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—¿Qué clase de monstruo eres? —le pregunté, dejando que la voz me saliera baja.Me tumbé sobre la cama como una gata mima...
07/09/2025

—¿Qué clase de monstruo eres? —le pregunté, dejando que la voz me saliera baja.
Me tumbé sobre la cama como una gata mimada en territorio ajeno, restregándome sin vergüenza entre sus almohadas.
Mierdx. Olían de putx madre. A él. A peligro limpio. A control y pecado. Y fue como si me abrieran en dos desde dentro.
Una corriente me atravesó. Me encendí como si mi cuerpo recordara cosas que mi mente aún no podía nombrar.
Me mordí el labio, conteniéndome. O no. Estaba empapadx, con el coñx húmedo.
—Nunca escuché de un monstruo que oliera a lavanda… —susurré, rodando entre las sábanas—. O que tuviera la cama tan bien tendida… o tatuajes tan jxdidamente bonitos.
Me giré un poco, apoyando el peso de mi cuerpo sobre un codo, y lo busqué con la mirada.
Entonces lo vi. Apenas un contorno recortado por la sombra, pero nítido para mí.
Estaba ahí, quieto, como una estatua tensa. Hasta que lo dije y retrocedió. Un paso y después otro. Hasta que la espalda le chocó con la pared. Y se quedó ahí, respirando como un lobo al que acababan de herir… o exc!tar.
Me reí. No porque fuera gracioso, sino porque era deliciosx verlo así, rígido, lleno de fuego, y aún sin tocarme.
—Entonces… ¿para qué me trajiste aquí? —le pregunté, sentándome con las piernas cruzadas, y el vestido subido hasta los muslos, sin intentar bajarlo.
Lo miré con descaro.
—¿Vamos a fxllar o qué?
Un gruñido se escapó de su garganta.
—¿Te comieron la lengua los ratones? —le pregunté con una ceja alzada, en tono de burla—. Qué p4ta decepción… —Me incliné un poco hacia adelante, sin dejar de mirarlo. Quería provocarlo. Saber hasta dónde era capaz de resistir—. Y yo que en serio quería que me comieras el coñx...

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Ella tiene VIH. Su esposo la maltrató y la dejó marcada por dentro y por fuera. Nunca la habían tocado con ternura… Hast...
07/08/2025

Ella tiene VIH.
Su esposo la maltrató y la dejó marcada por dentro y por fuera. Nunca la habían tocado con ternura… Hasta que llegó él. El CEO que no le teme a su pasado.
El hombre que sabe exactamente cómo curarla: con amor, con deseo… y sin miedo. 😍

—Lo que sientas, tienes que decírmelo, y lo que yo sienta, te lo diré. Ahora somos uno. No más secretos —le dijo él.
Ella asintió atolondrada y con la voz temblorosa le dijo:
—Somos uno... Me gusta como suena...
—A mí también —musitó él y la tomó por las caderas para sentarla en su muslo.
Ella se dejó llevar por la suavidad con la que la trataba. Tal vez, eso era lo que más le gustaba de estar con él. Sabía tocarla, dónde tocarla, cómo llevarla a ese punto que nunca había conocido.
Le encantó descubrirla desnuda bajo el vestido. Subió hasta que descubrió que tampoco llevaba bragas. Se sorprendió tanto que se ruborizó al concebir lo tentador que todo era.
—Eres cruel —musitó en su cuello, besándola otra vez con urgencia.
—No fue mi intención —se rio ella.
—Claro que no —se rio él y con firmeza la cogió por la cintura para tumbarse con ella en la cama.
Le fue fácil controlarla para montársela a horcajadas.
Ella se quedó paralizada cuando se vio encima de ese hombre corpulento y de mirada oscura. Se sintió pequeñita cuando puso sus manos en su pecho endurecido y tan nerviosa que le estrujó la camisa entre sus dedos.
Sus ojos la contemplaban de forma diferente.
Ella sabía que aún no podían ir tan lejos, o tal vez sí.
El deseo que sentían el uno por el otro, cegaba la razón. Confundía esos pensamientos que decían lo contrario.
Él se quedó quieto. Dejó que ella lo besara y lo sintiera, que le mostrara lo lejos que podía llegar. Le volvía loco la idea de no poder tocarla, pero no quería verse invasivo o desesperado.
Porque desesperado estaba, pero era muy bueno disimulándolo.
A ella le gustó tener el control, besar cómo quería, tocar lo que quería.
Sus pensamientos estaban comprometidos. Eran tantos y tan indefinidos que tuvo que sofocarlos para poder regular el placer que él estaba ocasionándole.
La nublaba y no podía negar que así quería que fuera.
Desnuda, pero segura. Expuesta, pero a salvo.
Podrían haber cruzado la línea, pero alguien los encontró semidesn**os.
Y ahora nada volverá a ser igual…

