07/15/2025
MI MEJOR AMIGA ME DAÑÓ LA RELACIÓN CON EL HOMBRE DE MI VIDA.
Desde los doce años conocí a mi mejor amiga. Éramos inseparables, como hermanas. Nos contábamos todo. Con el tiempo crecimos y aunque la amistad seguía, ya no era igual. Yo sentía que me tenía envidia, pero no lo veía como algo grave. Su situación en casa era más complicada que la mía, y pensé que tal vez por eso había ciertas diferencias.
Una tarde, hace ya diez años, me conecté a Facebook y vi una solicitud de amistad de un muchacho que no conocía. Entré a mirar su perfil por curiosidad: se veía como un chico sencillo, trabajador, juicioso. Sus fotos me impactaron. Sentí algo raro, como un escalofrío. Al otro día lo acepté. Empezamos a hablar por chat. Pasaron ocho meses conversando solo por mensajes y fotos. Yo ya sentía cosas por él, y él también me confesó que le gustaba. Teníamos una conexión muy linda, hablábamos con la verdad, nos tratábamos con cariño. Era como si lo conociera de toda la vida.
Finalmente llegó el día en que nos veríamos en persona. Fui a casa de mi amiga, dizque a visitarla, y justo le había contado de ese muchacho. De repente, él pasó en bicicleta frente a la casa, nos quedamos mirando, frenó, se acercó y me saludó. Nos pusimos a hablar. Me dijo que tenía una sorpresa para mí, que al otro día me arreglara porque quería invitarme a salir. Yo me puse feliz. Le dije que sí, que estaría lista. Mientras hablábamos, mi amiga, que estaba al frente hablando con otro amigo, no dejaba de mirarme. Yo le di un beso al chico, de esos cortos, de media luna.
Al día siguiente, sábado, como a las dos de la tarde, me llamó y me dijo que quería que fuera su novia. Me pidió que lo pensara y que le diera la respuesta en persona, en la salida. Le dije que sí, que aceptaba. Pero justo llegó mi “amiga” y me dijo que tenía algo urgente que contarme. Me pidió ver al muchacho que me tenía tan enamorada. Yo, confiada, le mostré la foto. Grave error. Me puso mala cara y me dijo que ya lo conocía. Según ella, él era un mal@ndro, un l@drón. Me confundí muchísimo. No sabía si creerle. Hasta mi mamá le preguntó si era verdad, y ella juró “ante Dios” que sí.
Ella me dijo: “Llámalo y termina eso, esa relación no te conviene.” Y cometí el peor error: lo llamé. Le dije que no podíamos seguir, que no era la mujer indicada para él, que lo sentía por haberlo ilusionado. Él, confundido, me pedía explicaciones. Me dijo que quería hablar conmigo en persona, que no entendía qué pasaba. Yo le dije que no, que no podía. Le colgué, apagué el teléfono y lo bloqueé de todas las redes. Todo por creerle a mi “amiga”.
Después sentí un dolor en el alma, como si supiera que nunca más volvería a saber de él. Y así fue. Me arrepentí tanto. Cuatro años después le pedí perdón. Él me lo dio, pero ya era tarde. Estaba feliz con otra mujer, se casó y tuvo un hijo.
Esa fue mi lección: no se puede confiar ciegamente en nadie, ni siquiera en quienes dicen ser tus amigas. Perdí al hombre que realmente me quiso, por escuchar calumnias que ni siquiera me tomé el tiempo de verificar. Ya han pasado casi diez años, y aunque me gustaría tener una amistad con él, todo se acabó aquel día.