11/06/2025
“Delante de todos”: La masa, la mirada y el abismo
por Piter Ortega Núñez
Una superficie abombada, como si fuera el costado de un planeta enrojecido por el óxido o la carne, se alza frente a nosotros. Pero lo que parece tierra resquebrajada o corteza de algún astro distante, pronto revela su verdadera textura: no son rocas ni placas tectónicas, sino cabezas humanas, bustos múltiples, repetidos, en formación, apretados unos contra otros como si no pudieran respirar. Todos miran hacia la misma dirección, como hipnotizados. La pintura se titula “Delante de todos”. Pero, ¿quiénes son “todos”? ¿Y qué hay delante?
En esta obra, Javier Barreiro compone una metáfora rotunda de la multitud contemporánea. La primera lectura posible es sociológica: estos cuerpos, que parecen repetidos por un molde, evocan al sujeto masificado de las sociedades modernas. Individuos convertidos en número, en código, en estadística, despojados de su singularidad. Ya no hay rostros, sino una serie de perfiles uniformes, como si la humanidad hubiera sucumbido a una forma industrial de existir. Son obreros de un sistema invisible, soldados de una guerra sin causa, creyentes sin fe. La homogeneidad devora al individuo. ¿Qué los empuja a mirar todos hacia ese mismo punto fuera de campo? ¿Es un líder? ¿Un enemigo? ¿Una pantalla?
Desde una lectura psicoanalítica, el cuadro parece representar una compulsión colectiva: todos fijan su atención en lo mismo, como en una escena de fascinación infantil ante el padre simbólico. Hay en esta alineación una obediencia inquietante, una pulsión hacia la uniformidad. Mirar en la misma dirección puede ser una metáfora de la pérdida del deseo propio, de la sumisión a un ideal impuesto, del miedo a mirar distinto. En este sentido, la pintura funciona como un espejo oscuro de la cultura digital contemporánea, donde la viralidad impone qué mirar, qué pensar, qué sentir.
A nivel estético, Barreiro trabaja la materia con vigor: los volúmenes parecen esculpidos más que pintados, la textura densa del óleo refuerza esa sensación de petrificación, de rigidez. Los cuerpos ya no son carne: son arcilla seca, fósil, trozo de historia detenida. La curva que forman, ese plano elíptico que parece envolver la mirada del espectador, recuerda un planeta, pero también un útero o un tumor. ¿Estamos ante una nueva génesis o ante una metástasis del ser? ¿Es esta la humanidad que nace o la que muere?
El título “Delante de todos” introduce otra capa de ambigüedad. ¿Quién o qué está delante? ¿Un espectáculo? ¿Un castigo? ¿Una redención? ¿O acaso somos nosotros, los espectadores, los que estamos “delante de todos”, mirados sin saber por estas figuras que no tienen ojos visibles pero nos interpelan con su gesto común? En ese caso, la obra se invierte: no es la masa la que observa, sino la que nos enfrenta. ¿Qué ve en nosotros? ¿Nuestra indiferencia? ¿Nuestra culpa?
Desde una lectura metafísica, la obra puede entenderse como una meditación sobre la condición humana: seres lanzados al mundo, juntos pero solos, enfrentando un destino común sin comprenderlo. La oscuridad que los rodea no es solo fondo, sino amenaza. La luz que llega por un costado apenas les roza, como una esperanza débil. El resto es sombra, es vacío, es lo innombrado. En esa tensión entre la masa y el misterio, entre la figura y el abismo, se juega el drama del hombre contemporáneo.
Javier Barreiro no nos ofrece respuestas. Nos lanza una imagen abrumadora, una visión que inquieta y fascina, que interpela desde lo estético pero también desde lo ético. La obra es un llamado a resistir la homogeneidad, a romper el molde, a atrevernos a mirar en otra dirección, incluso si eso significa mirar hacia dentro.