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—Tu vienes conmigo —le dije firme y avancé hacia ella para agarrarla, pero se me escabulló entre los dedos como si fuera...
07/07/2025

—Tu vienes conmigo —le dije firme y avancé hacia ella para agarrarla, pero se me escabulló entre los dedos como si fuera agua.
—No, no me toques… —susurró llorando.
Se echó a correr por las escaleras con un trote ligero.
Uno de mis hombres quiso ir tras ella, pero no se lo permití. No quería que la asustaran más.
Ese era un placer que me iba a dar yo mismo.
Cuando llegué al final de la escalera, me encontré con Alice. Me apuntaba con su florete. Lo hacía tan precisamente que supe que sería capaz de lastimarme.
—Hazlo, ¿qué esperas? —le dije y avancé cautelosamente hacia ella.
Alice abrió grandes ojos al ver que su amenaza me importaba una m!erda y gritó con rabia y sacudió su florete con violencia para atacarme. No se andaba con rodeos y me encantó que fuera una fiera loca.
Sí, me dio golpes en las mejillas que me cortaron la carne. La sangre tibia me escurrió por las mejillas, pero me importó una mi**da en ese momento.
La cogí fuerte por la barbilla y la arrinconé contra uno de los muros en su espalda.
—Si digo que vienes conmigo, me obedeces… —La levanté por los muslos. Ella gritó enloquecida y me dio golpes con el florete en la espalda—. Y vienes conmigo, maldita sea. —Y me la cargué en los hombros.
Era pequeña, delgada y con esa maldita falda que me había estado volviendo loco durante días, todo se hizo más tentador.
Puse mi mano en su cul0 desn**o para que ninguno de mis hombres pudiera verla y supe que sería una noche de bodas muy interesante.
Mi pequeña ovejita estaba empapada.

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—Eres mi esposa, vives en mi casa, y desde hoy, dormirás en mi ma***to cuarto, a mi lado… —ordeno, furibundo. Maldita se...
07/07/2025

—Eres mi esposa, vives en mi casa, y desde hoy, dormirás en mi ma***to cuarto, a mi lado… —ordeno, furibundo.
Maldita sea, tengo que dejar de ser tan contradictorio. ¿Qué mi**da quiero de ella? Mi maldita pollx grita su ma***to nombre. Esta dura, como palo. Solo con verla ha despertado.
Actúa sorprendida, pero actúa tan sarcástica que, sé que furiosa no es nada. Está rabiosa como una perra sin su vacuna.
—Resulta que ahora soy tu esposa, pero anoche no tuviste las bolas para terminar lo que empezaste —me dice, poniéndose pinta labios en su boquita tentadora chupa pollx—. No quiero dormir contigo, Taylor.
—D’Amico —le recuerdo contendiendo la ira—. Mi apellido es D’Amico. Y dormirás conmigo, cada maldita noche. —Doy pasos amenazantes hacia ella. Alice se mantiene en su lugar—. Te guste o no. —Cojo su nuca con firmeza.
Me mira con sus ojos verdes con agudeza.
Se ríe cruel.
—Si no, ¿qué? —pregunta—, ¿vas a castigarme, papi? —pregunta atrevida y con sus labios rosas brillantes pasa su lengua por mi barbilla y sube hasta mis labios.
Me paralizo. ¿Cuándo dejó de tenerme miedo?
—Alice… —Me aturde, me confunde.
—No lo creo —dice y se libera de mi agarre y coge su bolso para salir al pasillo.
Me cuesta reaccionar, pero cuando lo hago, doy grandes zancadas para ir tras ella.
Camina provocadora, ondeando los pliegues de su falda corta sobre su culx redondo, el que anoche me hizo alucinar. Sabe bien lo que está haciendo y se aprovecha de ello.
La persigo idiotizado y, cuando logro reaccionar, cuando entiendo que la situación es mía, que yo la controlo, la tumbo con fiereza sobre uno de los muros. Gime, recordándome lo bien que se escuchaban sus gemidos anoche. Mis piernas la aprisionan para que no pueda moverse y cojo su pequeña barbilla entre mis dedos feroces.
Se siente tan frágil bajo mi agarre. Estoy seguro de que podría hacerla pedazos y es lo que quiere. Lo pide a gritos con esa mirada atrevida…

