explotó en juegos de postemporada.
Que el regionalismo o la diferencia ideológica no nos lleve a escribir absurdos. Aún cuando también es un derecho pecar de ignorante.
Por supuesto que hablo de Cuba, porque de más está decir que lo que vino después en Grandes Ligas fue legendario. Incluso, en determinados aspectos, nadie ha llegado hasta ahí.
O sea, que los que dudan o subestiman la calidad del Duke en Cuba, ¿creen que es más fácil triunfar y ganarse el respeto de todo el mundo en Grandes Ligas que en la Serie Nacional?
Para gustos los colores, pero hay realidades que creo tienen poco margen al cuestionamiento. El Duke, a criterio de mucha gente objetiva y entendida, se convirtió en una leyenda del beisbol cubano. No por lo que hizo aquí o lo que hizo allá. Simplemente por lo que hizo en una carrera llena de matices, y sobre todo, de grandeza deportiva.