10/13/2025
¡Que Frágil es la Verdad en un Mundo Acelerado!
Informar —o simplemente intentar mantenerse informado— se ha vuelto un acto agotador de humildad. Lo que es cierto al abrirse el día puede ser falso al caer la noche; lo que parece verificado se derrumba con el pasar de las horas bajo una marea de voces, rectificaciones y contradicciones. La separación antes nítida entre periodista y testigo se ha desvanecido: los reporteros compiten con individuos transmitiendo desde el terreno, todos reclamando atención, todos fragmentando un poco más el panorama.
Estos últimos días me siento abrumado por el torrente de verdades parciales. Leer, mirar, preocuparse, es avanzar a tientas sobre arenas movedizas. Heráclito dijo que nadie puede cruzar dos veces el mismo río; pero hoy, sin embargo, parece que el río se ha vuelto un delta con cientos de corrientes fluyendo al mismo tiempo, arrastrando pedazos de verdad que se niegan a asentarse.
Los hechos, sin embargo, siguen allí, ocultos bajo el polvo de la desinformación, la manipulación y la mentira descarada que perdurará mucho después de que se extingan los sonidos de las bombas y los gritos de los heridos.
Fuera del terreno devastado por las bombas hay otra lucha dentro de mí: el impulso humano y emocional de empatizar enfrentado con la necesidad crítica de discernir. El corazón quiere responder al dolor y la indignación; la mente exige verificación. Entre la compasión y el escepticismo, oscilo sin saber cuál traición sería peor: creer demasiado pronto o dudar demasiado tiempo.
En un mundo así, ya no se puede congelar el momento; solo se puede seguir los rastros y las consecuencias en el tiempo, consciente de que cada línea escrita comienza a desvanecerse mientras la siguiente ola de noticias se levanta. Tal vez el acto más honesto que le queda a quienes intentan reportar —y a quienes aún intentamos comprender— sea admitir cuán frágil se ha vuelto la verdad, y cuán esencial sigue siendo buscarla.
La imagen de la escultura “La Verdad Descubierta por el Tiempo”, de Bernini, realizada como una expresión de su profunda convicción de que la verdad siempre perdura a pesar de las críticas y los desafíos, representa la esperanza de quienes la buscan.