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—¿Y dónde está ahora? —pregunta Fleur, impaciente.  —Lo dejé en los campos de entrenamiento, donde pertenece —le respond...
07/02/2025

—¿Y dónde está ahora? —pregunta Fleur, impaciente.
—Lo dejé en los campos de entrenamiento, donde pertenece —le respondo, intentando ser clara.
Fleur se agarra el pecho y alucina de pie.
No lo puedo creer.
—¿Viste qué posición tendrá? —pregunta Manon—. En Inglaterra era el cinco, ataque y defensa, porque es una bestia como de dos metros. ¿Viste sus manos?
—¿Sus manos? —repito, desconcertada.
De pronto, el corazón me late muy deprisa.
—Sí, sus manos —insiste—. Dime si las viste. ¿Cuánto le miden? ¿Pudiste medírselas?
Me quedo callada, pensativa. No puedo controlar lo que estoy sintiendo.
—Estoy confundida —digo, ya mareada por todo el humo del ci******lo que me está ahogando—. No sé de qué estamos hablando. —Las miro a las dos con incredulidad.
De repente, la puerta de un cubículo se abre y aparece una chica. También está fumando, con los labios rojos y el cabello color cereza.
—Hermana, queremos saber cuánto le mide el pxne a Marshall Grant. Todo el mundo está hablando de eso —me dice, fumando su ci******lo y se me queda mirando, a la espera de que le responda algo.
—Oh… —murmuro, completamente perdida—. No pude ver sus manos.
—Oh, Lorraine, ¿en qué ma***to mundo vives, joder? —Fleur me reclama, visiblemente molesta.
Parece que todas están fastidiadas con mi falta de interés sexuxl.
—¿Es agradable? ¿O es un inglés arrogante de mi**da?
Me quedo callada. No puedo responder eso. Me llamó Pomerania. Me comparó con una maldita perra de veinte centímetros insoportable.
—Lorraine Blot —dice Manon, mirándome con una sonrisa traviesa—. ¿Acaso te agradó el inglés?
—No. —Soy tajante—. Me llamó perra. No de esa forma, pero lo hizo.
Todas se ríen. Intento relajarme, tomarme esta situación con humor, pero entonces otro cubículo se abre y una chica se nos une con una noticia que me deja helada:
—Escuché que el inglés se peleó por ti, Lorraine. —Lo dice con tanta normalidad mientras se lava las manos que no puedo reaccionar normal.
Esto no es normal. Esto no pasa en mi mundo.
—¡¿Qué?! —Mis amigas gritan como locas.
—Envió a Henri a la enfermería. Dicen que le rompió un par de costillas. —Siento cómo la sangre se me hiela—. Sus padres llegaron hace veinte minutos y amenazaron con demandar al Proviseur si no toma acciones contra Grant y el entrenador. —Nuestra informante se ríe divertida y se sacude las manos por igual—. Ya era hora de que alguien le acomodara las neuronas a Henri…
Mis amigas me miran horrorizadas.
—Lorraine Blot…
No puedo quedarme a responder. Salgo corriendo desesperada por los pasillos del lycée.
Necesito encontrar a Marshall Grant y entender qué demonios estaba pensando.

