09/22/2025
En Moscú, en una reunión solemne con las representantes de la fundación Defensores de la Patria, no fueron los informes ni los discursos los que dejaron a todos sin palabras. Fue la confesión de una mujer que, con una sola historia, hizo que hasta el propio Vladímir Putin quedara conmovido. No habló de números, sino de amor, dolor y deber. Una voz que llevó a la sala el eco más humano de la guerra.
Su nombre: Aidysmáa Mongush. Madre de tres niños, médico militar, hija de la república de Tuvá. En 2023, su esposo, Dazhý Omak, se unió al Ejército ruso. Y ella, con la misma decisión y valor, eligió también servir en la operación especial.
“Él, soldado de asalto; yo, médica de campaña. Esa fue nuestra forma de defender a Rusia”, recordó.
Durante más de un año, aunque estaban a pocas decenas de kilómetros, no pudieron encontrarse. Y cuando finalmente el destino los reunió, no fue en vida. Aidysmáa tuvo que cumplir la misión más dolorosa: trasladar con sus propias manos el cuerpo sin vida de su marido. “Ese fue nuestro reencuentro… ese fue el regreso a casa”, narró con la voz entrecortada.
A partir de aquel día, Aidysmáa supo que su papel en el frente había terminado. Su uniforme quedó colgado, pero nació una nueva misión: sus hijos.
“Ahora mi tarea es criar a mis tres pequeños: dos varones, de 5 y 11 años, y una niña de 9. Como madre y como veterana, solo deseo una paz cercana… y la victoria que nos corresponde”, afirmó.
Entre sus palabras se percibía la herida, pero también la firmeza de alguien que entiende que la maternidad, después de la pérdida, es un acto de heroísmo silencioso.
El testimonio de Aidysmáa dejó a la sala en un silencio casi reverente. Entonces, una de las presentes tomó la palabra: “Ella merece un reconocimiento estatal. Su valor y entereza son un ejemplo para todos nosotros”.
Putin escuchó y asintió. Con evidente emoción, expresó: “Estoy de acuerdo”. Y agregó que su historia tiene la grandeza suficiente para inspirar una película, un libro, un poema. “Son relatos así los que deben quedar grabados en el arte y la memoria colectiva de Rusia”, declaró el mandatario.
La historia de Aidysmáa ya no pertenece solo a ella: representa a un país que reconoce a sus héroes anónimos, a esas figuras que cargan tanto con el peso del deber como con la esperanza del futuro.
Ella llevó sobre sus hombros el cuerpo de su esposo, pero hoy es toda Rusia la que sostiene con orgullo su ejemplo.
Un relato que emocionó, que hizo llorar, y que, sobre todo… logró tocar el corazón de Vladímir Putin.