09/17/2025
Cuando llega un hombre sano a tu vida, al principio no lo reconoces.
No grita pasión con estruendo, ni desata un caos que confunde el alma.
Al principio, parece tranquilo, incluso aburrido, porque no te llena de mensajes incesantes,
ni te ahoga con celos disfrazados de interés.
Este hombre tiene sus metas, sus espacios, y aun así, encuentra un rincón en su mundo para ti.
Te respeta.
Escucha tus silencios y comprende tus ciclos,
sin pedirte que cambies, sin exigir que seas alguien que no eres.
Un hombre sano no lleva máscaras.
No tendrás que esperar que caiga la careta, porque su esencia es auténtica, transparente.
Lo que dice, lo que hace, lo que siente—todo está en armonía, en coherencia.
No será perfecto, porque la perfección no existe en el amor real.
Pero será genuino, sincero, y profundamente humano.
No viene a salvarte, ni a que lo salves.
Viene a caminar a tu lado, con la calma de quien sabe que juntos pueden construir algo verdadero.
Y en ese momento, entenderás algo que quizás nunca imaginaste:
que ya no atraes toxicidad, porque sanaste tus heridas.
Que soltaste el drama disfrazado de pasión, y que el amor no duele, ni roba tu paz.
Has roto el ciclo.
Y ahora, solo atraes a quien hable tu mismo idioma:
el de la autenticidad, la paz y el amor que sana, que respeta, que ama sin ataduras ni miedos.