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Estás dispuesta a entregarle lo único valioso que tienes a un misterioso ruso: tu virginidad. «—¿Quiere qué le hable aho...
07/02/2025

Estás dispuesta a entregarle lo único valioso que tienes a un misterioso ruso: tu virginidad.
«—¿Quiere qué le hable ahora de mis exigencias o que lo haremos después de que firmemos el contrato? —le preguntó.
—Sinceramente, me da miedo —confesó ella con timidez y escondió la mirada.
—Si vamos a hacer esto, necesito que me digas todo lo que se atraviesa por tu cabeza —le dijo seguro—. Quiero que seas lo más sincera que puedas. Conmigo no debes tener miedo.
—No-No tengo nada de experiencia… y me da miedo imaginar lo que me vas a pedir —escupió ella, sin nada de filtro.
—Mi amor, yo tengo experiencia suficiente por los dos —reveló y la miró con tanto ardor que ella se sonrojó—. Y yo no te voy a pedir nada.
—¿Y entonces? —preguntó inocente.
—Yo te lo voy a dar todo —respondió con voz ronca, amarga y excitada.
Hasta ese entonces, ella no conocía una voz excitada, pero que ese hombre fornido e intimidante le gruñera en la cara, la hizo vibrar y no lo pudo evitar; y no supo a quién culpar por lo que pasó después»…

Durante años, ella ha estado escondiéndose del mafioso con el que tiene una hija, hasta que un día consigue un trabajo e...
07/01/2025

Durante años, ella ha estado escondiéndose del mafioso con el que tiene una hija, hasta que un día consigue un trabajo en una fiesta y...
El hombre estaba tranquilo; aunque a su alrededor el resto de su familia parecía alegre, él no lo estaba.
—Ay, no, no, no —repitió ella cobarde y retrocedió torpe un par de pasos.
Su huida causó caos y terminó cayendo al suelo frente a todos.
La joven se levantó y salió corriendo desesperada. No podía dejar que él la viera, pero su amiga gritó su nombre y él supo con exactitud lo que estaba ocurriendo.
Él no dudó en perseguirla. Corrió tan rápido que, apenas pudo respirar cuando el viento frío de la noche le golpeó en la cara.
Ella intentó escapar, pero el hombre conocía bien el lugar y la atrapó en el final del recorrido. La tomó por la espalda con fuerza y la empujó contra un coche para inmovilizarla.
Sabía que ella lo iba a atacar, así que se apoyó sobre su cuerpo y le quitó el antifaz que escondía su bella mirada.
Ella le respiró en la boca y cerró los ojos en cuanto los recuerdos y los sentimientos revivieron con la misma fuerza de la primera vez.
—Déjame ir —exigió con rabia—. ¡Déjame ir! —gritó histérica.
—No, no te voy a dejar ir. No otra vez… —dijo él.
—¿No? —preguntó ella furiosa, con los ojos llorosos.
—Te busqué por todos lados. A ti y a nuestra hija.

Era su primera vez con una mujer virgēn y que la chiquilla tuviera tantas trabas solo le hacía desearla más; ya quería r...
07/01/2025

Era su primera vez con una mujer virgēn y que la chiquilla tuviera tantas trabas solo le hacía desearla más; ya quería recorrerla y quitarle los miedos con sexø.
—Soy pésima en esto, ¡voy a morir virgēn! —exageró y él se rio, paralizándola con su encantadora, pero seductora y masculina risa.
—¿En qué? —preguntó él y la miró a la cara.
—En esto, en el sexø —jadēó complicada.
El solo hecho de decir la palabra en voz alta, la hacía temblar entera. Era como si estuviera diciendo algo prohibido y luego la fueran a castigar por ello.
—Es perfecta, señorita —le dijo con seguridad y se levantó con ella entre sus brazos.
—Lamento no ser lo que esperabas —le dijo, incómoda, sintiendo sus manos en sus muslos internos, cerca de su coñø palpitante—. Si no quieres firmar, voy a entenderlo. —Escondió la mirada.
Estaba lista para su rechazo.
—Vamos a firmar ese contrato, Señorita —le dijo y le ofreció su mano para invitarla a caminar de regreso al interior del restaurante.
Ella se quedó sin respiración mirando su mano, complicada y sin entender nada. Había tenido la peor de las presentaciones, hasta incluso le había golpeado, pero él igual iba a correr el riesgo de llevarla a su cama»...

—No… vine por mi cuenta —contesté, nerviosa. Mi voz sonaba más pequeña de lo que me hubiera gustado—. Quería disculparme...
06/28/2025

—No… vine por mi cuenta —contesté, nerviosa. Mi voz sonaba más pequeña de lo que me hubiera gustado—. Quería disculparme… sé que no actué con madurez. Fui grosera y no te di una buena bienvenida.
Él alzó una ceja, perplejo.
—¿De qué mi**da estás hablando?
Tragué saliva.
—Bienvenido, Marshall —dije al fin, aunque mi voz tembló. La habitación se sentía demasiado cerrada. Demasiado íntima. Cada centímetro del aire entre nosotros era denso—. Seré tu guía y espero poder ayudarte con cualquier duda.
Él me miró como si me hubieran cambiado por otra persona.
—¿Quién demonios eres y qué mi**da hiciste con Lorraine? —bufó, furioso.
Se incorporó de golpe, y retrocedí. Era enorme. Imposible ignorarlo. Su presencia me aplastaba.
Sentí un n**o en la garganta. Estaba enojado. Lo notaba en su mandíbula, en sus ojos.
Pero su pregunta absurda me hizo reír, aunque fuera un poco.
—No seas id**ta, Grant. Sigo siendo yo —respondí, rodando los ojos.
Él hizo una mueca divertida.
—Pues no me gusta esta Lorraine. Me gustaba la otra.
Sentí cómo me ardían las mejillas.
Y como siempre que me incomodaba, hablé de más.
—Bueno, no tengo que gustarte —le solté, mirándolo con desafío.
Sonrió.
Y por primera vez, noté sus ojos azules.
Centelleaban. Como una maldita adicción.
Las adicciones nunca habían sido lo mío. Había visto lo que podían hacer. A mi familia. A mí.
Yo no caía en eso. Nunca.
—Claro —murmuró, con ironía, acercándose un paso. Su movimiento me erizó la piel—. ¿Y entonces? ¿A qué viniste?
Intenté mantenerme firme. Pero él era como un tiburón. Y yo estaba sangrando.
—Ya te dije. Vine a darte la maldita bienvenida, ¿ok? A ofrecerte ayuda. Si no te interesa, vete al demonio.
Se quedó justo frente a mí. Sonriendo.
—Esa es la Lorraine que me gusta —susurró, divertido.
—Ya te dije que no tengo que gustarte, maldita sea —gruñí, perdiendo los estribos.
El calor en mi rostro era insoportable.
Culpé al cuarto. Demasiado cerrado. La ventana sellada. El aire denso.
Caminé rápido hacia ella y la abrí, dejando que la brisa me calmara.
Yo necesitaba enfriarme.
Él… parecía cómodo. Imperturbable.

No lloré. Porque las presas lloran. Y yo… yo no vine al mundo para eso.—¿Qué clase de monstruo eres? —le pregunté, dejan...
06/28/2025

No lloré. Porque las presas lloran. Y yo… yo no vine al mundo para eso.
—¿Qué clase de monstruo eres? —le pregunté, dejando que la voz me saliera baja, ronca, cargada de algo que no era miedo.
Me tumbé sobre la cama como una gata mimada en territorio ajeno, restregándome sin vergüenza entre sus almohadas.
Mierdx. Olían de putx madre. A él. A peligro limpio. A control y pecado. Y fue como si me abrieran en dos desde dentro.
Una corriente me atravesó. Me encendí como si mi cuerpo recordara cosas que mi mente aún no podía nombrar.
Me mordí el labio, conteniéndome. O no. Estaba empapadx, con el coñx húmedo.
—Nunca escuché de un monstruo que oliera a lavanda… —susurré, rodando entre las sábanas—. O que tuviera la cama tan bien tendida… o tatuajes tan jxdidamente bonitos.
Me giré un poco, apoyando el peso de mi cuerpo sobre un codo, y lo busqué con la mirada.
Entonces lo vi. Apenas un contorno recortado por la sombra, pero nítido para mí.
Estaba ahí, quieto, como una estatua tensa. Hasta que lo dije y retrocedió. Un paso y después otro. Hasta que la espalda le chocó con la pared. Y se quedó ahí, respirando como un lobo al que acababan de herir… o exc!tar.
Me reí. No porque fuera gracioso, sino porque era deliciosx verlo así, rígido, lleno de fuego, y aún sin tocarme.
—Entonces… ¿para qué me trajiste aquí? —le pregunté, sentándome con las piernas cruzadas, y el vestido subido hasta los muslos, sin intentar bajarlo.
Lo miré con descaro.
La habitación seguía en penumbra, pero pude ver cómo sus hombros subían al respirar, y cómo apretaba la mandíbula.
—¿Vamos a fxllar o qué?
Un gruñido se escapó de su garganta.
—¿Te comieron la lengua los ratones? —le pregunté con una ceja alzada, en tono de burla. Y entonces la rabia me atravesó. La rabia… o el hambre—. Qué p4ta decepción… —Me incliné un poco hacia adelante, sin dejar de mirarlo. Quería provocarlo. Saber hasta dónde era capaz de resistir—. Y yo que en serio quería que me comieras el coñx...

Me duché con la certeza de que no estaba sola.No lo veía, pero lo sentía, del otro lado del espejo, él respiraba como un...
06/26/2025

Me duché con la certeza de que no estaba sola.
No lo veía, pero lo sentía, del otro lado del espejo, él respiraba como un enfermo. Su aroma nunca abandonaba mi cuarto: bosque húmedo, cuero y hombre.
—¿Te gusta lo que ves, ma***to pe******do? —dije, empapada, sin cubrirme—. ¿Te gustan mis tetxs? Apuesto a que sí, son jodidamente perfectas.
Me reí. Fría. Cortante.
Me acerqué, besé el vidrio empañado y susurré: “Nos vemos luego, pe******do.”
Porque el juego ya había comenzado…
Y esta vez, no pensaba perder.
Lo estaba atrayendo a mi propia trampa, lenta y seductoramente.

La miré desde la oscuridad como un ma***to enfermo, como un animal que se contuvo demasiado tiempo, como un dios antiguo...
06/25/2025

La miré desde la oscuridad como un ma***to enfermo, como un animal que se contuvo demasiado tiempo, como un dios antiguo que vuelve por lo que le pertenece.
No hice un solo ruido. No di un paso y no respiré. Solo la vi y, joder, fue suficiente.
Ella se revolvía en mis sábanas. Olía mi olor y lo reconocía.
Y se tocaba, por mí.
No lo hacía como una víctima, lo hacía como una reina que toma lo que quiere.
Y me quería a mí.
Sus dedos bajaron, su espalda se arqueó, su boca se abrió, y ese gemido… Dios. Ese ma***to gemido.
Me dejó sin alma.
Di un paso. Solo uno y ella me miró. Me miró como si supiera todo. Como si me conociera desde siempre.
Y dijo mi nombre. Mi p**o nombre.
Mis puños se cerraron, mi respiración se detuvo y mi razón se rompió en pedazos.
Ella se corrió, frente a mí.
Libre, indecente, perfecta.
No necesité rozarla. No necesité quitarle la ropa. Ella ya era mía.

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